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Síndrome de intestino irritable

Irritable bowel syndrome

Resumen

Este texto completo es la transcripción editada y revisada de la conferencia dictada en el Simposio Satélite Novartis, realizada en el marco del XXX Congreso Chileno de Gastroenterología, que tuvo lugar en Viña del Mar el día 28 de noviembre de 2003.

Generalidades

La enfermedad gastrointestinal disfuncional que se conoce como Síndrome de Intestino Irritable (SII) suele producir una gran confusión en cuanto a diagnóstico y tratamiento, a lo que se agrega la necesidad de que un siquiatra preste su apoyo en estos aspectos.
Es preciso establecer el diagnóstico clínico más probable, el diagnóstico diferencial, si lo hubiere, y los exámenes de apoyo que se necesitan para lograr una certeza razonable, antes de proceder al manejo. Es muy importante profundizar en la etapa de diagnóstico antes de entrar a la etapa terapéutica.

Los criterios que se usan para el diagnóstico de SII han cambiado a lo largo de los años. En los años setenta, Manning y su grupo publicaron en The Lancet un grupo de criterios clínicos que fueron adquiriendo credibilidad mundial con el paso de los años. Aproximadamente diez años después, el Grupo Internacional para el Estudio de los Trastornos Gastrointestinales Funcionales creó los criterios que se conocen como Roma I, con base en los criterios de Manning más algunos agregados. En 1999 se crearon los criterios de Roma II, que simplificaban un poco los Roma I y que son los más actuales.

Según los criterios de Roma II, para hacer el diagnóstico de SII debe haber malestar o dolor abdominal durante 12 semanas, no forzosamente continuas, en los 12 meses anteriores. Estas molestias deben tener al menos dos de las siguientes características:

  • se alivian con la defecación,
  • se asocian con alteración de la frecuencia de las deposiciones, o
  • se asocian con alteración de la consistencia o forma de las deposiciones.

Todo esto, en ausencia de patología orgánica que pudiera explicar la presentación clínica. Con frecuencia es difícil cumplir con estos criterios, pues en general es difícil precisar la fecha exacta de inicio de los síntomas y también es difícil precisar si el inicio de los síntomas se asoció con alteración en la frecuencia o forma de las deposiciones. Lo que sí se puede extraer de la historia es que las molestias abdominales ceden (parcial o totalmente) al eliminar las deposiciones.

Es difícil cumplir todos los criterios, pero no porque ellos estén equivocados, sino porque la información que se relaciona con la temporalidad de los síntomas no se puede extraer de manera confiable. La mayoría de las veces, los criterios se utilizan debidamente en el marco de estudios clínicos y grupos de investigación. En la práctica clínica tienen su lugar, pero hay diferencias leves, y ciertos pacientes cumplen un criterio y no otro.

En Canadá, Thompson realizó un estudio sobre la prevalencia de SII en pacientes adultos, con base en los criterios de Roma I y Roma II, para analizar su superposición. La prevalencia con Roma I fue de 13,5%, con Roma II, de 12,1%, y la superposición entre ambos criterios diagnósticos fue de 10%. Esto significa que, a pesar de que no hay grandes diferencias entre los valores mencionados, los criterios de Roma II son más simples, lo que no quiere decir que no se subdiagnostiquen pacientes con SII si se usan estos criterios.

Otros factores clínicos y de laboratorio

Otros factores, además de los criterios ya mencionados, que pueden llevar al diagnóstico de SII, son la sensación de evacuación incompleta, el meteorismo y las deposiciones con moco (sin sangre). En cambio, los síntomas y signos de alerta, como fiebre, baja de peso, anemia y masa abdominal palpable, son incompatibles con este diagnóstico.

Una vez establecidos los criterios y otros factores clínicos que apoyan el diagnóstico, se debe complementarlos con recuento de glóbulos rojos y VHS, lo que permite lograr una especificidad de más de 95% en el diagnóstico.

En el caso particular de esta paciente, en la que se sospecha un SII con predominio de constipación y que necesita tratamiento de sustitución con hormonas tiroideas, es obligatorio verificar que se encuentre eutiroidea antes de emitir el diagnóstico. También hay que recordar que se trata de una paciente de edad media, debe hacerse una colonoscopía o, como mínimo, una sigmoidoscopía. Cabe destacar que en un paciente en que predomina la constipación como alteración del tránsito, la biopsia a ciegas no contribuye al diagnóstico.

Estado sicológico y calidad de vida

Se trata de pacientes que han presentado síntomas por varios años y que deciden consultar por tener ansiedad o grados diversos de depresión; entonces, es importante preguntar qué fue lo que los llevó a consultar ahora, por qué no lo hicieron antes y si hay alguna razón social o psicológica que los llevó a tomar la decisión. No hay que olvidar que estos pacientes han tenido dolor, alteraciones del tránsito, meteorismo, etc., luego, el cuadro no es trivial.

No se debe calificar esta enfermedad como poco seria, sólo porque no amenaza la vida, pues hay evidencia de que los pacientes que sufren de SII tienen una calidad de vida bastante alterada y que esta alteración se correlaciona con la gravedad del cuadro, la que a su vez se basa en la percepción subjetiva del paciente. Si las actividades de la vida del paciente se ven afectadas por los síntomas, el paciente va a catalogar el cuadro como grave y tendrá comprometida su calidad de vida.

Hay muchos indicadores de calidad de vida; el más recomendable es el SF26, porque es un indicador genérico que permite comparar entre pacientes nefrópatas, cardiópatas, neuróticos, etc., y queda en claro que la disminución de la calidad de vida de los pacientes con SII se ve reflejada principalmente en términos de funcionamiento social y en su relación con el dolor.