Acta de reunión clínica

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Una visión evolutiva de la inteligencia social

An evolutionary view of social intelligence

Resumen

Este texto completo es la transcripción editada y revisada de la conferencia dictada en reunión clínica del Departamento de Medicina, Hospital Clínico Universidad de Chile.
La publicación de estas actas ha sido posible gracias a una colaboración editorial entre Medwave y el Departamento de Medicina del Hospital Clínico Universidad de Chile. El director del Departamento de Medicina es el Dr. Alejandro Cotera.

Introducción

En esta conferencia se hablará sobre la inteligencia social desde una perspectiva evolucionista, analizando la forma en que la biología influye en el comportamiento de las personas, en particular en su comportamiento social. Para ello se intentará responder a las siguientes interrogantes: ¿Qué ventaja evolutiva proporciona la inteligencia social? ¿Qué gana el individuo con saber que es diferente a los otros?

Una forma muy simple de definir a los individuos que tienen alto grado de inteligencia social es como “aquellas personas que saben estar en el lugar preciso y en el momento preciso”. Un ejemplo son los “grandes negociadores”, como el famoso y multimillonario Leonardo Farkas, que nació en una familia, no pobre, pero que simplemente le dio la oportunidad de desarrollar este talento.

La inteligencia social es una habilidad innata, es decir, se nace con ella, por lo tanto tiene un fuerte sustrato biológico, al igual que el lenguaje, que todos los individuos desarrollan con gran facilidad con sólo recibir ciertos estímulos y escuchar hablar. Esto se demuestra con una experiencia tan simple como colocar a un niño pequeño a ver una telenovela: en pocos días se enterará de todo el tejido social subyacente, reconocerá con facilidad a los personajes y además detectará muchos pequeños detalles difíciles de percibir a primera vista. Otro ejemplo es la facilidad con que los niños pequeños detectan la jerarquía familiar, la diferencia de poder entre los hermanos y entre los distintos componentes de la familia, lo que se refleja en los distintos tamaños de los personajes cuando se les pide que dibujen a su familia. Con toda esta evidencia, los expertos han llegado a la conclusión de que los seres humanos tienen inteligencia social y que comparten esta cualidad con todos los animales e incluso con insectos como hormigas y abejas.

Es difícil encontrar una definición clara para la palabra inteligencia; una buena aproximación es entenderla como las habilidades que se van desarrollando a lo largo de la vida como consecuencia de la expresión de un sustrato biológico. El talento viene pre-cableado y a lo largo de la vida el individuo lo desarrolla; en otras palabras, la inteligencia tiene una naturaleza biológica, que se desarrolla por el influjo cultural al que el individuo está sometido a lo largo de su vida. Algunos psicólogos más modernos no hablan de “la” inteligencia y postulan la teoría de las inteligencias múltiples, que plantea que, a lo largo de la vida, la persona desarrolla inteligencias técnicas versus la inteligencia social; dentro de las inteligencias técnicas están la lógica matemática, la inteligencia lingüística y la inteligencia espacial y musical, entre otras. Incluso más recientemente se habla de inteligencia existencial, aquellas personas que son muy hábiles para entender bien las grandes preguntas existenciales, y de la inteligencia naturalista o ecologista, de aquellas personas que se entienden bien con la naturaleza. Son elementos innatos que todas las personas traen en su biología, pero no necesariamente todas desarrollan. Lo importante es la constatación de que el ser humano posee un módulo especializado para el intercambio social, lo que no significa que esta habilidad resida en una parte específica del cerebro, sino que dentro de la estructura del ADN de todos los seres vivos que poseen un cerebro que coordina centralmente su comportamiento se encuentra el material necesario para desarrollar la inteligencia social con facilidad.

La inteligencia social en el contexto de la lucha por el poder

Cuando se habla de inteligencia social se piensa de inmediato en una inteligencia que facilita la vida y hace sentir que es grato vivirla; sin embargo, las observaciones sugieren que esta inteligencia puede ser muy maquiavélica cuando se utiliza para tener éxito en la lucha por el poder. El estudio del comportamiento de algunos primates cercanos a los seres humanos, en particular chimpancés, bonobos, mandriles, gorilas y orangutanes, muestra que su inteligencia social está principalmente orientada, en el caso del chimpancé, a transformarse en macho alfa dominante, que es el rey de la comunidad, el dueño único del harén y de los betas, los inferiores, y el único individuo del grupo que tiene derecho a transmitir los genes a las siguientes generaciones. La descendencia genética, biológica, es un atributo o potestad privativa del macho alfa dominante, de ahí que el fin último de todo chimpancé, desde que nace, es utilizar su inteligencia social para lograr algún día llegar a ser el jefe del harén.

En los seres humanos esto explica el hecho de que a los beta, es decir, a los individuos comunes y corriente, les guste tanto observar los conflictos y peleas entre los alfas o grandes jefes. Gran parte de los libros de historia están única y exclusivamente dedicados a las peleas entre los alfas dominantes, como Alejandro Magno, Julio César, Napoleón, dentro de la sociedad. Gran parte de la industria de entretención, la televisión, los programas de política, etc., se ocupan de relatar las peleas, conflictos, discusiones y luchas entre personas que se disputan el poder. En el caso de los primates esto es mucho más evidente: en ellos este módulo de la inteligencia social es sumamente fuerte, tiene un elevado grado de sofisticación y es frecuente que un grupo de individuos aplique una serie de estrategias y tácticas durante un lapso prolongado, de varios meses, hasta destronar al macho alfa dominante y lograr que uno de ellos tome su lugar. Con base en estas observaciones se ha llegado a comprender que el cerebro humano tiene capacidades cognitivas que van más allá de lo que se conoce como la razón.

Peter Wason, psicólogo, ideó el test que lleva su nombre y que permite demostrar que los seres humanos comprenden mucho mejor un concepto de lógica matemática si éste se aplica en un contexto social. El test de Wason consiste en mostrar a la persona cuatro cartas, cada una de las cuales tiene por un lado una letra, por ejemplo A y B y por el otro lado tiene un número, por ejemplo, 3 y 7. Luego se da a la persona la siguiente regla: si la letra A está por un lado, entonces el número 7 está del otro, y se le hace la siguiente pregunta: ¿qué carta o cartas usted tendría que dar vuelta para estar seguro de que se cumple la regla? Hay que dar vuelta la carta A y ver si hay un 7 al otro lado; si lo hay no se viola la regla, si no lo hay, se viola la regla. Dar vuelta la carta que tiene la B no sirve de nada, puede tener cualquier número al otro lado, incluso un 7 sin que se viole la regla porque ésta dice que si en un lado está A entonces del otro está 7, y no al revés; si alguien elige dar vuelta esa carta es porque no entendió la regla. Tampoco sirve dar vuelta la que tiene el 7, porque si por el otro lado aparece B o cualquier letra eso no viola la regla. Finalmente y en lo que la mayoría de la gente se equivoca: hay que dar vuelta la carta que tiene el 3, porque si hay una A al otro lado se viola la regla. Este test se ha aplicado muchas veces a estudiantes de matemáticas de Harvard y el resultado siempre es similar: menos de 20% de las personas da la respuesta correcta (Fig 1).

Test de Wason en un contexto lógico matemático
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Si se plantea un problema equivalente, pero en un contexto social, las personas lo resuelven mucho más fácilmente. Por ejemplo, se presentan cuatro cartas en donde por un lado sale la edad de la persona y por el otro, lo que consume. La regla en este caso es la siguiente: si la persona tiene menos de 21 años no puede beber alcohol. La pregunta es ¿cuál de estas cartas hay que dar vuelta para saber si la regla se está violando? La de 30 no hay que darla vuelta porque da lo mismo si bebe o no alcohol. La de 15 hay que darla vuelta para saber si la persona está o no bebiendo; la que dice “bebe alcohol” también hay que darla vuelta para saber si la persona tiene más de 21 años o no y la que dice “bebe Coca Cola”, da lo mismo. En este contexto, 85 a 90% de las personas responde la pregunta en forma correcta.

Test de Wason en un contexto social
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Estudiar el tema de la inteligencia social es más fácil en modelos menos complejos que el ser humano; por ello las observaciones se han enfocado en primates o en seres humanos pequeños que todavía no tienen esta cualidad desarrollada, como recién nacidos y niños. Esta estrategia la propuso hace algunos años Charles Darwin, quien dijo: “tratemos de entender primero a los animales y después a nosotros mismos”. Los primates más cercanos a los seres humanos son los chimpancés bonobos y, un poco más atrás en el tronco genético, los orangutanes y gorilas; por ello han sido los más estudiados.

La inteligencia social se puede dividir en dos tipos de inteligencia: intrapersonal, que es la inteligencia que permite a la persona sentirse bien consigo misma, con su personalidad, su carácter y su forma de ser, debido a que se conoce muy bien a sí misma; un ejemplo es el Dalai Lama. Ya se ha dicho que la inteligencia social está presente prácticamente en todos los animales, incluso insectos; sin embargo, la inteligencia social intrapersonal existe solamente en los primates más cercanos al ser humano: chimpancés, gorilas y bonobos, como lo demuestra el hecho de que los perros, los gatos y otros animales inferiores no son capaces de reconocerse a sí mismos al ver su imagen reflejada en alguna superficie. El primatólogo Gordon Gallup ideó la prueba del espejo y observó que el chimpancé, al igual que un niño pequeño, después de alrededor de quince a veinte minutos se empieza a dar cuenta de que el individuo que ve tras ese vidrio ejecuta los mismos gestos y acciones que él y comienza a experimentar con distintos movimientos para comprobarlo. Para demostrar que llega un momento en que el chimpancé se reconoce a sí mismo se observó lo que ocurría con uno de estos animales al ponerle una mancha roja inodora en la frente mientras dormía: al despertar el chimpancé se examinó minuciosamente, desconcertado, la mancha (Fig. 3).

se examina una mancha que antes no tenía
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Una observación similar se hizo en un grupo aborigen que se encontró en Nueva Guinea, que vivían todavía en la edad de piedra: al comienzo hablaban de “las gentes detrás de los vidrios” y tardaron meses en darse cuenta de que eran ellos mismos.

El reconocerse a sí mismo como un individuo diferente a los demás es la base de la inteligencia social, que en su forma maquiavélica hace sentir al individuo que los otros son sus enemigos, en la medida en que compiten por las hembras y el poder. Por lo tanto, la primera aplicación de la inteligencia social es lograr el éxito en esta lucha por el poder, y para ello la primera herramienta que el individuo utiliza es el engaño, que requiere del dominio del “arte de ponerse en la posición del otro”. El engaño es una actividad mental compleja, recursiva que se aprende a temprana edad cuando el individuo logra captar lo que ocurre en la mente de la otra persona, adivinar su reacción y anticiparse. Los chimpancés y bonobos también tienen esta habilidad, como lo ha señalado Frans de Waal, eminente primatólogo holandés que en el curso de su vida ha estado a cargo de varios zoológicos experimentales, conoce a fondo a los chimpancés y ha afirmado que “las raíces de la política son más antiguas que las de la humanidad”. Él ha observado que estos simios utilizan el engaño en su vida cotidiana para obtener ganancias; por ejemplo, cuando una hembra tiene relaciones sexuales con el macho alfa dominante es muy expresiva, emite una serie de gruñidos y da muestras de gran placer; pero cuando tiene relaciones con un ejemplar beta joven lo hace en forma silenciosa, sin movimientos, con la vista fija, en todo momento, en el macho alfa dominante, que habitualmente está vigilando. De la misma manera, cuando el macho alfa dominante lesiona a algún beta en el curso de una pelea, durante muchos días, incluso semanas, cuando el herido pasa por delante del alfa cojea, pero cuando éste no lo ve camina y salta normalmente; así logra que el macho dominante lo recompense por su lesión y le otorgue ciertos privilegios, como acceso especial a la comida o a las hembras.

Los chimpancés machos utilizan varias estrategias en la lucha por el poder, entre ellas: formación de alianzas, que el macho alfa dominante trata de destruir; ataques psicológicos, mediante gruñidos, golpes en el pecho y gritos; coimas; inversión paternal, que consiste en que el macho alfa juega con los cachorros o los cuida para ganar el apoyo incondicional de la madre; y finalmente también practican actos de bestialidad, con descuartizamientos, castraciones e infanticidios. Lo que no se ha reportado nunca es el femicidio en los primates. A pesar de esto, sólo 0,4% de los conflictos llega a pelea física y es frecuente que los individuos muestren signos de disminución de la autoestima y la confianza frente a la pérdida de poder, como pataletas, caída de los árboles, gritos descontrolados, gestos de súplica, muestras de inseguridad y comportamientos depresivos, con diferentes respuestas según logren o no apoyo.

Todo esto implica la capacidad de prever, imaginar y planificar acciones a futuro anticipándose a los acontecimientos. Muchos animales hacen alianzas para cazar o para defenderse de un depredador, pero los chimpancés, igual que los humanos, hacen alianzas pensando en lo que va a ocurrir más adelante. El hábito de despedirse antes de un viaje o al acostarse a dormir también implica que están pensando en el futuro, saben que más adelante se van a volver a encontrar con ese individuo. Muchos científicos piensan que el poder de anticipación es la mayor capacidad del ser humano; para ellos, la principal muestra de la inteligencia superior de Leonardo Da Vinci es que se adelantó quinientos años a su época, lo mismo que los artistas primitivos que ejecutaron las pinturas rupestres.

Jane Godall, primatóloga que tiene a su cargo el Parque Nacional de Gombe en Tanzania desde hace muchos años, ha dedicado toda su vida al estudio de los chimpancés en su medio natural. Ella ha llegado a la conclusión de que para la hembra chimpancé tener más crías implica tener más aliados, que son los “maridos” en un sentido amplio, y una posición social más elevada. Estas hembras detectan con facilidad cuáles de sus crías son potenciales machos alfa dominantes y monopolizan el alimento para ellos; además, las hijas de madres de alto rango crecen más rápido, tienen mayor capacidad de supervivencia y alcanzan la madurez sexual mucho antes que las de hijas de madres de rango inferior. En la Fig. 4 aparece Fifi con su hija Flirt: esta hembra ha sido madre a los 44 años, es matriarca dentro de la comunidad de Gombe y dos de sus hijos han sido machos dominantes.

Fifi, matriarca de los chimpancés del Parque Nacional de Gombe, en Tanzania. Dos de sus hijos han sido machos alfa dominantes. En la foto con su hija Flirt.
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Conclusiones

El fin último del desarrollo de la inteligencia social, al menos entre los chimpancés, es tener éxito en la lucha por el poder para llegar a ser macho alfa dominante y ganar el derecho a transmitir los genes a la siguiente generación. En el caso de las hembras, el fin último es aplicar una estrategia reproductiva que asegure la protección de la prole y la mejoría de las características genéticas de la descendencia.

Volviendo a las preguntas iniciales: ¿Qué ventaja evolutiva proporciona la inteligencia social? ¿Qué gana el individuo con saber que es diferente a los otros? ¿Cuál es la ventaja adaptativa de saber engañar y establecer alianzas? Una posible respuesta es que la inteligencia social permite al individuo aprender a leer la mente de los demás una vez que ha aprendido a leer la suya propia, lo que le permite adquirir el gran poder de manipular a los otros individuos para que actúen en su beneficio (egoísmo) o en el de los demás (altruismo).