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Lesiones pseudotumorales del esqueleto

Pseudotumoral lesions of the skeleton

Resumen

Este texto completo es la transcripción editada y revisada de una conferencia dictada en el curso Lesiones Tumorales y Pseudotumorales del Sistema Musculoesquelético, organizado en Santiago por el Departamento de Ortopedia y Traumatología de la Universidad de Chile del 12 al 16 de mayo de 2003.
Director: Dr. Miguel Sepulveda H.

Quiste óseo simple

El quiste óseo simple es la lesión pseudotumoral más frecuente. También recibe el nombre de quiste óseo unitario o unicameral, porque se caracteriza por tener una cavidad única, con pseudotabiques formados por tejidos blandos, sin la consistencia ósea necesaria para formar compartimentos. Esto explica por qué el tratamiento a veces fracasa, pues estos pseudotabiques forman compartimentos diferentes.

El quiste contiene líquido claro; puede ser sanguinolento, pero siempre es claro. Es así que, en una punción de este quiste se debe obtener un líquido claro para apoyar el diagnóstico. Además, está revestido por una membrana interna, que tapiza todo el contorno de la lesión, y los pseudotabiques suelen hacer verdaderas separaciones que no son óseas, sino de partes blandas.

Es un proceso no neoplásico bastante frecuente, de patogenia incierta todavía. La hipótesis más probable plantea que sería provocado por una hiperpresión de origen vascular.

Se caracteriza en la histología, porque tiene una gran cantidad de células gigantes, por lo que es fácil confundirlo con este tumor.

En la Figura 1 se observa que este quiste se presenta con mayor frecuencia en las dos primeras décadas de la vida, que acumulan casi el 90% de la incidencia. Sobre los 20 a 25 años de edad no se ve esta lesión, sino una variedad de ella.

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Figura 1. Incidencia del quiste óseo simple según década de la vida.

Es más frecuente en varones y poco frecuente en adultos. Si aparece en adultos, habitualmente es un quiste envejecido y añoso.

La localización característica de esta lesión es la metáfisis proximal del húmero, donde se ubican alrededor de la mitad de los quistes óseos simples. Otro 25% se ubica en la metáfisis proximal del fémur, de manera que en estas dos localizaciones se encuentran alrededor de 80% de los quistes óseos. Otras localizaciones son diafisiarias, en la metáfisis proximal de la tibia, pero no es lo característico.

Con respecto a los signos y síntomas, lo más frecuente es la fractura en hueso patológico, es decir, una fractura en un hueso previamente dañado con un mecanismo de energía mínimo o ausente. Le sigue en frecuencia la presentación como hallazgo, pero también se puede presentar con dolor o impotencia funcional.

En los signos radiológicos destaca una lesión metafisiaria, bien delimitada, radiolúcida, central, que expande y adelgaza la cortical, y que contacta el cartílago de crecimiento.

Todas las lesiones que se acercan al cartílago articular o epifisiario se consideran quistes óseos “activos”, porque van a presentar crecimiento (Figura 2).

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Figura 2. Quiste óseo activo.

En seguida, se empiezan a desplazar hacia distal, donde tienen menor actividad y por tanto se llaman “latentes”, a pesar de que de todas maneras pueden tener una actividad importante (Figura 3). Esta forma se ve con más frecuencia en el adulto que en el paciente joven.

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Figura 3. Quiste óseo latente. A la derecha, el mismo quiste causa una fractura en hueso patológico.

En cuanto a la anatomía patológica, es importante recalcar que el líquido es claro y que el quiste tiene crestas óseas externas que son incompletas, o sea, que no van de pared a pared, aunque muchas veces hay verdaderos tabiques de tejidos blandos.

Una entidad que se ha asimilado al quiste óseo simple es el llamado “quiste óseo del calcáneo” (Figura 4), aunque todavía es discutible. Es poco frecuente, habitualmente es un hallazgo. A diferencia del quiste óseo simple normal, se observa en gente de mayor edad, sobre 40 años. Su gran diagnóstico diferencial es con el lipoma intraóseo, que es más probable cuando la lesión es bilateral.

Desde el punto de vista radiológico, es una lesión radiolúcida de forma triangular y bordes esclerosos. Muchas veces esto basta para el estudio, pero otras veces se debe intervenir por alguna imagen sospechosa.

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Figura 4. Quiste óseo del calcáneo.

Quiste óseo aneurismático

A diferencia del anterior, el quiste de este tipo es multiloculado, contiene verdaderos tabiques óseos que separan el interior en cavidades de diferentes tamaños y formas, las que se van insuflando. A veces son muy pasivos, pero también pueden ser bastante activos en su crecimiento.

También es de etiología desconocida, aunque aquí hay más apoyo para la hipótesis de la etiología vascular, ya que, aunque no hay una comunicación verdadera con la red sanguínea, se forman verdaderos lagos de sangre internos.

Es una lesión benigna, pero agresiva. Cuando se dispara, alcanza tamaños importantes y provoca grandes destrucciones del hueso, como se aprecia en la Figura 5. Tiene múltiples cavidades con líquido hemorrágico en su interior, separadas por tabiques verdaderos, que se debe destruir cuando se realiza tratamiento con curetaje.

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Figura 5. Imagen multiloculada con tabiques verdaderos, que insufla la cortical. Quiste óseo aneurismático.

A diferencia del quiste óseo simple, éste tiene una mayor frecuencia en las tres primeras décadas, tal como se muestra en el gráfico de la Figura 6, pero también se puede ver en pacientes bastante mayores.

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Figura 6. Incidencia de quiste óseo aneurismático según década de la vida.

No hay diferencia significativa en cuanto a sexo y es más frecuente en pacientes adultos. Su localización más frecuente es en metáfisis y diáfisis de huesos largos, pero también son bastante frecuentes los casos de pacientes con compromiso de la columna vertebral.

Los signos son variables y dependen de su localización. En general, debutan con dolor y aumento de volumen, que son los signos clínicos más frecuentes, a diferencia de los quistes óseos simples, que consultan por fractura en hueso patológico o por hallazgo indoloro. Cuando se localiza en la columna, puede presentar signos y síntomas de compromiso neurológico.

En la anatomía patológica, hay septos verdaderos, los que separan totalmente una cavidad de otra.

Existe una clasificación en etapas; la más frecuente, en el momento de la consulta, es la etapa IV.

  • Tipo I : Central , intraósea y pequeña
  • Tipo II : Central, intraósea y grande
  • Tipo III : Excéntrica, intraósea, sin compromiso cortical
  • Tipo IV : Excéntrica, intraósea, con compromiso cortical
  • Tipo V : Rotura cortical y compromiso de partes blandas

Una característica importante es que los quistes óseos simples son centrales, pero los de este tipo son excéntricos. En las etapas anteriores a la IV es muy poco frecuente que consulten. El tipo V se comporta como una lesión muy agresiva, con gran compromiso de partes blandas, y, cuando este tipo de lesión aparece en pelvis o en columna, es muy difícil de tratar.