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Prevención de riesgos del personal de salud

Prevention of health risks in healthcare staff

Introducción

La mayoría de los procesos que se desarrollan en el sector Salud están enfocados a mejorar la atención del paciente; sin embargo, no se debe olvidar que el personal es el elemento más valioso de una institución, por lo que ésta debe ofrecerle un ambiente seguro, que lo resguarde de posibles lesiones y que además sea confortable.

Para esto es necesario tener programas de salud del personal, que propendan a pesquisar los problemas y a mejorar la calidad de vida de los trabajadores.

En los Estados Unidos hay seis millones de personas que trabajan en el área de la Salud, en 6.000 hospitales. En Chile, en el año 2000, se calculó que había 65.000 personas trabajando en el Sistema Nacional de Salud, de las cuales, el 65% desconoce la ley 16.744 sobre accidentes.

Tampoco existe conciencia de los riesgos a los que está expuesto el personal a diario; por ejemplo, se considera normal pincharse alguna vez el dedo con una aguja.

Riesgos del personal de salud

Están relacionados con el ámbito biológico, químico, ergonómico y sicológico. Existen otros, pero éstos son los más importantes, siendo los de tipo biológico los más frecuentes.

Los riesgos químicos son específicos de algunas áreas de trabajo de los hospitales, en especial de las centrales de procesamiento, en las cuales se manipula el óxido de etileno o se realizan desinfecciones de alto nivel con glutaraldehído.

Los ergonómicos existen en todas las áreas de trabajo, pero también están relacionados con hábitos personales, como la postura que se adopta desde la infancia, la condición muscular y patologías subyacentes que se potencian con el trabajo.

Los riesgos sicológicos son todas las patologías que pueden ser desencadenadas por el estrés, sobre todo en servicios quirúrgicos o unidades de cuidado intensivo.

Programa de salud del personal

Dentro del programa de salud del personal, deben existir estrategias dirigidas a prevenir la exposición a riesgos y patologías asociadas a actividades laborales. Este programa debe ser formal y debe estar manejado por médico o enfermera.

La ventaja de las enfermeras es que están en contacto diario con el quehacer del hospital, por lo que tienen un conocimiento acabado de la mayoría de las áreas y conocen los problemas que se producen con los pacientes.

Los objetivos del Programa de Salud son: Prevenir enfermedades laborales y accidentes, educar y tomar las medidas para la prevención y manejo de elementos patógenos, químicos y tóxicos, y llevar a cabo un programa de inmunizaciones.

El Ministerio de Salud recomienda inmunizar al personal contra la hepatitis B y la influenza. En el primer caso, la inmunización está dirigida al personal que está expuesto a sangre y fluidos corporales; en el segundo, a quienes trabajan en contacto directo con los pacientes.

La primera responsabilidad del Programa es efectuar la identificación de los riesgos. La enfermera a cargo del Programa debe realizar un diagnóstico local, determinando el diagrama de la institución, los grupos de riesgo y las áreas con mayor riesgo físico (donde hay más exposición a sangre y fluidos); es decir, debe diseñar un mapa de los factores de riesgo preponderantes en una institución determinada.

Según esto, se deben orientar las pautas de supervisión y acciones, implementando de preferencia políticas preventivas, es decir, no hay que limitarse a atacar el problema, sino que se debe tratar de evitar que se produzca. Se debe estimular el abandono del hábito de fumar y mejorar el estado de ánimo del personal, mediante acciones que unan a la familia con el grupo laboral, haciendo que los hijos conozcan el lugar donde trabajan sus padres.

Es importante evaluar las medidas de intervención, determinando claramente el grado de cumplimiento del estándar programado.

Debe existir una compensación para el trabajador que quede con una incapacidad como consecuencia de un accidente laboral; asimismo, si una persona no puede trabajar en un área determinada, por ejemplo, por una alergia al látex, debe ser incorporado en otra área que también le signifique una gratificación personal.

Riesgos biológicos

En 1980 surgió la idea de que el paciente no es sólo un reservorio de infecciones intrahospitalarias, sino que también puede ser un vector de infecciones virales de transmisión sanguínea, potencialmente transmisibles al personal que proporciona la atención de salud, concepto que cobró una gran relevancia después de la aparición del SIDA, cambiando el manejo del paciente.

El riesgo de transmisión está relacionado con la prevalencia de la patología en la población atendida. Si se atiende una población con una alta prevalencia de hepatitis B o C, o de VIH, mayor será el riesgo de contagiarse dichas enfermedades. Según lo descrito en la literatura, durante la vida laboral se producen 15 a 28 exposiciones en promedio, y el riesgo depende de la profundidad de la exposición.

La posibilidad de transmisión de las enfermedades infecciosas también está relacionada de manera directa con el tipo de exposición; no es lo mismo pincharse el dedo con una aguja de sutura que con un trócar de línea arterial. El inóculo por el cual se introduce la carga viral también está relacionado con el riesgo, ya que se ha demostrado que los elementos canulados, con lumen, introducen un inóculo mayor de sangre que los otros materiales.

El último factor relacionado con el riesgo de transmisión es la carga viral, que depende del paciente. Por ejemplo, se requieren 102 partículas de virus hepatitis B para tener un riesgo significativo de contagio, y 108 partículas para contagiarse VIH. Por eso es importante la vacunación contra la hepatitis B, siendo una recomendación IB.

De lo anterior se desprende que el mayor riesgo que enfrenta el personal de salud es el de contraer hepatitis B, con cifras de 6 a 30%; luego sigue la hepatitis C, con un 3% y por último, el VIH, con 0,3%.

El riesgo de exposición está relacionado básicamente con las costumbres del trabajador, como el hábito de recapsular agujas, a pesar de que se sabe que no debe realizarse, o la contrapresión digital, que significa mayor riesgo de contraer algún virus, pero se realiza igual, o la costumbre de desechar material cortopunzante en envases no apropiados, haciendo caso omiso de la recomendación de hacerlo en una caja accesible, cercana al lugar de trabajo, que sólo se utilice para este propósito.

Por lo tanto, también es importante que el programa del personal incluya educación sobre el manejo de los desechos biológicos y sobre el respeto a las demás personas, evitando acciones que las puedan perjudicar, ya que se sabe que 15% de las personas expuestas a este tipo de accidente corresponde al personal de aseo de los hospitales, que pueden sufrir punciones o cortes en el momento de sacar la basura si no se eliminan adecuadamente estos materiales.

Las auxiliares de enfermería y enfermeras son las personas que tienen el mayor riesgo de exposición, porque son las que están más cerca de los pacientes y realizan más procedimientos. Los auxiliares de servicio o aseo tienen 8,9% y los médicos, 8,4%. Esta es la realidad en Chile.

En un estudio realizado en México, en el cual se evaluaron hospitales de Estados Unidos, Francia e Inglaterra, como ejemplos de lugares desarrollados, se observó que 91% de las exposiciones correspondía a punciones con agujas y 9% a otros objetos, como alambres, bisturí, etc. O sea, el problema más importante es el uso habitual de jeringas o agujas en la práctica profesional.

Las agujas huecas y de mayor lumen presentan mayor riesgo de punción e inoculación de carga viral, según el grado de penetración de la piel. El uso de guantes disminuye el volumen de sangre transferido por la aguja, en 50% para agujas con lumen y en 85% para agujas de sutura, por lo que se recomienda el uso de guantes, estériles o de procedimiento, en el momento de puncionar los enfermos.

Manejo del accidente con material cortopunzante

Cuando ocurre un accidente cortopunzante, las acciones inmediatas son la atención del sitio del accidente y la notificación.

Si no existe un Programa de Salud, se debe notificar a la jefatura del servicio, con el fin de controlar a la persona expuesta, partiendo por un control basal de virus hepatitis B, hepatitis C y VIH al trabajador y al paciente fuente, siempre que se cuente con el consentimiento de ambos. Existe una norma ministerial, que data de Febrero del 2001, que establece no se puede tomar ninguno de estos exámenes sin la autorización de los involucrados.

Posteriormente, se debe efectuar un tratamiento profiláctico a quienes tienen un riesgo alto, dependiendo del tipo de exposición. En el caso del VIH se utiliza AZT, lo que disminuye en 79% el riesgo de seroconversión si se administra precozmente, una o dos horas después del accidente, con disminución de la dosis cuatro semanas después y finalizando el tratamiento a los tres meses. Una duración más larga no tiene un rendimiento mayor.

Generalmente las personas cumplen con todo el tratamiento, porque hasta el control final, tres meses después, existe la incertidumbre sobre la seropositividad. El seguimiento consiste en una evaluación médica, un control inicial y controles posteriores.

La profilaxis se puede iniciar tardíamente sólo en personal que tuvo una exposición de riesgo alto, por ejemplo, personal contaminado con catéteres arteriales.

En resumen, cuando se produce el accidente, primero se notifica, para lo cual se debe acudir al servicio de urgencia, donde está el protocolo. Luego es preciso partir con el tratamiento, si el caso lo amerita, en cuyo caso el paciente será citado al infectólogo. Se deben tomar anticuerpos anti VIH en forma inicial, luego a las seis semanas y a los tres meses, y se debe realizar un monitoreo de la toxicidad del fármaco, con función renal, hepática y hemograma.

Existe una retroalimentación entre la enfermera a cargo del programa de salud de personal y el jefe directo del trabajador accidentado.

La vigilancia de la exposición está relacionada con la visión de los factores de riesgo y su distribución. Si un servicio determinado tiene un alto porcentaje de accidentes cortopunzantes, la vigilancia debe dirigirse hacia esa zona, dedicando la mayor parte de las horas del programa a educación, valoración del trabajo e implementación de algún recurso que disminuya el riesgo.

Esta vigilancia tiene varios problemas; uno de las principales es el bajo nivel de notificación, que se debe a que el personal asume que la culpa es de él, porque no siguió la norma, a lo que se suma una baja percepción del riesgo. Además, no hay registro de quienes están expuestos.

Una buena forma de evaluar la calidad de los servicios, de la gestión, son las cifras de accidentes cortopunzantes. Un indicador puede ser el funcionario con mayor número de exposiciones por cirugía o el número total de accidentes por pabellón, lo que va a constituir un indicador de calidad.

Resumen de recomendaciones

  • Identificar al paciente originario del accidente.
  • Registrar la exposición, para saber qué estamento, servicio, fecha y horario son los de mayor riesgo.
  • Anotar el tipo de exposición y el material.
  • Registrar fecha de los exámenes y del seguimiento serológico.

Medidas de prevención

Son lo más importante.

  • Se deben vigilar las prácticas del personal de enfermería, médico, etc.
  • Exigir conocimiento y cumplimiento de las normas.
  • Seguir las precauciones universales: lavado de manos; uso de guante, que disminuyen el inóculo; uso de lentes protectores.
  • Esterilización y desinfección de equipos de superficie.
  • Capacitación en relación a bioseguridad.
  • Vacunación contra virus hepatitis B, que tiene una eficacia de 95%.
  • Desecho de material cortopunzante en caja correspondiente.
  • No pasar bisturí de mano a mano durante la cirugía, sino usar un receptáculo intermediario.