Publicado el 1 de julio de 2007 | http://doi.org/10.5867/medwave.2007.06.2747
Sexualidad en adultos mayores
Sexuality in older adults
Resumen
Este texto completo es la transcripción editada de una conferencia dictada en el marco de la I Jornada Internacional de Enfermería Gerontológica y Geriátrica de la V región, organizada por el Colegio de Enfermeras de Chile, y realizada en Valparaíso el 3 y 4 de noviembre de 2006.
Cambios físicos que modifican la respuesta sexual
En el adulto mayor, la sexualidad se modifica a causa de cambios físicos que se producen en su cuerpo: en piel y mucosas; en el sistema vascular y circulatorio; a nivel neurológico y hormonal; cambios en la percepción del frío y del calor y cambios en los ritmos horarios.
Los cambios en piel y mucosas no son tan graves en el hombre como en la mujer, que ante cualquier lesión o condición que afecte a su tejido mucoso presenta problemas; la vagina en la mujer joven es un conducto que se distiende fácilmente, pero a medida que pasan los años se va volviendo liso y menos extensible. El principal problema que afecta a los hombres está en la línea vascular, en la circulación de la sangre: ellos sienten que llega menos sangre adonde debería llegar, y esos cambios se acentúan con el uso de ciertos medicamentos.
Los cambios neurológicos alteran la sensibilidad de distintas zonas del cuerpo, de modo que donde antes las caricias provocaban placer, ahora provocan dolor o a la inversa, en zonas en las que antes no se sentía nada, ahora resultan agradables al tacto. Gran parte de esto se debe a los cambios hormonales, que son objetivamente más notorios en la mujer: después de la menopausia, como se denomina a la última menstruación, comienza el período del climaterio, que se caracteriza por notorios cambios hormonales. Las hormonas regulan el funcionamiento del cuerpo e influyen mucho en la actividad sexual y en el estado de ánimo, de modo que los cambios en este aspecto pueden afectar en forma significativa la disposición de la mujer a un encuentro sexual.
Las percepciones de frío y calor se manifiestan en situaciones de índole práctica que pueden parecer menores, pero dificultan la relación de la pareja. En el período cercano a la menopausia, o inicio del climaterio, las mujeres sienten oleadas de calor alternadas con frío, lo que suele generar, por ejemplo, una lucha constante por los cobertores en el espacio íntimo de la cama.
La alteración de los ritmos horarios hace que las personas se acuesten o despierten a horas que no son habituales. Por lo general la práctica sexual se asocia a la hora de acostarse a dormir por la noche, que en el adulto mayor se adelanta y, como muchas veces los adultos mayores viven como allegados en casas de personas más jóvenes, que se acuestan más tarde, tienen grandes dificultad para tener un espacio de intimidad en ese horario.
Cambios en la sexualidad en la tercera edad
El hombre mayor necesita un estímulo directo para preparase para el acto sexual, a diferencia de lo que ocurría en su juventud, cuando la mayor parte de las veces bastaba con una insinuación para que estuviera listo. El problema es que el acercamiento a lo genital de los actuales adultos mayores es distinto al de los jóvenes; antes, por lo general las mujeres no tenían contacto con los genitales de su pareja excepto en el momento de la penetración, durante la cual el hombre se movía y ella no hacía nada, o sea, hacía lo justo y necesario para quedar embarazada. La estimulación directa implica que la mujer toque y acaricie los genitales, frente a lo cual lo más frecuente es que ella experimente un rechazo debido a ciertos elementos culturales.
Otro cambio importante es la disminución de la rigidez peneana. Muchas veces la dureza es suficiente como para penetrar, pero los hombres suelen esperar una erección más intensa, debido a la influencia de videos eróticos o películas pornográficas que ellos ven sin pensar en que están viendo situaciones que no son reales. Esta sensación de que el pene no se erecta como corresponde hace que disminuya el deseo sexual, no porque el hombre tenga un problema para lograr una penetración, sino porque cree que ya no está en buenas condiciones. Cuando los hombres creen que “no funcionan” empiezan a sentir que “no tienen ganas”, pero la verdad es que tienen temor a un eventual “fracaso”.
Existen varios cambios en relación con la eyaculación. Una parte importante de los hombres que llegan a terapia sexual lo hacen por tener una “fuerza impulsiva disminuida”, porque cuando era joven lanzaba el semen a cierta distancia cuando eyaculaba, mientras que después de los 50 años siente que le gotea, que sale por rebalse o hacia un lado; esto le lleva a pensar que no está funcionando bien, que no tiene la misma “potencia” que antes. Además, el volumen de líquido seminal es menor, lo que le lleva a creer que está expulsando menos espermios, pero la cantidad de espermios es la misma, sólo disminuye la cantidad de líquido en el cual están flotando; y desaparece la necesidad eyaculatoria urgente propia de los jóvenes, lo que constituye una ventaja para el hombre mayor, porque puede durar mucho más. Masters y Johnson, los más famosos investigadores en el tema de la sexualidad, describieron el período refractario, que sigue a la eyaculación y orgasmo masculinos, como una fase o etapa de resolución, en la cual el cuerpo “se apaga” y que en el hombre joven puede durar cinco minutos, en un hombre de 40 años, quince minutos y en un hombre de 60 años, hasta dos días. La duración del periodo refractario depende de la práctica: mientras más veces eyacula la persona, más pronto se recupera.
La mujer presenta cambios totalmente distintos; en ella se mantiene o aumenta el deseo sexual. Las mujeres tienen muchos cambios físicos que les pueden provocar problemas, pero en edades más jóvenes el principal obstáculo de la mujer para disfrutar su sexualidad es el temor a embrazarse, seguido de la falta de privacidad; con la menopausia el fantasma del embarazo desaparece y comienza a aumentar el deseo sexual, ya que la capacidad de la mujer para sentir placer y alcanzar el orgasmo se mantiene indemne.
Factores culturales
Los cambios en la sexualidad del adulto mayor, en especial en la mujer, están muy vinculados a la influencia del entorno psicosocial, es decir, de la sociedad, la familia y la cultura. Entre estos factores culturales, que afectan tanto a hombres como a mujeres, el primero es la visión negativa de la persona mayor que tiene interés sexual: en nuestra cultura se le llama viejo verde o vieja verde. La persona mayor siente que ha llegado a la plenitud, que es madura, pero la palabra verde la asimila a una persona inmadura, es decir, es un juicio peyorativo; aparentemente el término se utilizó principios del siglo XX como un elogio: esta persona está verde, puede dar vida todavía, pero ahora el sentido ha cambiado.
Los modelos afectivos que se difunden a través de los medios de comunicación social, las campañas publicitarias, las películas, etc., en los cuales sólo las personas jóvenes disfrutan del sexo, contribuye al deterioro de la sexualidad en el adulto mayor. En las películas, si aparece un hombre mayor se oculta su cuerpo y jamás se muestra a una mujer mayor; el mensaje final que se entrega es que a las personas mayores no les corresponde tener sexo ni disfrutar de la sexualidad.
La religiosidad propia de las personas mayores también resulta un obstáculo en este sentido. El anciano siente que va a morir pronto y que debe seguir el camino de la salvación del alma, que es, según la cultura judeo-cristiana, aquél en que se soporta el sufrimiento y se elimina el pecado y toda fuente de placer, entre las cuales está, por supuesto, el sexo.
La ropa de las personas mayores no es sexy: la persona joven se viste para que la vean, mientras que la persona mayor se viste para protegerse del frío y elige lo más cómodo, sin pensar en el impacto que va a provocar, a lo que se suma la estética propia de nuestra cultura, que lleva a rechazar a las personas viejas por considerarlas feas y faltas de atractivo. Por lo mismo, los viejos son materia de chistes, en los cuales aparecen como impotentes, incapaces o disminuidos; cuando el anciano intenta tener una relación sexual, se acuerda del chiste y se le quitan las ganas, porque piensa que va hacer el ridículo. Finalmente, existe una importante falta de apoyo especializado sobre este tema, cosa que es inaceptable; la vida sexual de las personas es tan importante como el manejo de la diabetes o la hipertensión, incluso muchos piensan que es más importante.
Mantención del interés sexual
Que la persona mantenga el interés sexual depende, en primer lugar, de la práctica: mientras más se practica, mejor es el resultado; si se tienen relaciones sexuales con escasa frecuencia, el desempeño se va deteriorando y la autoestima va bajando, hasta que la persona opta por no hacerlo más. También depende de la actitud y colaboración de la pareja: la persona se puede sentir muy bien, pero si el otro no demuestra interés no podrá tener un buen desempeño.
Otros elementos importantes son los factores externos, como el espacio de privacidad, que por lo general se empieza a deteriorar cuando los hijos son adolescentes. Éstos consideran a su propia habitación como un recinto casi sagrado, mientras que la de los padres es, para ellos, un espacio público al que pueden entrar y salir a cualquier hora; por tanto, los padres esperan a que los hijos se duerman para tener relaciones sexuales, pero los adolescentes se duermen en la madrugada, de modo que finalmente les resulta imposible. Entre 1991 y 1992 se inició la terapia sexual en el Servicio de Salud Valparaíso y a las autoridades les molestó que se invirtiera tanto tiempo en las sesiones, pero llegar a entender lo que le pasa a una persona toma tiempo; muchas veces se trata de factores mínimos, como el ruido que hacen las camas durante el acto sexual. A las autoridades les molesta que se mencionen cosas como ésta, pero la verdad es que ese ruido puede interferir gravemente en la sexualidad de las personas y si se logra evitar, por ejemplo, aplicando vela en las partes ruidosas, se puede conseguir una mejoría franca de la vida sexual de esa pareja, con un costo mucho menor que el del Viagra.
Las condiciones de salud también influyen en la mantención de una vida sexual activa. En este contexto, es interesante la historia de un anciano que visitaba a su pareja todos los meses y lo pasaba muy bien, hasta que le detectaron una hipertensión, le indicaron medicamentos y consiguieron que a los tres meses se volviera normotenso, pero impotente. Cada paciente debería recibir información sobre los efectos adversos de los medicamentos y se debería respetar su decisión si no desea recibirlos, ya que el deber del médico es lograr una buena calidad de vida y no mantener a las personas vivas en forma artificial, contra su voluntad, con drogas que quizás sólo consigan un éxito farmacológico.
Finalmente, mantener el interés sexual depende de los modelos culturales; en el nuestro falta mucho para que se considere a los adultos mayores como seres sexuados y se comprenda que la vida sexual no se acaba con la menopausia, que la última regla no significa que la mujer deja de ser mujer y que el hombre puede tener sexo, e incluso procrear, hasta una edad muy avanzada.
Consejería sexual para adultos mayores
- Se debe basar en las necesidades, deseos y circunstancias individuales.
- Las razones de prohibición deben ser discutidas y analizadas.
- Si hay dolor o hemorragia, prohibir.
- Aconsejar posiciones que resulten cómodas, considerando que cuando una persona ha tenido coitos toda su vida en la misma posición es muy complicado indicar un cambio, sobre todo para una mujer.
- Si hubo enfermedad aguda, indicar el reinicio de la actividad sexual en condiciones fisiológicas y psicológicas adecuadas.
En Lausanne, Suiza, en agosto de 2006 se llevó a cabo un Mundial de Triatlón en el cual, en la categoría de mujeres de 65 a 69 años las competidoras nadaban 5 kilómetros, corrían 10 kilómetros y hacían 20 kilómetros en bicicleta, lo que demuestra que en la tercera edad se pueden hacer muchas cosas si el entorno no resulta limitante.