Revisión clínica

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Ácidos grasos poliinsaturados en el tratamiento de la esclerosis múltiple

Polyunsaturated fatty acids for multiple sclerosis treatment

Resumen

INTRODUCCIÓN Los ácidos grasos son conocidos por jugar un papel en la estructura y actividad del sistema nervioso. Recientemente los resultados de estudios epidemiológicos en enfermedades neurodegenerativas como la esclerosis múltiple se han dirigido a la evaluación de la utilidad de los ácidos grasos poliinsaturados sobre esta enfermedad.

OBJETIVO Examinar estudios recientes de ensayos clínicos aleatorizados y estudios de revisión sobre el efecto terapéutico de los ácidos grasos poliinsaturados en la esclerosis múltiple.

MÉTODOS Se realizó una búsqueda de artículos en MEDLINE/PubMed y la Biblioteca Cochrane con los términos "ácidos grasos", "omega-3" y "omega-6" en combinación con "esclerosis múltiple" que posteriormente fueron revisados y verificados por su contenido relevante.

RESULTADOS Estudios epidemiológicos han confirmado los beneficios de la suplementación de la dieta con ácidos grasos poliinsaturados, especialmente con omega-3, en enfermedades inflamatorias, autoinmunes y neurodegenerativas. En contraste, no se demuestra un efecto beneficioso de este tratamiento en la esclerosis múltiple pero muchos estudios tienen varias limitaciones tanto en el diseño del estudio como en la muestra.

CONCLUSIONES Hay algunos indicios de que el consumo de ácidos grasos poliinsaturados tiene un efecto protector sobre el riesgo de esclerosis múltiple, pero los estudios controlados realizados hasta la fecha no han producido resultados definitivos con respecto a los posibles beneficios de la suplementación con ácidos grasos poliinsaturados en los pacientes con esclerosis múltiple. Para admitir estos posibles beneficios, cualquier resultado positivo deberá ser seguido a largo plazo.

Introducción

La esclerosis múltiple se define como una enfermedad desmielinizante, crónica, autoinmune e inflamatoria que afecta a todo el sistema nervioso central. Constituye la principal causa de discapacidad neurológica no traumática entre los adultos jóvenes. La enfermedad se caracteriza por la destrucción de la vaina de mielina, identificada como una cubierta protectora que rodea a las células nerviosas del cerebro y de la medula espinal. La progresiva pérdida y adelgazamiento de la misma conduce a la formación de tejido o placas. Esto interfiere con la trasmisión de señales nerviosas y produce síntomas que varían según el lugar donde se ha producido el daño [1].

La esclerosis múltiple es impredecible y varía de sujeto a sujeto, es por eso que ha sido una de las enfermedades más enigmáticas a pesar de haber sido estudiada durante mucho tiempo, refiriéndose específicamente a la manera en cómo se manifiesta y sin haber esclarecido a ciencia cierta aspectos como factores de riesgo asociados, su fisiopatología y tratamiento. Específicamente con respecto al tratamiento se ha descrito la relación existente entre los ácidos grasos poliinsaturados como base de una nueva estrategia para el tratamiento alternativo en la esclerosis múltiple. Y es que los ácidos grasos poliinsaturados se han asociado con diversos procesos inmunomoduladores y reacciones antiiinflamatorias, que podrían influir en el curso de la enfermedad [2].

Muchos pacientes con esclerosis múltiple hacen uso de la medicina complementaria alternativa como parte del tratamiento para ayudar a controlar su enfermedad y los síntomas que se presentan. Se ha descrito que hasta el 70% de estos pacientes prueban una o varias terapias de medicina complementaria alternativa [3]. Este tipo de terapias describen justamente la utilización de ácidos grasos poliinsaturados además del uso de antioxidantes junto con una dieta adecuada. Las investigaciones son muy limitadas en la evaluación sobre la seguridad y eficacia de estas, sin embargo en los últimos años la National Multiple Sclerosis Society ha estado apoyando activamente la investigación en este ámbito tan importante.

Parece prometedora la función de los ácidos grasos poliinsaturados en relación al desarrollo de esclerosis múltiple. Sin embargo, se requieren más estudios clínicos cuidadosamente controlados y con dosis óptimas de ácidos grasos poliinsaturados para valorar la asociación existente entre ambas. Con esta revisión se tiene la intención de ofrecer una visión sobre la utilidad de los ácidos grasos poliinsaturados en la esclerosis múltiple.

Se realizó una búsqueda de artículos en la base de datos MEDLINE/PubMed y la Biblioteca Cochrane. Se eligieron artículos publicados en revistas indexadas que fueron publicados durante el año 2000 al año 2013. Se prefirieron ensayos clínicos aleatorizados y artículos de revisión. Para la búsqueda se utilizaron los términos “ácidos grasos”, “omega-3” y “omega-6” en combinación con “esclerosis múltiple”. Los artículos fueron revisados y verificados por su contenido relevante. Se incluyó también información de investigaciones realizadas en animales para el tratamiento de la esclerosis múltiple.

La esclerosis múltiple ha sido objeto de muchas hipótesis etiológicas. Una de ellas es la relación de los ácidos grasos poliinsaturados con la patogénesis de la esclerosis múltiple.

Aspectos clínicos de la esclerosis múltiple

Jean Martin Charcot en 1868 realizó las primeras descripciones sobre la esclerosis múltiple. Junto con el estudio anátomo-clínico, este autor buscó las primeras correlaciones entre las características clínicas de esclerosis múltiple y los cambios observados de la patología post-mortem y propuso la triada de Charcot: diplopía, disartria y ataxia [4].

Trascurrió más de un siglo para que Mouzaky (2004), Alemany (2005) y otros investigadores interesados en el tema describieran el papel que el sistema inmune juega en la patogénesis de la enfermedad. Estos autores sostuvieron que la respuesta inmune de esta enfermedad tiene dos componentes principales: un proceso inflamatorio y una fase neurodegenerativa (esclerosis) [4],[5],[6],[7],[8]. Se ha descrito la evolución del padecimiento desde el inicio con síntomas inespecíficos, sin tratamiento, hasta la progresión de etapas más definidas (brote-remisión ó progresiva).  Así es como pacientes con esclerosis múltiple se pueden agrupar en cuatro grandes categorías basadas justo en el curso de la enfermedad.

  • Remitente-recurrente (relapsing/remitting multiple sclerosis): cerca del 85% de los pacientes presentan esta clase, se caracteriza por cuadros agudos de síntomas neurológicos con recuperaciones, períodos libres de enfermedad sin progresión de la enfermedad.
  • Secundariamente progresiva (secondary progressive multiple sclerosis): aparece diez a veinte años después de la instalación de la forma remitente-recurrente, las remisiones se vuelven infrecuentes y por lo general son remplazadas por un empeoramiento gradual de los síntomas neurológicos a lo largo de meses a años.
  • Primariamente progresiva (primary progressive multiple sclerosis): sólo 15% de los pacientes con esclerosis múltiple se presentan con síntomas neurológicos progresivos y graduales sin remisiones desde el inicio. Generalmente los síntomas son mielopáticos.
  • Progresiva-recurrente (progressive-relapsing multiple sclerosis): es un subtipo de la forma primaria progresiva que puede tener recaídas raras sobreimpuestas a una progresión lenta. Este subtipo tiene escasez de lesiones cerebrales y espinales [9].

La mayoría de los pacientes presentan el subtipo recurrente-remitente. Como ya se mencionó antes, este tipo de esclerosis múltiple se caracteriza por períodos de estabilidad clínica que se interrumpen por recaídas o ataques de esclerosis múltiple durante el cual los pacientes experimentan deterioro clínico. Los pacientes pueden o no tener una recuperación completa de estas recaídas [10].

Se habla de múltiples factores de riesgo asociados a una enfermedad que es causada por una compleja interacción de factores genéticos y ambientales, donde el tabaquismo (factor de riesgo más importante en el desarrollo y empeoramiento de la esclerosis múltiple), la infección por el virus de Epstein-Barr y la poca exposición a la luz solar (deficiencia de vitamina D) son los más importantes. La esclerosis múltiple ocurre con mayor frecuencia en mujeres que en hombres. El origen étnico también ha sido discutido en el desarrollo de esta enfermedad clerosis múltiple, algunos grupos tienen mayor riesgo que otros. Los afroamericanos tienen 40% menos riesgo que los de raza blanca, otras poblaciones de bajo riesgo son los nativos americanos, mexicanos, puertorriqueños y japoneses. Existe una virtual ausencia de la enfermedad en chinos y filipinos, este efecto seguramente está genéticamente determinado [11].

Cuando se presentan estos factores de riesgo y se manifiesta la enfermedad, durante los episodios de inflamación, los síntomas agudos se desarrollan típicamente a lo largo de varios días para finalmente ir disminuyendo y resolverse a lo largo de semanas o meses. Estos síntomas se derivan en relación a la localización del foco de desmielinización lo que incluye trastornos sensitivo-motores, neuritis óptica, ataxia, vejiga neurogénica, fatiga, depresión, espasticidad, dolor y desequilibrio [12]. Estas características deben contar con una evaluación clínica, que en ocasiones es inexacta por contar con una variedad de síntomas neurológicos. Existen escalas que miden aspectos distintos del deterioro neurológico, la más usada es la escala ampliada del estado de discapacidad (expanded disability status scale), la cual cuantifica la afectación de ocho sistemas funcionales (piramidal, cerebeloso, del tronco cerebral, sensitivo, intestinal y vesical, visual, cognitivo y otros) [13].

El diagnóstico de la esclerosis múltiple depende de la documentación de múltiples eventos neurológicos centrales separados por tiempo y espacio (anatómicamente). Así mismo, se apoya en estudios como resonancia magnética, bandas oligoclonales en líquido cefalorraquídeo y potenciales evocados del tallo (visuales).

Epidemiologia de la esclerosis múltiple

Se ha documentado la variabilidad epidemiológica de acuerdo a la situación geográfica, siendo su ocurrencia más frecuente en países del norte de Europa, Estados Unidos y Canadá [14]. Esta incidencia se ha atribuido a una baja exposición solar y consecuente deficiencia de vitamina D disponible en el cuerpo humano. Los primeros estudios realizados sobre esta hipótesis fueron realizados por Kurtzke et al en 1975 [11]. Estos autores plantearon la teoría de que el área geográfica de nacimiento y residencia se relaciona con la incidencia y prevalencia de esclerosis múltiple, de tal manera que la prevalencia de la enfermedad aumenta conforme se aleja la zona geográfica del ecuador. De ahí, se propusieron tres zonas de riesgo de esclerosis múltiple, en base a la prevalencia [15].

  1. Zona de alto riesgo: prevalencia mayor o igual 30 casos por 100 000 habitantes. Comprende las latitudes entre 43-65 grados latitud norte y 33-34 (incluye poblaciones del norte de Europa, Estados Unidos y Canadá) y entre 33-44 grados latitud sur (incluye poblaciones de Australia y Nueva Zelanda)
  2. Zona de riesgo medio: prevalencia es de 5 a 29 casos por 100 000 habitantes, y corresponde al sureste de Estados Unidos, sur de Europa y la zona meridional de Australia.
  3. Zona de bajo riesgo: prevalencia de menos de 5 casos por 100 000 habitantes e incluye a Asia, América Latina, África y regiones próximas al Ecuador [14].

La esclerosis múltiple se presenta de 30 a 100 casos por cada 100 000 personas en Europa Occidental, sur de Canadá, norte de Estados Unidos, sur de Australia y Nueva Zelanda mientras que en Asia, América Central África y Groenlandia se presentan de 0 a 19 casos por cada 100 000 habitantes, lo que constituye una frecuencia muy baja. Se cree que entre dos y tres millones de personas en todo el mundo padecen esclerosis múltiple [16]. En la década de los setenta en México se creía que la enfermedad era rara con una prevalencia de 1,6 por 100 000 habitantes. Esta prevalencia ha tenido un incremento gradual hasta la prevalencia actual de 12 a 15 casos por cada 100 000 habitantes pero, sin duda esta cifra puede estar subestimada debido a la infraestructura del sistema de salud y a los subdiagnósticos, así como a la poca aplicabilidad de los criterios de McDonald en algunos centros; también se cree que el aumento de los casos es debido al mestizaje puesto que la incidencia en indígenas es baja [10].

Ácidos grasos poliinsaturados

Los ácidos grasos poliinsaturados se definen por poseer más de dos dobles enlaces de carbono, y por tener más de 18 átomos de carbono, lo que los convierte en ácidos grasos de cadena larga. Los ácidos grasos omega-3 y omega-6 forman parte de esta familia. Dentro de los omega-3 el ácido linolénico es el más representativo, mientras que el ácido linoleico lo es para los ácidos grasos omega-6. El ácido eicosapentanoico y ácido docosahexaenoico y el ácido alfa-linoleico son los tres tipos de ácidos grasos omega-3. El ácido eicosapentanoico y el ácido docosahexaenoico se sintetizan justamente a partir de ácido linolénico a través de una serie de pasos enzimáticos [17]. Ambos son considerados esenciales puesto que el organismo no cuenta con las enzimas necesarias para poder biosintetizarlos. Los omega-3 derivan principalmente de los alimentos de origen marino (pescados azules o grasos), mientras que los omega-6 se encuentran en alimentos de origen vegetal (mayoritariamente en aceites vegetales). La Tabla I muestra las fuentes principales de ácidos grasos omega-3 y omega-6 encontradas en distintos alimentos. Mientras que en la Tabla II por su lado, se muestra de una manera más detallada el contenido de acido alfa-lipoico y ácido eicosapentanoico/ácido docosahexaenoico en diferentes grupos de alimentos según la tabla de composición de alimentos Canadian Nutrient File.

Principales fuentes de ácidos grasos omega-3 y omega-6 encontradas en alimentos.
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Principales fuentes de alimentos con contenido en ácidos grasos omega-3.
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Los omega-6 son más abundantes en la dieta que los omega-3. Particularmente los omega-6 se convierten a otros metabolitos a través de diversos procesos enzimáticos y finalmente a ácido araquidónico que se convierte posteriormente en eicosanoides. Los omega-3 tienden a ser agentes antiinflamatorios más potentes que los omega-6, pero los efectos de ácidos grasos omega-6 pueden predominar debido a la abundancia de estos compuestos en la dieta. Los estudios nutricionales sugieren que la dieta occidental es deficiente en ácidos grasos de cadena larga debido a que ésta se basa en carnes rojas, granos refinados, dulces y postres.

Los ácidos grasos poliinsaturados en el sistema nervioso central

Actualmente la mayoría de las hipótesis planteadas en relación a la esclerosis múltiple indican que los ácidos grasos poliinsaturados, especialmente los omega-3 aportarían moléculas necesarias para la reconstrucción de la vaina de mielina, la cual es seriamente afectada en pacientes con esta patología [20]. La composición de ácidos grasos determina las propiedades biofísicas de las membranas neuronales, influyendo directamente en el proceso de neurotransmisión. Se ha descrito que los ácidos grasos trans, por el contrario, disminuyen la fluidez de las membranas plasmáticas, generando efectos nocivos para la salud [21]. El ácido docosahexaenoico y el ácido araquidónico son los principales ácidos grasos poliinsaturados presentes en las membranas de las células cerebrales y de la retina.

El uso de suplementos de omega-3 está asociado con una reducción de la actividad y de los niveles plasmáticos circulantes de células del sistema inmune (linfocitos polimorfonucleares, neutrófilos y monocitos), incluida la reducción de la producción de mediadores de la inflamación. Por otra parte, la ingesta de omega-6 mejoraría una serie de índices asociados a la respuesta inmune, incluida la proliferación linfocitaria, una mayor actividad de los macrófagos y la producción de citoquinas [20],[21],[22],[23]. Todos estos antecedentes permiten sugerir un cierto rol protector de los omega-3 en la esclerosis múltiple, lo cual conduciría a establecer el uso de omega-3 como eventual agente antiinflamatorio y neuroprotector en esta enfermedad.

La composición de la dieta y la ingesta de ácidos grasos se han sugerido como posibles factores ambientales que afectan tanto el riesgo de enfermedad como su progresión. Los primeros estudios que sugieren que la composición grasa de la dieta afecta el riesgo de esclerosis múltiple fueron realizados por Swank et al en 1950 [24]. Así es como la suplementación de ácidos grasos omega-3 ha sido parte del tratamiento complementario más utilizado en pacientes con esclerosis múltiple. Los tratamientos de rehabilitación, incluyendo el tratamiento farmacológico pueden ayudar a mejorar los síntomas que presentan estos pacientes en un grado variable, sin embargo la atención médica todavía no es óptima. La mayoría de los pacientes con esclerosis múltiple utilizan la suplementación de ácidos grasos poliinsaturados como complemento a una terapia convencional demostrando beneficios factibles, por tanto una dieta rica en ácidos grasos pollinsaturados parece tener un alto perfil de seguridad cuando se usa en dosis recomendadas.

Evidencia científica del uso de los ácidos grasos poliinsaturados en esclerosis múltiple

Como ya se mencionó anteriormente la etiología de la esclerosis múltiple es desconocida, sin embargo se ha aceptado que la nutrición es uno de los posibles factores ambientales implicados en la patogénesis de la enfermedad. Sin embargo, su papel como tratamiento complementario no es claro y no se ha tenido en cuenta en gran medida. En la actualidad la terapia de la esclerosis múltiple no se asocia a una dieta en particular, probablemente debido a la falta de información sobre los efectos de la nutrición en la enfermedad. Para superar la desconfianza de la utilidad de la dieta en la esclerosis múltiple y para fomentar las intervenciones nutricionales en el curso de la enfermedad, es necesario evaluar la naturaleza y el papel de las moléculas bioactivas en la dieta y sus objetivos, y establecer cómo un control de la dieta puede influir sobre el metabolismo de las células y mejorar el bienestar de los pacientes con esclerosis múltiple.

El ácido docosahexaenoico está presente en alta concentración en el cerebro, pero sus niveles disminuyen en pacientes con esclerosis múltiple. Tanto el ácido eicosapentanoico como el ácido docosahexaenoico se encuentran como ya se ha mencionado anteriormente, en productos de origen marino y se conocen sus propiedades antiinflamatorias, antitrombóticas e inmunomoduladoras. También ejercen una serie de efectos neuroprotectores y tienen un valor terapéutico en varias enfermedades neurológicas. Los ácidos grasos omega-3 ejercen efectos importantes sobre la expresión génica. Inhiben los factores de transcripción NFkB, SREBP-1c, y LXR y activan el receptor nuclear PPAR. Como consecuencia, los ácidos grasos omega-3 reducen el proceso inflamatorio y la síntesis de ácidos grasos [25],[26]. En las células microgliales de rata activadas con lipopolisacáridos (LPS), el aceite de pescado inhibe la expresión de MMP-9 [27] de manera similar a IFN- β [28]. El ácido eicosapentanoico y ácido docosahexaenoico inhiben la formación de IFN-γ, involucrado en el rompimiento de mielina.

Un número de estudios ha investigado el efecto de la suplementación de ácidos grasos omega-6 en la encefalomielitis autoinmune experimental. Esta ha permitido visualizar con claridad la inmunopatogénesis de la esclerosis múltiple, se trata de un modelo animal con características histológicas que simulan la esclerosis múltiple en el sistema nervioso central. La mayoría de estos estudios han encontrado resultados favorables en ratones que son alimentados con una dieta enriquecida con estos ácidos grasos poliinsaturados. El ácido linoleico ha demostrado que reduce la gravedad de esta enfermedad cuando se administra antes de la inducción de encefalomielitis autoinmune experimental [29],[30]. En otro estudio de seguimiento se demostró que el ácido linoleico podría reducir la gravedad de la encefalomielitis autoinmune experimental tanto en su estado agudo como crónico [31]. En este mismo estudio se reportó un aumento de la producción de prostaglandina E2 en ratones alimentados con una dieta rica en ácido linoleico. Por su lado, los resultados de estudios acerca de la suplementación de ácidos grasos omega-3 son menos consistentes. Dos estudios han buscado el efecto de la suplementación de omega-3 en encefalomielitis autoinmune experimental. El primero de ellos informó que el ácido linolenico y el ácido eicosapentanoico (500 mg/kg de peso corporal) agravó el curso clínico de la encefalomielitis autoinmune experimental [32]. En contraste, un segundo estudio reportó efectos preventivos gracias a la suplementación de omega-3 con ácido docosahexaenoico antes de la inducción de encefalomielitis autoinmune experimental [33]. Los investigadores informaron que el efecto beneficioso de ácido docosahexaenoico en la encefalomielitis autoinmune experimental se asoció con la reducción del número de células IFNC-e IL-17 de producción CD4 (+), células T en bazo y SNC.

Otro estudio informó el efecto de la suplementación con omega-3 en el modelo de Cuprizone de desmielinización. En este estudio, unos ratones fueron alimentados con una dieta enriquecida con salmón o aceite de hígado de bacalao y otros con una dieta control. Los ratones alimentados con salmón tuvieron menor actividad de la enfermedad y desmielinización medida por resonancia magnética en comparación con los otros dos grupos [34]. Los autores de este artículo concluyeron que las dietas ricas en pescados grasos podrían tener efectos protectores contra la desmielinización. Sin embargo no se han observado efectos benéficos de la administración de suplementos de omega-3 en forma de aceite de hígado de bacalao.

En un artículo reciente, Unoda et al [35] investigaron el posible efecto terapéutico de ácido eicosapentanoico en la encefalomielitis autoinmune experimental, los ratones con encefalomielitis autoinmune experimental fueron alimentados con una dieta con y sin ácido eicosapentanoico. Las puntuaciones de encefalomielitis autoinmune experimental en los ratones alimentados con ácido eicosapentanoico fueron estadísticamente más bajas que en los ratones sin ácido eicosapentanoico. En los ratones con ácido eicosapentanoico, la producción de IFN-γ e IL-17 fue notablemente inhibida mientras que los niveles de expresión de los receptores activados por el PPAR se mejoraron significativamente en el SNC. Este artículo señala como conclusión que el ácido eicosapentanoico se muestra prometedor como un nuevo agente terapéutico potencial contra la esclerosis múltiple.

Por otro lado, los ácidos grasos poliinsaturados se han asociado a múltiples beneficios para la salud. Existe una gran cantidad de literatura que sugiere una relación entre la dieta y esclerosis múltiple. El consumo de granos, con alto contenido de ácido fítico (garbanzos, lentejas, granos integrales), carnes, grasas saturadas y leche se asocia a una mayor prevalencia de esclerosis múltiple. Los beneficios encontrados en el uso de ácidos grasos poliinsaturados como parte del tratamiento de la esclerosis múltiple se han descrito desde hace más de tres décadas. Aquellas intervenciones que consideran el uso de ácidos grasos poliinsaturados han sido asociadas con un beneficio en enfermedades psiquiátricas y neurodegenerativas [30],[37],[38].

Una dieta baja en grasa también fue identificada como una terapia que regularmente es adoptada por pacientes con esclerosis múltiple. Esta dieta la introdujo el neurólogo Roy Swank hace más de 50 años. La dieta Swank se caracteriza por una baja cantidad de grasa saturada, que no debe rebasar los 15 g, más la suplementación con aceite de hígado de bacalao. Un estudio de seguimiento realizado por Swank informó resultados positivos, sin embargo la investigación relacionada con esta misma dieta ha sido criticada por la falta de un grupo control para su comparación y una adecuada validación científica. En el caso de la esclerosis múltiple los beneficios se han evidenciado tanto en el ámbito mental como físico, donde las evaluaciones indican una mejora significativa en la sintomatología de la enfermedad. Algunos de los efectos se han observado incluso en pacientes que consumen una dieta baja en grasas pero suplementada con ácidos grasos omega-3. Sin embargo, las pruebas con respecto a la progresión de la esclerosis múltiple aún no son totalmente concluyentes [38],[39],[40],[41].

La suplementación dietética específicamente con ácidos grasos omega-3, según información disponible, ayuda a reducir la gravedad de la esclerosis múltiple en pacientes con diagnostico reciente y retrasaría la aparición de los síntomas, lo cual se hace efectivo cuando la suplementación es por medio de aceites de origen marino [38]. Desafortunadamente, no se cuenta con mucha información acerca del tema, son pocos los estudios que fundamentan su información con alguna intervención dada en pacientes con esta patología y en México son escasos los estudios donde se describan los beneficios que se pueden obtener tras la suplementación de ácidos grasos poliinsaturados.

La eficacia de ácidos grasos poliinsaturados en el tratamiento de esclerosis múltiple se ha evaluado en distintas investigaciones. Se encontraron cuatro ensayos clínicos aleatorizados, que se resumen en la Tabla III. Sin embargo, la mayoría de estos estudios tienen limitaciones importantes haciéndolos poco concluyentes con respecto a la eficacia de los ácidos grasos poliinsaturados en la esclerosis múltiple.

Ensayos clínicos controlados aleatorizados de la eficacia de los ácidos grasos poliinsaturados en el tratamiento de la esclerosis múltiple.
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Discusión

Publicaciones sobre la prevención y tratamiento de la esclerosis múltiple abren las posibilidades a la medicina moderna y han evolucionado en los últimos años. Hoy en día se conoce una amplia gama de tratamientos disponibles. Sin embargo, la efectividad de dichos tratamientos médicos ha sido variable. Es, por lo tanto, casi inevitable que muchos pacientes recurran a una terapia alternativa como ayuda en el tratamiento de la enfermedad.

Hace más de 50 años, Swank et al analizaron la incidencia de esclerosis múltiple en diversas regiones geográficas de Noruega [24]. Estos investigadores encontraron una menor incidencia en las regiones costeras en las que la ingesta de pescado era más alto y el consumo de alimentos de origen animal fue menor. Alter et al analizaron datos epidemiológicos de veintidós países [42]. La prevalencia de esclerosis múltiple se correlacionó positivamente con la ingesta de energía total, grasa, aceite y proteína. Por encima de todo, la ingesta de alimentos de origen animal se asoció con la prevalencia de esclerosis múltiple. Estudios con una intervención en el aumento del consumo de ácido graso omega-3 en forma de aceite de hígado de bacalao y aceite de pescado [4],[41],[43],[44], han mostrado una tendencia hacia la reducción de la tasa y la gravedad de las exacerbaciones, en pacientes con esclerosis múltiple.

Esparza et al en 1995 demostraron una relación existente entre la mortalidad por esclerosis múltiple y la grasa proveniente de la dieta [45]. Los ácidos grasos saturados, las grasas provenientes de origen animal -sin incluir alimentos de origen marino- se correlacionan positivamente con la mortalidad de esta patología. Un riesgo incrementado para esclerosis múltiple asociado a una dieta alta en energía al igual que a los alimentos de origen animal encontraron Ghadirian et al justamente tres años después [46]. Este mismo estudio también revelo un efecto protector de otros nutrientes como vitamina C, tiamina, rivoflavina, calcio, potasio, fibra. En contraste, otro estudio [47] realizado solo en mujeres no encontró ninguna asociación entre el consumo de frutas y verduras, multivitamínicos y vitaminas C y E con el riesgo de presentar esclerosis múltiple.

Sin embargo, hay que considerar que para obtener mejores resultados en el tratamiento, se sugiere el asesoramiento en el plan de alimentación junto con la suplementación de vitaminas con el objetivo de reducir las tasas de exacerbaciones y mejorar la función en pacientes con esclerosis múltiple, justo como lo manejaron Nordvik et al en su estudio [23]. Asegurar la disminución del consumo de grasas saturadas, el incremento del consumo de pescado a tres o cuatro veces por semana junto con el consumo de frutas y verduras además de la disminución del consumo de azúcar, café y el abandono del hábito tabáquico, indudablemente traería mejores resultados a los pacientes con esclerosis múltiple.

Algunos datos demuestran que una dieta baja en grasa podría tener potencial alto para disminuir la carga de la enfermedad física y emocional en pacientes con esclerosis múltiple; aunque la dieta muy baja en grasa complementada con los efectos del aceite de pescado surgió como una forma más eficiente comparada con la de aceite de oliva. Ambas intervenciones dietéticas con poca grasa fueron bien toleradas y se asocia con una disminución en el número de recaídas. Sin embargo los estudios revisados tienen varias limitaciones como el pequeño número de pacientes que participan y la implementación de intervenciones simultáneas.

Estudios han demostrado que una reducción en la cantidad de la ingesta de grasas ha mejorado la respuesta inmune y la suplementación de ácidos grasos poliinsaturados, específicamente de omega-3, reducen la proliferación de ciertos factores como neutrófilos, monocitos y linfocitos incluyendo el proceso inflamatorio [48],[49].

Los pacientes con enfermedades crónicas como la esclerosis múltiple a menudo se encuentran atraídos a terapias donde se prometen soluciones para el control de su enfermedad [50],[51] y donde las opciones en las modificaciones en la dieta parecen muy atractivas. Sin embargo, hay que buscar la adherencia de los pacientes a un régimen de alimentación estricto por periodos prolongados. La alta tasa de deserción ha sido unas de las dificultades más importantes que se ha presentado, por lo tanto se necesita recabar información sobre la adherencia al tratamiento por periodos prolongados. Este último punto requiere de investigaciones a futuro.

Diversos investigadores sugieren que muchos pacientes sufren de diversas formas de malnutrición, como pérdida de peso, o incluso un peso por arriba de la meta o alguna deficiencia de vitaminas. La proporción de quienes puedan presentar desnutrición o una pérdida de peso aumenta [52] en quienes presentan una discapacidad grave. La pérdida de peso ha sido encontrada frecuentemente [52],[53] aunada a otros factores relacionados como la disfagia o adinamia, náuseas o diarrea (estos últimos por los fármacos empleados) que pueden contribuir potencialmente al desarrollo de la misma. Los síntomas pueden ser comunes y a menudo pueden pasar por alto en estos pacientes, lo que se traduce en subestimaciones de la prevalencia real [54]. Estos y otros desequilibrios nutricionales además de ser comunes pueden influir en el curso de la esclerosis múltiple y por supuesto en la calidad de vida del paciente, por lo tanto, para cada uno de ellos se requiere un enfoque interdisciplinario incluyendo un asesoramiento dietético.

Por último, los ensayos clínicos aleatorizados son preferibles para la demostración de la eficacia, ya que tienen el diseño menos susceptible a sesgos. Pero estas pruebas tienen limitaciones propias; los ensayos que han evaluado la eficacia de varios ácidos grasos poliinsaturados típicamente contenían pequeños tamaños de muestra o períodos de seguimiento cortos, lo que redujo su poder para detectar efectos pequeños y eventos adversos.

Conclusiones

Hay algunos indicios que permiten sugerir que la dieta con una ingesta alta de ácido eicosapentanoico y ácido docosahexaenoico podrían contribuir a la prevención e incidencia de una enfermedad neurodegenerativa como lo es la esclerosis múltiple. Sin embargo, la heterogeneidad de los estudios controlados, las dosis, duración y de las variables de desenlace, el pequeño tamaño de muestra y posibles sesgos hacen que al momento no exista evidencia concluyente sobre la utilidad de la suplementación con ácidos grasos poliinsaturados como terapia coadyuvante en esclerosis múltiple. Para corroborar estos posibles beneficios, si los hubiera, cualquier resultado positivo debe ser seguido a largo plazo.

Notas

Declaración de conflictos de intereses
Los autores han completado el formulario de declaración de conflictos de intereses del International Committee of Medical Journal Editors (ICMJE), traducido al castellano por Medwave, y declaran no haber recibido financiamiento para la realización del artículo, ni tener conflictos de intereses con la materia del artículo.