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Douglas Altman In Memoriam

Douglas Altman In Memoriam

Cuando supe que Douglas Altman nos había dejado para siempre me puse tan triste como si él hubiese sido alguien de mi familia. Fui a mi biblioteca y tomé mi libro preferido de bioestadística cuyo autor es él: “Practical Statistics for Medical Research”. Un clásico, un libro inconfundible, sólido en todo sentido (material y educativo), tapas duras, color rojo, edición impecable, accesible a cualquiera que sepa las 4 operaciones aritméticas básicas. Lo compré en 1994, en Londres, donde yo trabajaba en esa época y donde hice mis primeras armas en el campo de la investigación biomédica trabajando para la industria farmacéutica. Fue mi primer libro de bioestadística en inglés, hoy tengo más de 20, pero este sigue siendo mi libro de referencia. Hace un par de años lo volví a leer, de nuevo, de punta a cabo. Y hace un par de semanas, sin ir más lejos, lo consulté de nuevo. Lo consulto porque hay conceptos que olvido, aprendo y vuelvo a olvidar (no tengo formación matemática más allá del pregrado en medicina, lo que es bastante poco); también lo consulto porque, a pesar de que las estadísticas parezcan una disciplina de las ciencias exactas, con frecuencia hay debate y, lo peor, con más frecuencia hay concepciones erradas, uso equivocado de las técnicas estadísticas. Entonces, para fundamentar alguna de mis afirmaciones frente a algún colega recalcitrante, voy a buscar la cita clarificadora en el libro de Altman o en alguno de sus artículos que, por ser tantos, no puedo extenderme nombrándolos.

Lo que más le agradezco a Altman es haberse dedicado con tanto ahínco y perseverancia a acercar la estadística (como método analítico inferencial) a personas como yo, médicos o investigadores clínicos, para quienes la jerigonza matemática y los complejos modelos abstractos utilizados son un obstáculo para la cooperación y la comunicación entre clínicos y estadísticos. El prefacio de su libro comienza con una cita consoladora: “Las dificultades que mucha gente inteligente tiene con las ‘sumas’ son infinitas – Greenwood (1948)”.

La otra virtud esencial de sus libros y artículos es que siempre asoció los conceptos estadísticos que trataba de explicarnos con los aspectos metodológicos, el diseño y la interpretación práctica de los resultados.

Por último, no puedo dejar de mencionar el artículo más notable que escribió, notable por su franqueza, por su lucidez y atrevimiento. En enero del 1994, tal vez mientras yo compraba su libro, escribió un editorial en el BMJ cuyo título era “El escándalo de la pobreza de la investigación médica”. Me imagino que, en el sumo de la exasperación, decidió desvelar el sucio secreto, sabido por muchos y escondido de todos, de que la calidad de la investigación en el área de la medicina era mala, al punto que propuso hacer “menos investigación, mejor investigación y por buenas razones”. Menos investigación, porque realizar mucha y mala investigación no es ético y es un desperdicio de recursos. Mejor investigación, porque es la única manera de poder encontrar respuestas válidas a los problemas de salud. Y por buenas razones, porque la enorme cantidad de investigación que realizan investigadores para avanzar en una carrera académica o por razones ajenas a una eventual aplicación clínica es desolador.

Lo vamos a echar de menos.