Ensayos
← vista completaPublicado el 15 de julio de 2024 | http://doi.org/10.5867/medwave.2024.06.2799
El sujeto posmoderno desde una visión psicopolítica: análisis desde la logoterapia
The postmodern subject from a psychopolitical perspective: An analysis from logotherapy
Resumen
En este ensayo se abordó la nueva pandemia psíquica desde una interpretación hermenéutica. Esta pandemia configura una tipología de persona psicopolítica, dada por enjambres digitales y una psicología de masas que, desde la logoterapia, se puede percibir como neurosis colectivas postmodernas. También se puede analizar como fenómenos sociales de la psicopolítica. Esta es una hiperreflexión del propio yo, el sufrimiento como represión y el amor de consumo narcisista. El consolidar un sentido de vida como ethos social, es la respuesta para hallar compromisos y responsabilidad ante la misión personal que tiene cada ser humano como miembro de una comunidad y sociedad.
Ideas clave
- La psicopolítica es el estudio contemporáneo de sujetos movidos por enjambres digitales y una psicología del consumo.
- Se reflexiona cómo la esfera psicopolítica postmoderna utiliza como estrategia al propio choice (deseos) del individuo, y no al sometimiento o disciplina como antaño.
- Se analiza desde la logoterapia hacia donde se encamina la sociedad actual, desde una esfera psicopolítica que autoseduce a través de la elección y consumo permanente, creando nuevas neurosis colectivas.
Introducción
Un nuevo fenómeno social encierra a este siglo, que con el avance de la tecnología y el decaimiento de los metarrelatos fuertes que daban solidez a la vida [1], da nacimiento a una tipología psicológica del individuo, Esta se caracteriza por ser amante de la exposición en red, que busca constantemente nuevas experiencias y sensaciones, desligándose del interés por la vida comunitaria y política. Este sujeto de la era postmoderna, está sumergido en estímulos priming de información que constantemente puede obtener desde un dispositivo. Además, elige sobre ellos asiduamente y está protegido por la coraza de su identidad en red.
Desde allí nace el estudio de la psicopolítica, para entender este fenómeno social de una tipología de persona actual, autoseducida por las sensaciones, deseos, la novedad de la información y las tendencias de moda que hacen confundir el mundo de lo virtual con la realidad. Esta hibridación (realidad virtual-realidad) caracteriza a una psicología amaestrada para la elección permanente, los likes, la censura de lo diferente y un exceso de positividad a través de las diversiones o sensualidad del cuerpo. Esta es una fantasía que vuelve frágil y vulnerable al sujeto psicopolítico.
En esta nueva era ya no hay amo o esclavo, la persona misma se vierte en ambos, es amo y esclavo de su propia felicidad [2]. Se autoexige a sí misma para siempre estar presente y ser novedad en lo aditivo de la información en red. Así, la vida del sujeto psicopolítico se convierte en algo momentáneo. Sus relaciones se vuelven líquidas, igual que el trabajo, la elección de pareja y su educación. La vida y concepción social de esta nueva persona pasa a medirse solo por un consumo rápido e instantáneo, mas no para compromisos en el tiempo [3]. El dolor y esfuerzo está ausente como significado y discurso. En este tiempo la persona está direccionada para el disfrute, el juego, el rendimiento y lo efímero.
La postmodernidad trajo consigo una deconstrucción de la verdad absoluta, por los microrrelatos, la concentración en la subjetividad y la irracionalidad [4]. Es aquí donde la psicopolítica configura una nueva verdad endeble, explotando las apetencias y deseos de los individuos. Así se configura el camino hacia el narcisismo exhibicionista en red, en una realidad fantasmal de nuevas experiencias. A ello se agrega un consumo de extensión en todos los estamentos de la existencia (turboconsumo) como elección a la carta. Desde esta visión, se pierden los valores más humanos y el sentido auténtico de la vida. Empiezan a reflejarse problemas relacionados con una era de jóvenes que describen Haidt y Lukianoff, como IGen. Esta IGen deviene endeble en su psicología y frágil en su sentido, con un pensamiento tribal propio de las nuevas identidades creadas por un turboconsumo, junto con una inestabilidad emocional de depresión y ansiedad [5]. Dicha inestabilidad emocional es impulsada por una psicopolítica de exceso de bienestar, felicidad y rendimiento.
Desde un análisis de la logoterapia el sujeto psicopolítico dentro de las masas postmodernas, sufre de neurosis colectivas por la falta de sentido y valores de autorrealización. Es una problemática existencial que se agudiza, porque el individuo busca ahogar su sinsentido por píldoras, viajes y nuevas experiencias que alivian los síntomas. Sin embargo, estas estrategias no procuran dotarle de una voluntad de sentido pleno, ni de trascendencia hacia una misión o vocación de vida.
En consecuencia, este ensayo se plantea desde un método interpretativo hermenéutico, reconociendo que hay aspectos de la existencia humana que no pueden ser reducidos a números o medidas objetivas [6], pero sí orientados hacia una reflexión profunda sobre un análisis de la existencia personal y sociopolítica. Por su parte, el método interpretativo hermenéutico se sumerge en la riqueza de la interpretación y el significado.
Para este análisis interpretativo se revisaron las obras de los años 2014 a 2023 de Byung-Chul Han, y las obras clásicas de los años 1984 a 2018 de Víctor Frankl. Con estas fuentes se realizó una exégesis de la problemática del sujeto postmoderno desde una visión psicopolítica, en la que logoterapia es una teoría de orientación hermenéutica para la problemática existencial de esta época. De este modo, el objetivo que guio este estudio fue analizar desde la logoterapia al sujeto psicopolítico dentro de las masas postmodernas. Para ello, en un primer momento se explica sobre el panóptico digital, en el que las personas se exhiben adheridos a algoritmos que luego son utilizados para crear escenarios que autoexplotan las sensaciones, deseos e ideologías light. Luego, en un segundo momento, se analizó la problemática que genera en la salud mental y educación la visión psicopolítica de las sociedades postmodernas. Finalmente, se realizó un diálogo entre la logoterapia y psicopolítica, para reflexionar sobre los fenómenos emergentes de la sociedad actual. Estos fenómenos son la pérdida del sentido de comunidad por microidentidades aisladas, la algofobia o miedo excesivo al sufrimiento, junto con el amor devenido a objeto de consumo y perpetuación de necesidad narcisista.
Los neoclanes cibernéticos: nuestra mente dentro del panóptico digital
El panóptico digital se entiende como la exposición y exhibicionismo del sujeto en la red por voluntad propia, autoseducido y motivado por emociones, más un narcisismo creciente de este nuevo tiempo catalogado como postmodernidad. El panóptico digital al actuar en el ciberespacio crea a seres digitales, moldeando a las masas en una sociedad de la información y de la transparencia. Esta sociedad pierde el sentido de la narración y de lo privado, debido a lo efímero de lo aditivo de informaciones expuestas en red [7].
Entendemos desde este panóptico digital que el sujeto no se cree sometido, sino libre. Ello, porque autoconfigura un perfil en el cual denota sus preferencias, deseos y expresiones de opinión, entre otras cosas, que hacen de su vida un escenario donde él está expuesto ante todos. Lo que desconocen o dan poca importancia los individuos expuestos en red, es lo que se denomina como big data o macrodatos. Estos son los algoritmos que crean análisis de comportamiento en el ciberespacio, conociendo así las necesidades, emociones y deseos de las personas para luego autoseducirlas o moldearlas con tendencias o ideologías light, para que ellas mismas se crean libres de elección [2]. La postmodernidad crea sujetos amaestrados para la elección permanente. Esta es la parte del consumo de la globalización que se da como una explotación, pero en forma de autoseducción narcisista. Es allí también donde el panóptico digital ofrece escenarios virtuales en adherencia a las sensaciones e ideologías light, que en forma de deseos propios van configurando un perfil psicológico [8,9]. Todo este proceso es realizado a través de big data, y es mucho más sofisticado que la pericia que puede hacer un psicólogo [2].
En gran medida se utiliza un tipo de persuasión digital que opera sobre lo inconsciente, ya que la persona se direcciona ávida de novedad e información dentro de las redes sociales. Atraídas por varios estímulos priming, necesitan una capacidad ilimitada y de rápido acceso a toda la vorágine de información que los estímulos del panóptico digital traen consigo. Nuestro sistema 1 de la mente es parte del pensamiento filogenéticamente antiguo y rudimentario, es emocional e impulsivo. Además, está movido por una facilidad cognitiva que trae consigo decisiones más automáticas y erradas, que denotan falta de análisis, razonamiento y juicio crítico [10]. Es por esto que nuestra mente desde la exposición en red, gira hacia un pensamiento primitivo del sistema 1, donde nuestras interacciones son dadas a través de una facilidad cognitiva de emociones y automatismos.
Los estímulos informacionales a los que se ve expuesto el individuo, hacen que nuestro pensamiento no esté preparado para un procesamiento de la mente en el sistema 2. Ello, dado que este es holístico, complejo, y realiza un esfuerzo por entender y discernir para emitir un juicio razonado [10]. En el panóptico digital este tipo de pensamiento desaparece, sobresaturado y soslayado por los sesgos cognitivos propios de una pereza cognitiva del sistema 1. En ella, la autoseducción hacia diversos aplicativos y redes sociales crean un estado placentero, impulsivo y con facilidad cognitiva, propio de un nuevo escenario de las cavernas digitales.
Los estudios de Byung-Chul Han hacen prever que el sistema 1 de nuestra mente, se hace cada vez más predominante ante nuestras decisiones dentro del panóptico digital. Por lo tanto, nuestras capacidades cognitivas disminuyen y vuelven al ser humano un perezoso cognitivo. Esto crea un escenario para la explotación de deseos y emociones [2], donde el big data y la autoseducción narcisista puede operar en el inconsciente por estímulos priming, exponiendo al sujeto en red por un voluntarismo del deseo y apetencias. Las personas expuestas en red toman decisiones más impulsivas y menos razonadas. El big data, al conocer nuestro inconsciente digital [7] a través de las preferencias personales como likes, páginas visitadas, posteos y opiniones en los escenarios virtuales; crea microidentidades (preferencias personales) para el consumo constante e irracional, convirtiéndonos en algoritmos predecibles con singularidad tecnológica [11]. Para ello se basa en una acumulación de datos, que consume y produce información constantemente desde un sentido lúdico y no forzado. Nuestro sistema cognitivo acostumbrado a la autoseducción de las selfis e información que concuerda con nuestros deseos, moldea una psicopolítica donde la crítica y el análisis (sistema 2) cada vez se hacen menores.
El éxito de la era digital y las redes sociales es que da la sensación de libertad a la persona, ya que no hay coacción biopolítica. No se utiliza un biopoder para dominar a los cuerpos como se hacía en la modernidad, con una sociedad disciplinaria en que la tecnología no podía dominar a nuestra mente [2].
En la época tardomoderna de la era digital, el estudio se centra en la psicopolítica, que se aleja de una concepción de obediencia y mandatos disciplinarios para moldear el comportamiento. La psicopolítica como estructura de poder, utiliza la tecnología dentro del panóptico digital para autoseducir y crear perfiles psicológicos que estén aptos para el consumo y la elección permanente. Esta es una estrategia que aboga también por el narcisismo como herramienta de amaestramiento social. Se puede señalar que la visión de Byung-Chul Han, aunque pesimista, obedece a una realidad que se tiene que exponer para así saber dar límites a la tecnología. Ello, para que sea el ser humano quien la domine y la tecnología no termine por quitar la libertad a la persona, creando prisioneros o neoclanes cibernéticos, con un exhibicionismo y una psicología de masas cada vez más neonarcisista.
El gran avance de los dispositivos móviles consiste en que los escenarios virtuales y las redes sociales utilizan mecanismos inconscientes y una explotación de emociones como predilección. Esto, dado que comprende gran parte de nuestro conocimiento filogenético desde el sistema 1 de nuestra mente. Saber sobrellevar esta tentación encausada en una vorágine de sensaciones, es el reto para una sociedad donde lo comunitario y la política con su ethos de solidaridad y bien común, van dando paso a una nueva forma de individuos aislados y de masas postmodernas digitales.
Han observa a la sociedad y política futura dominada desde una infocracia. Se trata de una era de posdemocracia, ya no con ideologías o discursos políticos de interés comunitario, sino dada por un conocimiento aislado del ser humano a través de los escenarios virtuales y de inteligencia artificial. En estos escenarios los expertos e informáticos diseñarán una nueva vida para la persona poshumana [12].
Este conocimiento aislado del ser humano en la infocracia, se observa actualmente en las microidentidades como parte de la hiperindividualización del sujeto neonarcisista Este sujeto tiene que construirse constantemente bajo el imperio de sus deseos y sensaciones, por una pérdida del sentido de su vida y tradiciones [13]. El sujeto postmoderno en la red inventa constantemente nuevas identidades y se agrupa en neoclanes según las tendencias de moda. Es decir, un turboconsumismo que está generado para la explotación comercial del propio yo, bajo el estándar de sus apetencias. También dentro de este panóptico digital, se puede observar que las comunidades virtuales censuran lo diferente y la disidencia. Así se convierten en lo que mencionaba Freud como la época del narcisismo de las pequeñas diferencias [14]. Esto poco a poco se observa en una sociedad fragmentada, con individuos cada vez más aislados y con poco interés comunitario y político. Son personas enajenadas de la realidad por escenarios virtuales, que explotan al consumo de una vida líquida o evanescente a través de estímulos y sensaciones en red.
Análisis de la problemática psicopolítica en la salud mental y educación
La visión psicopolítica de los individuos trae como consecuencia para la salud mental nuevas adicciones. Entre ellas la nomofobia (miedo excesivo a estar sin móvil o desconectado de la red) y FOMO (miedo a perderse algo). Estos términos se usan para referirse a la dependencia de los dispositivos móviles y a la ansiedad excesiva por estar informados o actualizados en la red. Ambas adicciones deterioran las relaciones interpersonales y familiares, por la necesidad imperiosa de estar siempre conectados en los escenarios virtuales [15]. La frustración si no se recibe likes en las publicaciones, estar pendiente a cada momento de las actualizaciones de otras personas, perder horas de sueño por estar conectados, necesidad de fotografiar todo lo que observan y hacen en su vida, y tener como prioridad al levantarse y antes de ir a dormir las redes sociales, son algunos de los síntomas que el sujeto psicopolítico experimenta hoy en día. Asimismo, llama la atención para nuevos estudios desde la psicología clínica.
Otro fenómeno descrito por Han vinculado a la problemática desde la psicopolítica, es el síndrome de fatiga informacional. En la década de los 80 y 90 solo lo sufrían los comunicadores que procesaban grandes cantidades de información para su publicación, afectando su salud mental con hiperactividad, ansiedad y depresión [16]. Con el auge de la proliferación de la tecnología del móvil en las masas durante el presente siglo, este síndrome se ha configurado como otro rasgo de la salud mental de los nuevos neoclanes cibernéticos. Ahora más que nunca, los individuos en la red tienen que procesar grandes cantidades de información, consumir y reproducirlos como tarea muchas veces lúdica [12]. Por consiguiente, viven más cansados, distraídos, hiperactivos y frustrados que en otros tiempos. El síndrome de fatiga informacional ahora se ha masificado y forma parte de los nuevos estudios que se realizan sobre salud mental debido al uso de las nuevas tecnologías informáticas.
En el plano educativo postmoderno, la generación de masas devenidas en neoclanes cibernéticos, abren nuevas propuestas de la inteligencia artificial (IA) dentro del aula de clases. Es así como por ejemplo, la empresa británica Century Tech en el año 2019 en Bélgica ofreció a 700 instituciones educativas, plataformas virtuales para una educación personalizada. Por su parte, en Emiratos Árabes Unidos se propuso la IA como tutor, haciendo uso del ChatGPT. Asimismo, la Big Tech (empresas tecnológicas como Google, Microsoft, Apple, entre otras) han masificado exponencialmente su mercado comercial como estructuras digitales en centros educativos, institutos y universidades a partir de la pandemia de COVID-19, teniendo una capacidad de almacenamiento en la nube digital en un nivel nunca antes previsto [17]. Es así, que estudiantes y docentes son instruidos para poder manejarse en el mercado digital que los espera, y ser consumidores inherentes a ellos. La denotación de estos casos de uso de la IA dentro del aula, sin una propuesta de la práctica de una formación humana en valores y virtudes de cosas reales, posibilita las no cosas [18]. Ello implica información y tecnologías cambiantes y efímeras, que promueven una psicología para el cambio constante, con incertidumbre e inestabilidad.
Denominada como una educación líquida a lo inestable y superespecialista, por un cambio constante de nuevas actualizaciones [19] dentro de la IA, esta parece derrumbar el mundo solido de los seres humanos y de las cosas reales. Esto se produce por una instrucción dentro de datos e informaciones, que configuran al sujeto psicopolítico dentro del plano educativo. Sin una propuesta de valores humanos y de un proyecto de vida sólido en el educando, que complementen el mundo de las aplicaciones cibernéticas, se cae en las trampas de la educación que consideran que educar es evitar esfuerzos y tener capacidades ilimitadas [20]. El enseñar a esforzarse en la búsqueda de un objetivo, es formar al estudiante para hacer frente a sus limitaciones. Con la proliferación del uso de las IA, cada vez más se genera un pensamiento psicopolítico, donde todo esfuerzo es aborrecido y todo tiempo es evanescente y rápido. Las personas son instruidas para no esperar, ya que este mundo de las no cosas ofrece inmediatez y consumo de aplicaciones cibernéticas para solucionar los problemas. Las capacidades humanas se vuelven hibridas con las prótesis digítales. Ellas mejoran por una singularidad tecnológica y psicopolítica que almacena datos e informaciones por correlaciones, pero no por una capacidad de singularidad humana que está dotada en la formación personal de esfuerzo, vivencias, sentido y significado de un aprendizaje humano. Desde lo descrito sobre las trampas de la educación, podemos analizar un pensamiento postmoderno de algofobia (miedo excesivo al esfuerzo y sufrimiento), y la creencia de que educar es generar capacidades ilimitadas para el rendimiento. Sin embargo, una educación sin sentido o sin la concurrencia de valores humanos, tecnifica a la persona llevándola hacia la isla del Homo Machine u hombre máquina. Esta isla reproduce información y se rige por datos para solucionar efímeramente su complejo mundo, aunque sin entender su sentido de vida y ethos social.
Un diálogo desde la logoterapia hacia la psicopolítica y las masas postmodernas
La logoterapia, o terapia de sentido es también por esencia un análisis existencial profundo de la vida, la consciencia y de los recursos noéticos (espirituales). En consecuencia, no solamente es una psicoterapia, sino también es una pedagogía y acompañamiento para la persona en su mirada hacia hechos existenciales y el sentido de su vida. Este método existencial y fenomenológico, busca en las categorías espirituales humanas su esencia [21], la epojé de la consciencia. La epojé debería dirigir a la persona hacia su autenticidad e integralidad, sabiendo que es libre, responsable y que tiene como fuente primaria una voluntad de sentido para afrontar la vida, su sufrimiento, el amor, entre otras circunstancias de su naturaleza humana.
Desde allí la logoterapia con su crítica a la cultura occidental, se debió básicamente al reduccionismo hermético que se hacía desde las disciplinas científicas, observando homúnculos donde había fenómenos humanos. Esta misma exégesis se puede hacer desde la logoterapia hacia a la psicopolítica, dada por un reduccionismo tecnológico de dataismo en la infomanía (la persona se pasa a medir por datos y algoritmos de informaciones que es capaz de generar en la red), y el exceso de positividad en el rendimiento del trabajo y experiencias. Estas últimas se convierten en el nuevo homo machine, que Frankl refería para nombrar a los hombres máquina, sujetos tecnificados, reducidos y automatizados en su tiempo por la industria y la ciencia [22]. Actualmente, este fenómeno se produce por una masificación de los dispositivos, que solo dan elección pura y permanente [18]. Se trata de sujetos máquina, que son esclavizados sin darse cuenta en un amaestramiento por el exceso de libertad.
Un fenómeno de la psicopolítica es la autoexplotación y el exceso de positividad. Ambas son resultado de una inautenticidad, un adentrarse en lo que quieren los demás o dejarse llevar por las modas y las nuevas verdades de la postmodernidad. Es una vacuidad social, que Frankl mencionaba como totalitarismo (hago lo que los demás quieren que haga) o un conformismo (sigo a los demás) [23]. La psicopolítica y las masas postmodernas se configuran en estas dos categorías, ya que la persona al perder su sentido autentico y las respuestas de su vida, se sumerge en tendencias, nuevas identidades, grupos identitarios, etc., que lo autoseducen y autoexplotan, configurándose a través de solo datos. En suma, son algoritmos de una vida aditiva de un panóptico digital, donde no hay narración verdadera y el sentido de su consciencia, y las cualidades de las cosas se pierden progresivamente.
El exceso de positividad y autoexplotación, llevan a que la comunicación se empobrezca por solo sensaciones efímeras dentro de la red. Además, este también es un escenario donde se muestra la pornografía, la exhibición del cuerpo que tiene que ser sensual y producir, igual que otras competencias dentro del mundo virtual y social. En este contexto, ambas realidades se confunden en una fantasía [24]. Finalmente, son las experiencias vividas que se acumulan en likes, de una vida sin sentido, provisional pero aditiva, donde la hermenéutica y el significado de la conciencia se pierden en un escenario narcisista.
Por otro lado, si analizamos desde la logoterapia el fenómeno psicopolítico de la vida social y comunitaria en la postmodernidad, primero definamos al sentido de comunidad. El sentido de comunidad lo entendemos como el “grupo social dinámico, histórico y culturalmente constituido y desarrollado, preexistente a la presencia de los investigadores o de los interventores sociales, que comparte intereses, objetivos, necesidades y problemas, en un espacio y un tiempo determinados” [25]. En las neurosis colectivas (vacío existencial) en que se sumerge la persona psicopolítica, adherida a la incertidumbre de lo indeterminado, el sentido de comunidad se va perdiendo, así como el interés por los problemas sociales. De igual forma, la identidad colectiva va dejando paso a las microidentidades fluctuantes y a la desconstrucción del sujeto. Asimismo, el narcisismo se identifica con la nueva masa postmoderna en la realización de nuevas identidades del deseo. Entonces desde allí, el sentido de comunidad va perdiéndose progresivamente por una alienación psicológica de segmentos de una vida tribal tardomoderna, de sensaciones individualistas.
El sujeto del rendimiento al perder el sentido de comunidad, también lo hace con sus objetivos e historia común de su cultura, que daban solidez a la pertenencia de tradiciones y valores compartidos. Desde la logoterapia se observa que el individuo que se aleja de las tradiciones y valores de una determinada sociedad, tiene que percatarse del sentido o misión de vida que el mundo le depara, en circunstancias y motivos singulares para su autotrascendencia. Cuando esto no ocurre la persona se encierra en sí misma, se frustra o cae en un vacío existencial, naciendo así una nueva persona narcisista que da culto al cuerpo y a su psicología [8]. Este nuevo narcisista inventa valores, pero desde un nihilismo de masa, con propósitos desde sus deseos y agrupándose según identidades consumibles, que se promocionan en la red y en una vida indeterminada.
La realidad se vuelve un espejismo y se subordina cada vez más a una psicopolítica de la elección permanente, el rendimiento y el exceso de positividad de la mente y el cuerpo. Los objetos narcisistas como el Smartphone se vuelven una rendición de culto , que proyectan las necesidades y control egocéntrico de la vida de la persona, cada vez más solitaria, pero hipercomunicada [18]. La medicalización de la existencia que se dan en las píldoras y las técnicas para mejorar la estética y anestesiar el dolor o sufrimiento [13], también son antropotecnias que socaban el verdadero sentido de la persona, por una juventud subjetivada (mantenerse joven y sin dolor). Esta juventud es la algofobia de la nueva era, generada por un miedo a envejecer y experimentar cualquier tipo de dolor, aunque este sea una simple decepción.
Cada vez más se populariza la frase que señala "el amor no debe doler", como parte de una psicopolítica, donde el cuerpo se hace hedónico, no solo para enfrentar frustraciones, sino para experimentar el sufrimiento como un verdadero sentido de realización humana. La vejez y el cuerpo se ven como algo que reparar o diseñar, ya que el control psicopolítico no solo se disemina en la mente, sino que se refleja en un cuerpo subjetivado de su psicología anárquica y direccionada en los deseos. Desde la logoterapia, el cuerpo y la mente son el reflejo de algo concomitante con lo más importante y exclusivo: lo noético (esencia espiritual), que dirige a la persona hacia una dignidad de la corporeidad. Así, las antropotecnias dirigidas hacia el culto del cuerpo con sus modificaciones neonarcisistas (tatuajes, cirugías para remodelar el cuerpo y las trasformaciones trashumanistas), soslayan la singularidad que radica en la esencia de una novedad absoluta que es el individuo con su naturaleza. Se trata de un imago hominis que dota a la persona de exclusividad y que observa como parte de un atentado contra su dignidad a las modificaciones innecesarias a su esencia.
Por otro lado, otro fenómeno de las masas postmodernas y psicopolíticas que se analizan desde la logoterapia, es la algofobia. Este fenómeno se vería desde la logoterapia como un sufrimiento sin sentido, una vacuidad de la vida que se transforma también en una neurosis colectiva. Frankl por antonomasia, describiría a la algofobia como perturbaciones existenciales de nuestra época que frustran el sentido de vida auténtico de la persona. Dichas frustraciones derivan en malestares sociales como adicciones, depresión, suicidio y agresión [26]. Desde la visión frankliana el sufrimiento es necesario para un crecimiento personal, para una trasmutación de valores que lleva al arrepentimiento, a una misión de vida y a un heroísmo personal que permite la autotrascendencia en la existencia de cualquier persona. Es así como se puede “transformar una tragedia personal en un triunfo humano” [27]. La sociedad psicopolítica es dataismo, reduccionista y fantasmal al sesgar la imagen de la persona completa, por un bienestar utópico de un paralelismo psicofísico que se desatiende de lo que realmente lo hace humano. Hablamos de sus recursos noéticos (dimensión espiritual) y de su sentido hacia la autotrascendencia, en cualquier circunstancia de su vida.
Un fenómeno de las masas postmodernas es sin duda, también, el neonarcisismo creciente como objetivo psicopolítico. Para una interpretación de la teoría logoterapéutica este es un síntoma de la hiperreflexión: el mirarse y ser objeto de atención constante. Ello forma parte de las perturbaciones existenciales y neuróticas de nuestra época. Frankl se refiere acerca de la hiperreflexión como el ojo que, al mirarse a sí mismo, manifiesta que está enfermo, ya que este órgano debe ser el reflejo de mirar lo exterior a él. Del mismo modo, la persona que pone solo su atención sobre sí, se frustra y cae en un vacío al no encontrar propósitos afuera de ella, porque ser persona es ser otro, darse al mundo y a sus congéneres para poder realizarse en la autotrascendencia [27]. Pero la persona dominada por la psicopolítica es narcisista. Centrada en un panóptico digital, vigila su vida y se expone desnudando su yo a través de las experiencias fluctuantes de lo indeterminado. Este narcisismo o hiperreflexión, es una extensión de necesidades egocéntricas y centradas en el yo en estadios cognitivos de la infancia [28]. A través de este egocentrismo y centradas en el pensamiento (sesgar la realidad por una visión propia), suceden dos mecanismos en el sujeto narcisista. Primero, se crea una audiencia imaginaria, pensando que está en un escenario y que todos lo observan y vigilan. En segundo término se produce una fábula personal, sintiendo que sus emociones y pensamientos son únicos y especiales.
Sin duda, estas características del narcisismo y su pensamiento egocentrista son parte de una patología sociógena creciente, que llama la atención como proceso existencial y cognitivo. Ello, porque este proceso debe ser superado en la adolescencia o juventud como parte de una madurez psicoafectiva. Sin embargo, esta disociación entre necesidades primarias narcisistas y una edad cronológica se da en la nueva persona psicopolítica autoseducida por estímulos priming y por la explotación de sus sensaciones que trastocan su psicología. En esta línea, Ortega lo sindicó como el nuevo niño mimado [29], amaestrado para la elección permanente de una vida a la carta que ofrece una sociedad abierta [8].
Desde este narcisismo y psicología egocéntrica, las perturbaciones existenciales (entendidas a la luz de la logoterapia) proliferan como patología de hiperreflexión, ensimismamiento y absorción del propio yo. Esta patología puede acarrear ansiedad excesiva, obsesiones por el cuerpo y la salud. Además, puede desviar una voluntad de sentido auténtico, orientado hacia valores del mundo, por una búsqueda de placer desmedido o la obtención del poder como autorrealización humana. Como consecuencia, ello frustra a la persona, constituyéndose en una problemática que se evidencia en una sociedad postmoderna autoseducida por el consumo y el bienestar utópico de una obligación por ser feliz.
El principio de placer rigiendo los estamentos de la vida de la persona, se da cuando se vuelve a sí mismo objeto de su atención [30], cayendo en un infierno de lo igual. Ello se refleja en las tendencias narcisistas, donde el yo cubre a todos los objetos y personas, nivelándolas a su propia satisfacción y apetencias. El mundo deja de tener valor propio y significado por estar centradas en tendencias parcializadas del propio ego. Asimismo, el poder como fenómeno de hiperreflexión del narcisismo en nuestra época, está abocado a conseguir posición, fama y estatus como medio y fin. Así, frustra en su camino el sentido del poder denotando una perturbación mental que puede desencadenar en trastornos severos de la personalidad, propios de un perfil autonómico de una formación de personalidad narcisista y antisocial [31].
Si señalamos que la sociedad se está configurada desde una psicopolítica hacia las nuevas masas posmodernas con un componente altamente narcisista, el amor también se vuelve psicopolítico, derivando hacia un medio de consumo y ya no como un fin mismo. La persona amada deja de ser otredad para convertirse en objeto de satisfacción de necesidades egocéntricas, explotando su sensualidad y rendimiento del cuerpo en un exhibicionismo mercantil [24]. Desde allí todo lo que se pueda consumir no debe doler o ser incómodo, sino agradable y placentero. Así el amor, desde una psicología que incita el exceso de positividad, se encierra dentro de una cárcel de paroxismos y sensualidad que se ahoga en el goce de pulsiones del propio ego. En este contexto, el rendimiento en el plano sexual se observa como una adición de nuevas experiencias. Es la suma de gratificación que se es capaz de experimentar, perdiendo el sentido del amor como alteridad y trascendencia humana de entrega hacia el otro.
El amor en la época líquida (postmoderna) se caracteriza por falta de vínculos y compromiso, asimilándose a la fragilidad de las relaciones, donde todo es efímero y cambiante, donde las nuevas sensaciones o experiencias eróticas son pasajeras. Esto se explica porque esta visión no consolida lo fraterno en el tiempo, sino más bien lo evanescente y rápido que se da en lo presente [3]. Desde esta psicopolítica el amor es líquido. El amor sospecha de las relaciones sólidas, ya que estas son anacrónicas al tiempo del turboconsumo donde la persona elige constantemente. En esta época no hay dolor o compromiso, tampoco entrega. Solo desde esta perspectiva hay un continuo narcisismo de búsqueda de satisfacciones, convirtiendo a la otra persona en un objeto de las extensiones pulsionales del yo.
Dentro de la logoterapia este fenómeno social y psicopolítico de la persona hedónica abocada a un amor líquido, se puede explicar como una inmadurez en la falta del desarrollo psicosexual, propio de un egocentrismo del nuevo niño mimado psicopolítico que surge en las masas postmodernas. Para alcanzar una sexualidad integral, esta se debe dar en una tendencia erótica, donde se encuentra a otra persona singular y exclusiva, siendo su espiritualidad la que conmueve y da sentido al amor. Además, debe estar acompañada de la entrega no solo en el plano sexual, sino en el compromiso de aceptarla por su unicidad e irrepetibilidad en el mundo [32]. Anterior a esto, la logoterapia señala como etapas inmaduras al impulso sexual, que es una tendencia, pero sin una meta, ni objeto de atención. Después, surge el instinto sexual que ve en la descarga de pulsiones en un objeto fijo, pero sin una meta al cual dirigirse. Estos dos fenómenos son etapas primitivas de una sexualidad temprana, que necesita complementarse con una dignidad erótica de entrega hacia un ser amado.
En las perturbaciones de origen sexual por la vacuidad de amor erótico, se da una regresión al impulso e instinto sexual. Esto está dado en una degradación del erotismo como producto meramente de rendimiento sexual, que prolifera en el mundo postmoderno como comercio sexual, donde los goces y placeres pueden reemplazar a la tendencia erótica inmanente. Esta última es la capacidad de amor como forma de dignidad humana. Abocados al mero impulso sexual, las vivencias de la persona se transforman en perversiones y onanismo. Ambos se producen al no hallar su descarga pulsional en una meta u objeto, convirtiéndose esta en una sexualidad polimorfa que no conoció objeto, ni una meta definida. Lo indeterminado es su camino en el plano sexual. También en el estadio de impulso sexual, la masturbación y autoerotismo pueden ser el camino de la inactividad de la búsqueda del otro como sujeto de amor. Por último, el instinto sexual trae como consecuencias paroxismos y goces de rendimiento sexual, con un objeto definido, pero sin una entrega exclusiva, convirtiendo al otro en degradación de simples objetos parciales de un comercio erótico de consumo. Estas etapas que deben ser superadas en la juventud, se prolongan o regresionan en una sociedad psicopolítica, que autoseduce al puro sensismo y el despertar de pulsiones. Este voluntarismo también llena de neuroticismo (eyaculación precoz, vaginismo, etc.) a la sexualidad, por desviarse de lo humanamente realizable. Esto es, el amor como tendencia y disposición humana [32,33].
El amor desde la logoterapia se entiende como un fenómeno esencialmente humano y primario, que dirige la consciencia hacia la persona exclusiva e irrepetible que subyace en una totalidad espiritual detrás de las capas psicofísicas y por el cual el ser humano tiende hacia la entrega y dignidad. En consecuencia, es concebido como “exactamente la vivencia de otro ser humano, en todo lo que su vida tiene de peculiar y singular” [32]. Desde allí el amor también es una alteridad, una negatividad usando los términos de Byung-Chul Han. Esto, porque se entiende al otro como diferente y exclusivo, comprendiendo su singularidad que trastoca el propio ego narcisista, que nivela todo a sus deseos. El otro como tendencia erótica, implica conocimiento de su esencia y dolor cuando se hace ausente o no es correspondido . La persona amada se hace una otredad y novedad irremplazable en el mundo, con valor y significado humano de autotrascendencia.
Conclusiones
La postmodernidad trae consigo una sociedad psicopolítica, que dentro de un panóptico digital, se da a partir de la propia autoseducción. La exposición en la red afirma la condición de la postmodernidad, que es centrar al individuo en su propio yo. Ello crea un voluntarismo y, por contingencia, un neonarcisismo que parcela su condición humana y social derivándolo hacia un individualismo autómata. Estas condiciones también alejan a las personas de su visión comunitaria y política del bien común, aislándolos en una alienación psicológica.
Desde la logoterapia se pueden analizar las características de la persona psicopolítica dentro de las masas postmodernas en los fenómenos del surgimiento de las nuevas neurosis colectivas, y de la patología sociógena que se da por el decaimiento del sentido de vida y valores. Ambos llevan al individuo hacia una frustración existencial. El sujeto psicopolítico centrado en la búsqueda insaciable de nuevas experiencias, sensaciones y primacía de los deseos, busca en el placer y poder su anhelo de autorrealización. Esto se proyecta dentro del panóptico digital y se extiende hacia su realidad como parte de un proyecto de autoseducción.