Suplementos

← vista completa

Hipertensión arterial: problema de salud pública no resuelto

Hypertension: an unsolved public health problem

Resumen

Este texto completo es una transcripción editada y revisada de la conferencia que se dictó en el simposio organizado por Novartis Chile en ocasión del lanzamiento de Rasilez (aliskiren), el 9 de abril de 2008 en Santiago de Chile, y cuyo moderador fue el Dr. Luis Hernán Zárate de la Sociedad Chilena de Hipertensión.

En la actualidad, la hipertensión arterial sigue siendo un problema de salud pública muy importante; de hecho, es la primera causa de muerte en escala mundial. Lo anterior tiene particular importancia en Chile, cuya población femenina encabeza los índices de consumo de tabaco en el mundo y, por lo tanto, está expuesta al alto riesgo que significa la asociación de hipertensión con tabaquismo. La prevalencia de hipertensión arterial en adultos, en Estados Unidos y Europa, alcanza cifras alarmantes, especialmente en Alemania (55%), luego Finlandia, España e Inglaterra (todos sobre 40%), Italia y Suecia (38%) y Estados Unidos (28%)(1). En Chile, el estudio más reciente, efectuado en 2007, describe una prevalencia de 23%; hace 15 años la cifra era 18%, lo que significa que ha habido un aumento relativo de 20% en ese lapso, ominosa realidad que está determinada principalmente por hábitos de vida inadecuados.

Hoy se sabe con certeza que la magnitud del descenso de la presión arterial es el factor que más influye en la disminución de la mortalidad cardiovascular: la reducción de la presión arterial sistólica en 2 mmHg, en promedio, se traduce en un descenso de 7% en la mortalidad por cardiopatía isquémica y de 10% en la mortalidad por accidente vascular cerebral (AVC)(2).

En el Consenso Latinoamericano de Hipertensión Arterial de 2001 se demostró que en Chile sólo se ha diagnosticado a 43% de los hipertensos, que sólo 26,1% están en tratamiento y sólo 8,2% de éstos han logrado un control efectivo (Consenso Latinoamericano de HTA, Journal of Hypertension 2001). En Europa, aproximadamente 70% de los pacientes entre 35 y 64 años no alcanzan la meta de control de presión arterial; la excepción es Inglaterra, que aumentó el porcentaje de control efectivo de sus pacientes de 8% a 45% y llegó a ser el país de mejor rendimiento, gracias a un sistema de incentivos económicos para los médicos, con base en el cumplimiento de metas (3). El objetivo general del tratamiento antihipertensivo es lograr una presión arterial inferior a 140/90 mmHg, salvo ciertas situaciones especiales, como la de los pacientes menores de 55 años, en quienes se considera como control óptimo bajo 120/80 mmHg; los pacientes de alto riesgo portadores de diabetes mellitus o enfermedad clínica, cuyas cifras no deben superar 130/80 mmHg; y los pacientes con insuficiencia renal o con proteinuria superior a 1g en 24 horas, cuya presión se debe mantener bajo 125/75 mmHg.(4,5,6)

La etiopatogenia de la hipertensión arterial es considerablemente heterogénea y en todo paciente coexisten al menos tres mecanismos: el sistema renina-angiotensina, el sistema simpático y el factor sodio. El sistema renina-angiotensina no sólo influye en los mecanismos propios de su eje, sino que también interviene a nivel del sistema simpático, en el cual disminuye el tono adrenérgico, y a nivel de la retención de sodio y agua, ejerciendo así un efecto sobre el factor sodio. En esta visión multifactorial de la génesis de la hipertensión arterial los fármacos que modulan el eje renina-angiotensina adquieren gran relevancia.

Entre los factores que explican la reducción de eventos menor que la esperada se cuenta el hecho de no lograr las metas óptimas, sea en cuanto a valor sistólico, diastólico, presión diferencial o descenso nocturno. Influye también un inicio tardío de la terapia, concomitancia con factores de riesgo, por lo general sin control satisfactorio, y la presencia de comorbilidades.