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Alimentación, algo más que nutrición

Food: more than nutrition

Durante el siglo recién pasado hemos sido testigos de los más trascendentes cambios de la historia de la humanidad, inducidos por una verdadera revolución de los conocimientos. Ellos han sucedido a espalda de políticos y sociólogos, sin que ellos hayan intervenido; por el contrario, cuando lo han hecho han retrasado los cambios, con desastrosas consecuencias para la sociedad.

Preocupado por el problema del desarrollo, en 1970 escribí un libro titulado Jaque al Subdesarrollo, que se tradujo a varios idiomas y que fue un éxito de librería. En él se analizó el problema del subdesarrollo de América Latina y se hicieron las siguientes proyecciones:

  • En el mundo desarrollado continuará la rápida producción de nuevos conocimientos, que llevarán a la aplicación de nuevas y complejas tecnologías, que serán celosamente guardadas.
  • La economía mundial, como consecuencia del perfeccionamiento de las comunicaciones y la capacidad de desplazamiento del hombre y sus productos, va a llevar necesariamente a una globalización mundial y a una interdependencia colectiva.
  • Los países capaces de generar eficientemente los conocimientos verán mejorar progresivamente la calidad de vida de sus poblaciones; los que no sean capaces de generarlos ni adaptarse, persistirán en el subdesarrollo. De este modo se incrementarán las diferencias entre los que viven bien y los que viven mal.
  • Por el avance del conocimiento, las ideologías entrarán en crisis y los países que quieran aferrarse a ellas estarán posponiendo sus posibilidades de desarrollo.
  • En la sociedad del conocimiento cambiarán las relaciones entre el capital y el trabajo.
  • No se puede esperar ayuda de los países desarrollados.

Estos puntos resumen los anuncios de ese libro, en el que se analizaban las posibilidades que tenía Chile de desarrollarse en ese contexto. En la Figura 1 se confirma lo que se vaticinó en ese entonces: en la actualidad el mundo se divide entre países innovadores tecnológicos, generadores de conocimiento y tecnológicamente excluidos; entre medio están los adaptadores tecnológicos, que no han generado conocimiento, pero han aprovechado el conocimiento de otros. Entre los innovadores tecnológicos están Norteamérica, Europa, Italia, Japón y Nueva Zelanda; entre los adaptadores están los países del sur de Sudamérica, entre ellos Chile, México, Sudáfrica y algunos países de Asia; entre los tecnológicamente excluidos están toda África y Asia.

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Figura 1. Representación de los países según su capacidad tecnológica

En la Figura 2 se muestra un mapa geográfico muy especial en el que se representan los países en el tamaño que les corresponde al producto bruto actual. América Latina aparece como un pequeño apéndice de Estados Unidos y Canadá; en cambio se ven muy grandes Europa Occidental y Japón, enormemente grande; intermedios se ven los países de la Unión Soviética; Asia está muy atrás; y en esta dimensión, África es un punto casi invisible.

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Figura 2. Mapa mundial que representa a los países del tamaño que corresponde a su Producto Interno Bruto. América Latina aparece como un pequeño apéndice. En esta proporción, África no alcanza a aparecer.

En los países innovadores tecnológicos vive 10% de la población mundial, pero son dueños de 99% de las patentes; en los países adaptadores tecnológicos, entre los cuales está Chile, vive 40% de la población y son dueños de 1% de las patentes; y en los países tecnológicamente excluidos vive 50% de la población del mundo, la que no tiene acceso a ninguna innovación tecnológica.

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Tabla I. Habitantes en diferentes países, disitribuidos por su capacidad tecnológica.

En 1970, 1.000 millones de personas vivían con menos de un dólar al día en los países que han sido excluidos; 1.000 millones de personas no tenían acceso a agua limpia; 2.000 millones carecían de condiciones sanitarias; 800 millones de personas, especialmente niños, estaban desnutridos; cada día morían 40.000 personas por enfermedades relacionadas con el hambre; y un sexto de las familias vivían marginalizadas. Y tal como se vaticinó en ese entonces, la ayuda de los países desarrollados no se concretó en absoluto; las Naciones Unidas recomendaron que los países desarrollados donaran el 1% de sus Productos Internos Brutos para ayudar a los países subdesarrollados, pero aparte de Dinamarca, que llegó cerca de 0,97% y Suecia, cuyo volumen era escaso y no significaba mucho, ninguno de los otros países se acercó siquiera al 1%. Estados Unidos está al final de la lista, con 0,1%.

En 1940, la deuda externa de América Latina era de 6.000 millones de dólares y en 1970 se había incrementado hasta alcanzar los 100.000 millones de dólares. El vaticinio efectuado en ese año indicaba que en algunos años más la deuda se haría impagable y no habría nuevos créditos. Hoy, la deuda externa es de más de 600.000 millones de dólares y países importantes de la región, como Argentina, Brasil y otros han tenido serias dificultades por esta enorme acumulación de deuda externa.

El libro Jaque al sub desarrollo daba una receta con base en cuatro pilares para lograr el desarrollo de Chile:

  • Recuperación del recurso humano dañado por generaciones de pobreza, marginalidad y desnutrición.
  • Cambio sustantivo en el sistema educacional, con modernización total en todos los niveles.
  • Construcción de una infraestructura científico tecnológica para optimizar la inserción internacional.
  • Cambio en la estrategia económica basándose en una libre empresa, con libre mercado y abierta hacia el mundo.

Transcurridos casi 40 años, en nuestro país se logró un importante cambio en el primer punto, revirtiéndose este daño que afectaba a la población en alta proporción. También se cumplió con el cambio en la estrategia económica; pero el cambio sustantivo en el sistema educacional aún no se ha producido, ni menos se ha conseguido la creación de una infraestructura científico tecnológica.

Los estudios efectuados en poblaciones marginales demuestran el daño en las condiciones intelectuales de la población. En la Figura 3 se muestra una fotografía que se publicó en Science y que dio la vuelta al mundo, porque ilustra en qué grado las condiciones de malnutrición atrofian el cerebro. Se tomó con una máquina con un potente flash, cuya la luz debía atravesar el cráneo y sacar la fotografía. En un niño normal el cerebro va empujando al cráneo para que crezca, de modo que no hay espacio y solamente una pequeña cantidad de líquido cefalorraquídeo se interpone entre el cráneo y la masa encefálica. Al proyectar este haz de luz potente, en el niño normal se puede ver un pequeño halo luminoso, porque la luz penetra en el cráneo y transilumina una pequeña cantidad de líquido cefalorraquídeo, mientras que en el niño desnutrido, como se ve en la fotografía, el cerebro está atrofiado y el líquido cefalorraquídeo está aumentado, de modo que el cráneo se ilumina como una ampolleta, es decir, el cerebro flota dentro de un cráneo que le queda grande.

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Figura 3. La transiluminación pone en evidencia la atrofia cerebral en el niño desnutrido.

En tiempos más modernos esto se comprobó mediante escáner, como el que se muestra en la Figura 4, efectuado en dos niños de 3 años de edad, uno de ellos con desarrollo normal (a la izquierda) y el otro con un retraso del crecimiento por abandono crónico grave, lo que demuestra cómo el medio ambiente impacta sobre el desarrollo cerebral. Este caso fue el de una adolescente que ocultó su embarazo y dejó a la niña escondida en el subterráneo del almacén en que trabajaba, donde bajaba para alimentarla. Al compararla con un niño normal se observa atrofia del cerebro e hipertrofia de los ventrículos cerebrales. El daño fue muy grave y esta niña nunca se recuperó.

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Figura 4. Escáner cerebral en un niño normal y en un niño con retraso por abandono crónico grave.

Una serie de estudios realizados en el Instituto de Nutrición y Tecnología de Alimentos, tanto en animales de experimentación como en niños sometidos a situaciones de abandono y de malnutrición, demuestran la presencia de alteraciones químicas y morfológicas, metabólicas, bioeléctricas y funcionales del cerebro. Los niños nacen con un total de neuronas y un cerebro muy pequeño, que se desarrolla rápidamente después del nacimiento, de modo que a los 6 meses de edad el cráneo alcanza la mitad de su peso definitivo y a los 18 meses, casi los dos tercios.

El ser humano tiene el cerebro más inmaduro al nacer, comparado con el resto de los mamíferos, si bien nace con el total de sus células, debido a que el desarrollo de la inteligencia del ser humano requiere de un cerebro mucho más grande, que no podría pasar por la pelvis. Cuando nace un ternero o un potrillo, a los pocos minutos se para en cuatro patas y comienza a caminar y coordinar sus movimientos, mientras que para el ser humano deben pasar más de tres años antes de lograr una coordinación motora aceptable y el desarrollo del cerebro se completa recién en la pubertad, porque se debe producir todo un proceso de arborización para lograr que se interconecten los 100.000 millones de neuronas que existen en el cerebro, tal como se ilustra en la Fig. 5. Se sabe que estas conexiones, que constituyen lo se ha llamado el cableado cerebral, se desarrollan por estímulo del medio ambiente más que por causas genéticas, de modo que si el ambiente no es edecuado, el individuo no podrá responder a las exigencias de una sociedad que demanda cada vez más de las personas.

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Figura 5. Modelo de neuronas con sus arborizaciones dendríticas y axones. Cuanto más comunicaciones existan, mejor es la capacidad para cumplir con éxito las tareas intelectuales.

En la Fig. 6 se muestra una imagen obtenida en un niño de 1 año de edad, que falleció porque se cayó de un segundo piso, en la que se ve una neurona perfectamente diseñada y se aprecian las conexiones que se han empezado a desarrollar; y se compara con un niño de la población la Legua de aquella época, desnutrido, que falleció por bronconeumonia, en el cual no se habían desarrollado las conexiones y había una atrofia de las neuronas. Hoy se sabe que si el cerebro no se desarrolla en el momento oportuno, no se va a desarrollar después.

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Figura 6. Preparación histológica de una neurona de un lactante normal (derecha), fallecido por accidente, y de otro desnutrido, perteneciente a una familia de extrema pobreza.

El estudio de los coeficientes intelectuales (CI) efectuado en el año 1956 en tres grupos de niños, separados por nivel socioeconómico: medio, medio bajo y bajo, demostró que en el grupo medio, 72% de los niños tenían CI normal (sobre 90), 5% eran subnormales (entre 80 y 89) y 3%, deficientes (menor de 80); en el grupo medio bajo, 80% eran normales, 11%, subnormales y 9%, deficientes; y en una población marginal, la misma población la Legua, sólo30% de los niños tenía CI normal, 29% lo tenía subnormal y 41%, deficiente. En estos tres mismos grupos saltaba a la vista que el crecimiento en relación a la edad y la altura o talla de un niño del grupo medio era semejante al de un niño del estado de Iowa de los Estados Unidos; el grupo medio bajo ya estaba un poco bajo con respecto a un niño de Iowa y en la población La Legua estaba muy por debajo, de modo que a los 5 años de edad había un déficit de 8 a 9 cm en la talla promedio para la edad. 6% de las madres de La Legua tenían un coeficiente intelectual normal (sobre 90), mientras que de las madres de la clase media chilena, 96% tenían un CI normal, 17%, subnormal y 17%, deficiente. O sea, el problema no era sólo de los niños, sino que existía también en los adultos.

Los estudios realizados en animales de experimentación confirmaron el efecto de la desnutrición precoz en el desarrollo posterior del individuo. En la Fig. 7 se muestra el resultado de una experiencia en ratas que recibieron una dieta muy baja en calorías durante los primeros 10 días de vida, que equivalen a los primeros 6 a 7 meses de vida en la dimensión del desarrollo humano; después de los 10 días se les alimentó ad libitum. Se observa que los animales malnutridos en los primeros 10 días llegaron a la etapa de madurez con un evidente retraso con respecto al promedio esperado, es decir, no se recuperaron nunca más. En la Fig 8 se ven dos cerdos de la misma edad (6 meses), uno bien alimentado y el otro subalimentado; la diferencia es evidente y lo importante es que, aunque se alimente bien de aquí para adelante, el animal desnutrido quedará de ese tamaño por el resto de su vida.

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Figura 7. Evolución posterior de ratas que recibieron una dieta hipocalórica durante los primeros 10 días de vida y luego se alimentaron ad libitum

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Figura 8. Cerdos de la misma camada, de 6 meses de edad; uno de ellos recibió una alimentación normal y el otro, hipocalórica

En la Fig. 9 se muestra lo que ocurría en Chile en 1968, en la provincia de Curicó, donde se examinó a 10% de los niños de la provincia. El crecimiento normal es la línea del percentil 50 de Iowa; los puntos corresponden al crecimiento de cada niño evaluado; y la línea entrecortada es el promedio. Como se puede ver, la gran mayoría de los niños caía bajo el percentil 50, presentaban un retraso progresivo y nunca recuperaban lo que perdían en los primeros períodos. Todos estos niños tenían un perímetro craneano bajo lo normal y se sabe que hay una correlación muy estrecha entre este parámetro y el CI.

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Figura 9. Talla de niños de 0 a 7 años de edad de la provincia de Curicó, comparada con los estándares de los niños de Iowa (1968)

Estos niños se controlaron a los 14 años y se comprobó que su peso era 15% mayor que lo normal, con tendencia a la obesidad, y su talla era 16% menor; además, la relación entre talla sentado y altura total era 15% mayor, es decir, quedaron chicos y de piernas cortas. El CI era de 79 y apenas alcanzaron 2,2 años de escolaridad.

En esa época se hicieron estudios en una escuela de Alto Jahuel, cerca de Santiago, en los que se comprobó que existía una gran deserción escolar. En 1959, de cada 100 niños que ingresaban a la educación básica sólo 19 la terminaban: de 403 alumnos que ingresaron a primero básico, al segundo año quedaban 260, al tercero, 160 y terminaron 80. El déficit de talla para la edad era de 10% cuando ingresaban y aparentemente disminuía a 7, 7 y 3, pero no porque los niños fueran creciendo, sino porque aquellos más afectados eran los que desertaban. El déficit de calorías en la dieta era de 16% en primer año, bajaba a 10% en los dos años siguientes y luego era más 2%, es decir, llegaban a cuarto año los que el medio ambiente les había permitido que expresaran su potencial genético, los demás desertaban en el primer y segundo año. El déficit de proteínas animales era exactamente igual y el CI partía en 81 y llegaba a 100 en el cuarto año, es decir, sólo llegaban aquí los que tenían CI normal.

Con base en estos estudios se diseñó un programa especial de alimentación para estos niños, el que contemplaba la entrega en la escuela de desayuno, almuerzo y colación en la tarde, durante todo el año. Se consideró como mes 0 al mes de marzo; 4 correspondía a la mitad del año; y 9 era diciembre. En el mes 0, sólo 9% de los niños tenía CI normal, 50% lo tenía subnormal y 41%, deficiente, lo que no varió a pesar de los esfuerzos que se hicieron para mejorar la alimentación y estimulación de estos niños; es decir, se llegó tarde. Aumentó un poco el peso y la talla, pero no hubo recuperación del déficit intelectual. Las fotografías son mucho más demostrativas que las palabras: en la de la Fig.10 aparecen los alumnos de la escuela de Renca en el año 1940. Era el aniversario de la escuela y se les pidió a los niños que vinieran con su mejor ropa y con sombrero y, como se puede ver, ninguno de ellos tenía zapatos. Ése era el Chile de 1940, cuando se escribió ese libro.

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Figura 10. Alumnos de la escuela de proletarios de Renca, 1968

Evolución de la desnutrición y la mortalidad infantil en Chile

El porcentaje de niños de 0 a 6 años malnutridos, que era de 60% en el 1950, ha bajado en forma notable, a tal punto que hoy sólo 1,7 de los niños tiene algún grado de desnutrición y los porcentajes de desnutrición grave prácticamente no existen. Asimismo, la mortalidad infantil, que tiene relación con los índices de desnutrición y el saneamiento ambiental, bajó de 120 a 7,8/1.000 entre 1960 y 2004, llegando a ser más baja que la de los Estados Unidos; y el bajo peso al nacer, que representa la nutrición de la madre, bajó de 19,2% a 3,8% en ese lapso y en la actualidad se ve casi exclusivamente en niños prematuros, no afectados por desnutrición.

En la Tabla II se muestra el descenso observado en la mortalidad por enfermedades respiratorias, desde 4.318/100.000 nacidos vivos en 1960 hasta 86/100.000 nacidos vivos en el año 2000. Lo mismo ocurrió con la mortalidad por enfermedades diarreicas, que bajó de 1.365/100.000 nacidos vivos a 12, en el año 2000. Esto tiene que ver con la mejoría del saneamiento ambiental y el agua potable: en 1970, 72% de la población tenía agua potable en su casa, mientras que en el año 2004 casi 100% de la población urbana del país disponía de ella; asimismo, sólo 41% de la población de Santiago estaba conectada a la red de alcantarilldo en 1970, proporción que llegó a 96% en 2004, lo que explica la menor tasa de muertes por diarrea y infecciones. En la actualidad, incluso 70% de las aguas servidas están siendo tratadas.

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Tabla II. Muertes en menores de 1 año de edad por enfermedades respiratorias y diarrea (Nº por 100.000 nacidos vivos), 1960-2000

Estos cambios favorables permitieron que se prolongara la expectativa de vida, hasta llegar en la actualidad a 80 años en la mujer y 78 en los hombres. Además, los chilenos han ido creciendo en estatura año tras año, a tal punto que en la última generación el chileno promedio ha crecido 11 centímetros con respecto a la generación anterior. Hoy en día, la regla es que los hijos varones sean más altos que el padre y las mujeres, más que la madre y es probable que esto ocurra al menos por 2 años más, ya que la ingesta de proteínas animales, tan importantes para el crecimiento, también ha aumentado gracias al aumento del consumo de leche, que en 1970 era de 32 litros por persona al año y en el año 2003, de 125 litros por persona al año, y al incremento en el consumo de carnes animales, incluyendo carnes rojas, bovinos, aves y pescados, que de 12,3 kilos por persona al año subió a 82 en el año 2003, igualando el nivel de los países desarrollados.

Si se vuelven a analizar los cuatro pilares del desarrollo descritos en 1970, está claro que se ha logrado la recuperación de los recursos humanos dañados por generaciones de pobreza y marginalidad y que esto ha sido trascendental en la historia del país. En cambio, la mejoría sustantiva en el sistema educacional, con modernización total en todos los niveles, aún no se produce; como tampoco la construcción de una infraestructura científico tecnológica para optimizar la inserción internacional. Éste es el gran problema y el aspecto que hace que subsista la incógnita acerca del futuro desarrollo.

El cambio en la estrategia económica, con base en una libre empresa, libre mercado y abierta hacia el mundo, también se ha cumplido y ha marcado la diferencia en el desarrollo económico. Esto no se habría podido enfrentar con el recurso económico y humano que existía en el año 1970, de modo que la recuperación de este recurso ha sido fundamenta; sin embargo, es preocupante que no se hayan tomado las medidas necesarios para enfrentar lo que va a ocurrir en los próximos años.

Los logros alcanzados son el resultado del esfuerzo sostenido de muchas instituciones y del país en general. Uno de los elementos fundamentales que permitió que Chile, un país subdesarrollado, controlara la desnutrición infantil, fue el monto de la inversión económica efectuada entre los años 1970 y 2000 para prevenir el daño que se estaba produciendo en la población infantil y que alcanzó a 22 mil millones de dólares, en forma directa o indirecta. Esa inversión se hizo en educación primaria, nutrición y estimulación de la alimentación con los alimentos correspondientes, jardines infantiles, educación, mejoramiento de la educación básica y la escolaridad y, por último, saneamiento ambiental.

La Corporación para la Nutrición Infantil (CONIN) fue organización sin fines de lucro cuyo objetivo era impedir que los desnutridos más graves fallecieran y que, en cambio, se recuperan, lo que se logró instalando 32 pequeños hospitales de 60 camas entre Arica y Coyhaique, por los cuales pasaron alrededor de 7.000 a 8.000 niños cada año, con 3 meses de estadía en promedio, en la época en que 80% de los niños desnutridos graves fallecían antes del año de edad. Ese programa tuvo un gran impacto sobre la mortalidad infantil y permitió recuperar alrededor de 83.000 niños entre 1974 y 2004. Actualmente los centros de CONIN se están cerrando o se están utilizando para enfrentar otros problemas, como las enfermedades genéticas y metabólicas, pero en su momento fueron un aporte importante a la mejoría de los índices de nutrición, que son incluso mejores que los de los Estados Unidos, a pesar de que el ingreso per capita es de US 7.000 en Chile, versus US 25.000 en el país del norte. Chile es el único país que ha logrado prevenir el daño de la población infantil a pesar del subdesarrollo, lo que significa un avance sustancial para que un alto porcentaje de la población pueda expresar su potencial genético y tenga posibilidad de incorporarse como elementos útiles a una sociedad cada vez más tecnificada, compleja y demandante de las personas.