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Fantasías sexuales en el envejecimiento

Sexual fantasies in aging

Resumen

Este texto completo es la transcripción editada y revisada de la conferencia dictada en el marco del IV Congreso Latinoamericano de Geriatría y Gerontología, Simposio: Sexualidad, realizado en Santiago entre los días 3 al 6 de septiembre de 2003. El evento fue organizado por la Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile, el Comité Latinoamericano de Geriatría (COMLAT) y la Asociación Mundial de Gerontología (IAG).
Presidente del Congreso: Dr. Pedro Paulo Marín.
Presidente Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile: Dr. Salvador Sarrá.
Presiden el Simposio: Dra. Adela Herrera y Dr. Alejandro Uribe.
Editor Científico: Dr. Pedro Paulo Marín.

Introducción
A continuación se presentará una experiencia que se está realizando en conjunto con la Cátedra de Urología y Sexología de la Universidad Central de Venezuela.

Master y Johnson fueron los pioneros en el estudio de la sexología, pero ellos estudiaron principalmente a prostitutas y a personas de hasta 50 años de edad. Por otra parte, es importante recordar que la función hace el órgano y que “órgano que no trabaja, se atrofia”; por lo tanto, si la sexualidad no se trabaja, se atrofia.

Variables que influyen en la sexualidad

La edad es muy importante en lo sexual; un individuo no es igual a los 24 años que a los 60 ó 90, pero si se cultiva este aspecto, se puede tener actividad sexual a cualquier edad, por ejemplo, por medio de la fantasía.

Otra variable importante es el estado civil; no es lo mismo una pareja estable, que ha compartido 40 años de vida, que una persona viuda o soltera.

También influye el cultivo de malos hábitos, como fumar, beber alcohol, no dormir y no comer bien, que van a marcar diferencias a largo plazo, y la calidad de la vida sexual previa; por ejemplo, un hombre y mujer que se casan jóvenes y que mantienen una baja frecuencia de relaciones sexuales, cuando sean mayores no las van a tener.

Hay una serie de factores psicológicos que inciden en la sexualidad. Entre ellos, la autovaloración es muy importante; el individuo cuya autoestima ha sido baja en su juventud va a tenerla aún más baja en la vejez, por lo que su vida sexual en pareja va a estar muy disminuida.

También tiene importancia la expectativa en la actuación, que puede originar temor a fracasar en las relaciones al llegar a una edad mayor; la atracción que se experimente, no sólo hacia la pareja, sino también hacia uno mismo, porque si uno está descontento con su atractivo va a disminuir su actividad sexual; y la capacidad de adaptación, porque no siempre se dan las condiciones óptimas para la pareja.

Influyen mucho el tipo de personalidad (los temerosos y apáticos tendrán más problemas en la vejez), los valores predominantes en sí mismo y en los demás, la autoestima, como ya se señaló, porque el ser humano que esté seguro de sus capacidades no tendrá problemas en su vida sexual al envejecer; y las tendencias emocionales, por ejemplo, las personas muy sensibles tendrán depresión, ansiedad y angustia fácilmente.

También hay factores patológicos que alteran la sexualidad, como la hipertensión arterial, que actúa no sólo por sí misma, sino también por medio de los fármacos empleados en su tratamiento, muchos de los cuales causan disfunciones.

Lo mismo ocurre con la diabetes mal controlada, con la mastectomía, que afecta mucho a algunas personas, con la prostatectomía, que puede causar disfunciones, al igual que la histerectomía, las infecciones venéreas y la disfunción eréctil, y con los trastornos cognitivos, como la demencia.

Necesidades sexuales según sexo

El hombre disfruta cuando alaban su capacidad sexual; necesita la sexualidad y vive de ella. La presión social lo incita a demostrar que él es el más potente y, a mayor edad, más quiere demostrarlo. Le excita la novedad.

La mujer necesita reafirmar su atractivo, sentir que sigue presente a pesar del paso de los años; al sentirse más segura, disfruta de su sexualidad. Lo peor para ella es ser desacreditada, en público o en privado, por su pareja.

Las respuestas sexuales son diferentes en hombres y mujeres. El estado de ánimo del hombre cambia cuando advierte la posibilidad de contacto; él puede tener múltiples problemas, pero en las relaciones sexuales los olvida completamente. En cambio, si la mujer tiene un problema, no disfruta o no tiene relaciones hasta que logra resolverlo; o sea, las condiciones del entorno tienen poca influencia en el hombre, en cambio la mujer está pendiente de ellas.

Por otra parte, los hombres prefieren los estímulos sexuales visuales, mientras que
la mujer prefiere el estímulo auditivo y las caricias.

Fantasías sexuales

Con los años, la pareja se vuelve rutinaria, más aún si ha tenido esta tendencia desde un principio, lo que disminuye la pasión y favorece las relaciones extramaritales. Todo esto se agrava por la falta de comunicación, la presencia de autoestima baja o de comorbilidades. Una manera de terminar con la monotonía es utilizando las fantasías sexuales, que constituyen una estrategia compensatoria.

Estudios realizados en personas solteras y casadas han llegado a la conclusión de que en el cerebro, que es el centro de la imaginación y las fantasías, hay un centro llamado claustro, que se ubica entre el putamen y el globo pálido, y que realiza las fantasías sexuales. Los otros centros del sexo están ubicados en el hipotálamo, tálamo y sistema líbico primitivo.

Las fantasías sexuales son representaciones imaginarias que estimulan los encuentros sexuales y los acompañan siempre. El cerebro envía esas órdenes a los centros mencionados, los que las hacen llegar a los órganos sexuales por vías nerviosas ubicadas a nivel de los dorsales 11 y 12, los lumbares 1 y 2 y los sacros 1 y 2, causando la erección en el hombre y la excitación en la mujer.

Para que se produzca la fantasía, primero debe existir el deseo de tenerla, lo que se logra por medio de una imagen, de preferencia creativa, que por lo general es grata, aunque puede ser lo contrario. La imagen erótica que se crea actúa como un potenciador sicológico, aumentando el deseo sexual y desencadenando las caricias y otros estímulos fisiológicos, que a su vez intensifican la fantasía erótica y aumentan más el deseo sexual, lo que permite romper la rutina.

La actividad sexual nunca se acaba, lo que es lógico, porque no es dañina para el hombre; es una función agradable y le da continuidad a nuestra especie. El contenido de las fantasías difiere según el sexo; el hombre prefiere idear actos sexuales con una mujer distinta a la pareja, imaginarse una diversión sexual con varias mujeres, evocar experiencias vividas, figurarse relaciones masoquistas e idear cómo tener relqciones con una mujer joven.

Las fantasías femeninas más frecuentes consisten en imaginar actos sexuales con un hombre distinto a la pareja, recordar experiencias vividas, idear situaciones sadomasoquistas e imaginar que la violan uno o más hombres. Los sentidos más importantes en el hombre son la vista, el oído y el olfato; el gusto es igual en ambos sexos; en cambio, a ella no le interesa tanto ver, sino oír.

Las fantasías sexuales aumentan la excitación y la pasión, aumentan la confianza en sí mismos y permiten focalizar los sentimientos y pensamientos, aumentando el grado de intimidad. El apoyo de la pareja es muy importante, y es fundamental dialogar acerca de las necesidades y preferencias de cada uno, dejando de lado los mitos, sin olvidar que el lenguaje universal de la sexualidad es el beso.