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Envejecimiento demográfico en Cuba y los desafíos que presenta para el Estado

Challenges facing the Cuban State arising from demographic aging

Resumen

El envejecimiento demográfico en Cuba, visualizado desde hace más de dos décadas, es indudablemente una conquista de las políticas de salud pública y del desarrollo social del país. Aunque el Estado instituyó un sistema de atención encaminado a garantizar a sus personas mayores condiciones favorables para su envejecimiento, el logro social de una mayor longevidad establece nuevos retos en materia de políticas sociales, infraestructuras y servicios de atención e inclusión social hacia el colectivo de los mayores. La población cubana se caracteriza por el decrecimiento y altos índices de esperanza de vida, que incrementan la proporción de personas de 60 y más años, aspecto que introduce un nuevo escenario gerontológico. El presente artículo se propone analizar algunos desafíos hacia el Estado cubano para la conformación de políticas que posibiliten la continuidad del logro social de una mayor longevidad en correspondencia con las condiciones coherentes con el modelo de desarrollo que el país refrenda.

Introduccion

El envejecimiento demográfico se ha convertido actualmente en un desafío ético que requiere considerar a las personas mayores en su heterogeneidad, como sujetos titulares de derechos y no solo personas vulnerables que deben ser dotadas de asistencia y cuidados. Esta mirada, desde un enfoque de derechos, posibilita abordar a este colectivo de una manera integral y real; en el conjunto de la sociedad y en las propias personas mayores; desprejuiciada de estereotipos culturalmente arraigados sobre la vejez y el envejecimiento.

Este envejecimiento es un fenómeno de alcance mundial, sin precedentes en la historia de la humanidad, tal y como se expresa en el informe World Population Ageing: 1950-2050 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)[1]. Las proyecciones de población de Naciones Unidas señalan que entre 2010 y 2050 la población mundial de mayores de 65 años se multiplicará por tres, pasando de 523 millones a 1,486 millones. De igual modo, serán los países en vías de desarrollo los protagonistas de este proceso de envejecimiento, en tanto su población de mayores de 65 años y más se multiplicará por 3,5; mientras que en los países desarrollados se multiplicará por 1,7[2]. Este significativo aumento de la población de mayores genera cambios macro y micro sociales que afectan la vida económica, política y cultural de los países que lo experimentan y en la esfera psicosocial de las personas de este colectivo etario.

El escenario gerontológico cubano, entendido como el marco social en el cual confluyen múltiples factores culturales, educacionales, de salud, políticos, jurídicos, de seguridad, entre otros y que actúan alrededor de una población demográficamente envejecida; se caracteriza por un envejecimiento acelerado que continuará acentuándose en los años venideros. En los países desarrollados el envejecimiento demográfico mostró un curso paulatino, en paralelo al crecimiento económico que resultó en el aumento del nivel de vida de la población. Por tanto, las estructuras e instituciones en estos países contaron con suficiente tiempo para adecuarse a los cambios demográficos emergentes y generar los recursos necesarios para afrontar esta nueva realidad social.

En cambio, en los países latinoamericanos y caribeños, este proceso tiene una especificidad que desborda el ámbito propiamente demográfico; dada por la asimetría existente entre el rápido proceso de transformaciones demográficas y el lento desarrollo económico y social en la región. Así, en los países con una población más envejecida los niveles de protección suelen ser más extendidos, mientras que en aquellos que se encuentran en plena transición, existen vulnerabilidades derivadas de los escenarios de precariedad relacionados con insuficiencias de recursos, escasas legislaciones de protección, entre otras, que puedan sostener tal incremento de personas mayores[3].

La transformación demográfica que acontece en el mundo; vertiginosa, creciente y de consecuencias significativas para la vida de las poblaciones, determinará en gran medida el futuro de los países y del planeta en su conjunto. “La presencia de menos niños y adolescentes y de más personas adultas y envejecidas dará lugar a nuevas visiones sociales y culturales acerca de los diferentes segmentos de la población y su funcionamiento. Habrá cambios sustanciales en las formas de trabajo y producción, los patrones de demanda y consumo de bienes y servicios, la atención a la salud, los requerimientos a la seguridad social, la forma de las relaciones familiares, la conformación de redes de apoyo, el sentido en las transferencias de recursos, y el funcionamiento de los sistemas políticos y administrativos”[4].

Esta situación según las estimaciones de población elaboradas por el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE), División de Población de la CEPAL para América Latina, conllevará hacia 2025 a que la relación de dependencia se incremente y que el número de personas mayores dependientes sobrepase al de niños menores de 15 años cerca del año 2040. Debido a que los países de la región se hallan en etapas distintas de transición demográfica, los cambios en el índice de dependencia exhibirán notables diferencias. En Cuba por ejemplo, desde 2010 la relación de dependencia de las personas de edad es superior a la de los jóvenes menores de 15 años; 30 años antes de que esto ocurra a nivel regional debido a la etapa muy avanzada de la transición y del envejecimiento demográfico[3].

En 2017 la población de Cuba era de 11 230 142 habitantes, de ellos 20,1 % tiene 60 años y más de edad[5]. Las perspectivas de la evolución futura de la población avizoran un decrecimiento absoluto de la población en la cual todo el crecimiento poblacional no alcanzará para compensar las disminuciones por natalidad ocurridas en las décadas precedentes, y las asociadas a un saldo migratorio externo negativo durante más de cuatro décadas. El crecimiento sólo se observará en las poblaciones que arriben a la edad de 60 años y más, resultado de los elevados niveles de esperanza de vida que también caracterizan la dinámica demográfica cubana. El resultado será una estructura poblacional para los próximos 25 años, con alrededor del 25% de sus integrantes con 60 años y más, pasando de 1,8 millones en 2007 a alrededor de 3 millones en 2025. Asimismo, tendrá lugar un elevado crecimiento absoluto de la población de 75 años y más, en contraste con el escaso crecimiento –o decrecimiento- en los volúmenes de población en edad de trabajar y de procrear: y, en consecuencia, muy bajos índices de reemplazo poblacional y de la fuerza de trabajo[6].

Si bien la edad es el criterio básico y el punto de partida para delimitar la etapa conocida como la vejez, los aspectos socioculturales y contextuales son también determinantes. “Claramente, el envejecimiento de la población es más que un cambio demográfico; no es una modificación en las cifras con las que se construyen políticas públicas, sino más bien una transformación en la forma como se desarrolla la sociedad en su conjunto y cómo debe enfrentar su desarrollo futuro”[7]. Entonces, el bienestar y la calidad de vida de las personas mayores están fuertemente condicionados por su capacidad para asumir oportunidades y riesgos asociados a los cambios rápidos y complejos en los escenarios sociales.

Dadas las condiciones actuales y previsibles del escenario gerontológico en Cuba, es necesaria la definición de una política que permita abordar el envejecimiento demográfico[8]. Dicha política debería preservar los logros alcanzados en el alargamiento de la vida en la mayor de las Antillas; así como incorporar los desafíos propios de la nueva realidad del país. El trabajo aborda y analiza algunos de los desafíos a considerar en el diseño de dicha política. El análisis se deriva de las acciones investigativas que en el marco del proyecto Estrategia para la atención integral a las personas mayores, se realizan en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Camagüey, Cuba.

Escenario gerontológico emergente

Mientras en Europa el proceso de envejecimiento demográfico se producía de manera paulatina, en Cuba, se ha transitado en menos de 50 años del 9,4% de ancianos en 1970 al 18,3% en el año 2012. Y en solo tres años posteriores alcanzó un 19,4%, hasta las cifras actuales que indican que 20,1% de la población es mayor de 60 años[5],[6].

La ONU estima que para el año 2050 entre los países más envejecidos a nivel mundial estarán Japón, con 42,5% de personas de 60 y más años con respecto a su población total; seguido de Corea del Sur con 41,5%; España 41,4%; Portugal 41,2%; Grecia 40,8%; Italia 40,7%; Bosnia y Herzegovina 40,5%; Singapur 40,4% y Cuba con 39,7%, único representante latinoamericano[1].

Esta situación impone al Estado determinar los escenarios de acción posibles para sostener el proceso acelerado de envejecimiento de su población, en un corto plazo de tiempo y en circunstancias de subdesarrollo económico, reforzamiento del bloqueo económico, comercial y financiero por parte de Estados Unidos y de una profunda crisis internacional[9]. Por consiguiente, tal como afirma Ham Chande, “la vejez y el envejecimiento dependen de contextos demográficos, sociales y económicos propios y que varían en el espacio y el tiempo, de ahí que surjan la necesidad y el propósito de manejarlos de manera propia dentro de cada sociedad”[4].

El proceso de envejecimiento de la población cubana comparte similitudes con el de otras naciones; pero presenta rasgos distintivos que configuran su actual perfil demográfico, entre los que cabe mencionar: Cuba ostenta niveles muy bajos de fecundidad. La tasa global de fecundidad  en la actualidad, y desde hace treinta años, no excede los 1,7 hijos por mujer[10]. Del mismo modo, el otro rasgo se relaciona con la estructura de los hogares y de las familias. Las familias estructuralmente son menos numerosas y en su composición hay una mayor presencia de miembros ancianos. Existe además un incremento marcado de hogares unipersonales y de aquellos hogares monoparentales de jefatura femenina[11]. Por último y relacionado con el cuadro de salud de las personas mayores, se aprecia una disminución de la mortalidad en estas cohortes de edades, y por ende del alargamiento de la vida con garantías de atención de salud universal y gratuita.

En el contexto cubano la economía se basa fundamentalmente en una producción limitada y de escasos recursos, a diferencia de lo que acontece en los países industrializados, lo cual incide directamente en el nivel de vida de la población. Recordemos que el envejecimiento demográfico en los países industrializados estuvo acompañado por un despegue económico cuyas bases en la actualidad se sustentan en tecnologías de alta productividad, lo que posibilita mayores producciones de bienes económicos y servicios de alta calidad. Relacionado con el nivel de vida, Cuba en calidad de país subdesarrollado no dispone de recursos suficientes que puedan garantizar las condiciones de vivienda, transporte, ocio, servicios, apoyo familiar y soportes tecnológicos que exige el conjunto de su población envejecida.

A pesar de lo anterior, se han logrado alcanzar indicadores de salud equiparables a los de países desarrollados y exhibe una esperanza de vida de 80 años como promedio[5]. Este es un logro atribuible a las políticas sociales implementadas en el país, en particular a las políticas de salud, educación y seguridad social. No obstante, en las actuales condiciones socio económicas del contexto cubano; el logro de una mayor longevidad plantea importantes desafíos, tales como la formación de recursos humanos para actuaciones de apoyo y cuidado a esta población de mayores; lograr que el alargamiento de la vida se haga acompañar de bienestar y calidad; y, por último, actualizar los programas de atención enfocados en el colectivo de mayores, ya sean autónomos o dependientes.

La dinámica demográfica actual de la población cubana y sus perspectivas futuras avizoran que para 2030 las personas de 60 años y más dupliquen a los menores de 15 años, y a mediados de siglo se ubicará entre los países de menos capacidad de renovación de su población, con valores aproximados de 283 personas de 60 años y más por cada 100 menores de 15 años. Para ese entonces, solo Japón y Alemania superarán a la mayor de las Antillas. Todo lo anterior conduce a reflexionar sobre la capacidad de sustentabilidad de la economía cubana para afrontar este fenómeno y sus desafíos hacia el Estado como garante del logro social de una mayor longevidad[11].

Varias son las derivaciones del envejecimiento que el Estado cubano deberá asumir. Como apremiantes desafíos se avistan con mayor claridad la presión o sobrecarga sobre el sistema de salud y de seguridad social, asociadas al aumento de las necesidades de este colectivo social, pues las redes familiares quedarán sobre exigidas. En la esfera económica, el gasto social se incrementa por concepto de jubilación. A la par, crece la demanda de instituciones para los cuidados de larga duración; así como de servicios de salud especializados (geriátricos y gerontológicos).

De acuerdo con las precisiones del último Censo de Población y Vivienda (2012), el grupo de mayor crecimiento en la isla es el de los llamados “viejos más viejos”; es decir, aquellos que poseen 75 y más años. Las estadísticas indican que, a partir de este rango etario, existen mayores probabilidades de declives funcionales, los individuos muestran mayor fragilidad, son más propensos a desarrollar enfermedades crónicas y degenerativas, las que pueden desencadenar situaciones de dependencia que requieren tratamientos médicos prolongados y costosos.

La Primera Encuesta Nacional de Envejecimiento Poblacional en Cuba arroja resultados notables sobre el estado de salud de los ancianos, resaltan entre las enfermedades crónicas más frecuentes la hipertensión arterial, artritis, reumatismo o artrosis, diabetes, cardiopatías y padecimientos nerviosos. En cuanto a las actividades básicas de la vida diaria, las cuales están relacionadas con los cuidados personales, el anterior estudio refleja que 90,1% de los mayores en Cuba son independientes para usar el baño, vestirse, comer, desplazarse, acostarse y levantarse.

En cambio, en la ejecución de actividades instrumentadas de la vida diaria, las cuales suponen una mayor complejidad cognitiva y motriz e implican la interacción con el entorno, los resultados evidencian que 71,0% de los mayores de 60 años no presentan ninguna limitación para el desarrollo de actividades como cuidado de la propia salud, manejo de dinero, uso de medios de transporte y cuidar de otros. También se evidenció que alrededor del 30% de los mayores requieren ayudas para la realización de estas actividades, porcentaje que sobrepasa el 55% de los mayores de la franja etaria de 75 y más años, fundamentalmente para trasladarse fuera del hogar, ir al mercado, hacer compras e ir al médico[12].

El Estado cubano despliega importantes acciones y recursos en prevención, protección y atención de salud a las personas mayores.Entre sus programas priorizados cuenta con el Programa de Atención Integral al Adulto Mayor, ejecutado y rectorado desde el propio Ministerio de Salud Pública. Retomando lo anterior, los servicios de salud en Cuba quedarán desbordados ante las necesidades de atención que sobrevienen en un periodo inmediato, sin disponer aun de la infraestructura y los recursos suficientes. “La consecuencia más visible de la crisis económica que aún afecta al país ha sido el déficit de recursos financieros para invertir en sectores clave del desarrollo, verificándose escasez de medicamentos y tecnología en el sector de la salud, así como de educación, seguridad y asistencia social. Esta situación causa carencias importantes de recursos para invertir en la reanimación de instalaciones hospitalarias y educacionales, así como para la adquisición de material diverso”[13]. Elemento que a juicio de las que suscriben, se convierte en un catalizador en tanto insta a encontrar soluciones atemperadas al propio escenario cubano, y evitar trasferencias acríticas de prácticas foráneas generadas en condiciones socioeconómicas y culturales diferentes.

Un ejemplo en el que pudiera avanzarse sería abrir a la iniciativa privada, con ciertas regulaciones y supervisión profesional, las tareas de cuidado a las personas mayores[8]. En Cuba, la mayoría de los servicios que brindan atención y apoyos a las personas mayores son de titularidad pública (estatal). Existe un conjunto minoritario de servicios gestionados y dirigidos por diversas instituciones religiosas (Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, Hermanos de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, Carmelitas Misioneras, Hermanitas de los ancianos desamparados), quienes ofrecen servicios asistenciales y de cuidados con cierto respaldo gubernamental. En la actualidad ambas modalidades resultan insuficientes ante la creciente demanda de cuidados.

Desafíos en una realidad cambiante

El Estado cubano en condición de país subdesarrollo deberá en primer lugar, preparar su economía, diseñar e implementar un sistema de gestión económica flexible, descentralizado, para aprovechar las oportunidades propias del contexto entre las que se encuentra la dinámica demográfica de su población con presencia de un capital humano envejecido, pero calificado, con uno de los más altos potenciales científicos en la región, con índices de salud y esperanza de vida elevados. Lo que condicionó que en Cuba se produjera un desarrollo social por delante del desarrollo económico[14].

Necesitamos promover transformaciones que permitan conservar los avances logrados en materia de bienestar social, que conlleven a una estrategia de impulso a la economía y nuevas políticas para conducir el país hacia el desarrollo, entendido como un proceso cultural, participativo, creador, de carácter consciente que se manifiesta mediante la actividad humana, condicionado por el contexto histórico-social concreto de transformación de las personas y sus entornos en correspondencia con sus necesidades básicas humanas y las capacidades reales de los sistemas para contribuir a la emancipación de los seres humanos y a su calidad de vida[15].

Asimismo, a medida que aumenta la edad promedio de los trabajadores, comienza a disminuir la fuerza de trabajo en aquellas plazas que requieren mayor esfuerzo físico, fundamentalmente en sectores básicos como la agricultura, la construcción y la industria. Como ya reconocen algunos investigadores una estructura demográfica como la cubana demanda una economía tecnológica, de alto valor agregado, sustentada en un aparato productivo con capacidades productivas, que imposibilite la desindustrialización, la pérdida de empleos industriales, la expansión desmedida de los servicios, el déficit comercial persistente y la erosión del capital humano en su mayoría envejecido[14]. Amerita tomar en consideración que la población laboral que debe producir en el país será de más de 40 años y tendrá entonces que generar mucho valor añadido.

En segundo lugar, otro desafío significativo radica en el tiempo[16],[17]. La economía cubana -dependiente del sector externo- deberá afrontar en un corto plazo los costos sociales y económicos inherentes al envejecimiento, pero en un escenario social más complejo y precarizado. De allí que las respuestas institucionales a la dinámica demográfica del país muchas veces están en correspondencia con las posibilidades presupuestarias. No obstante, existe una intención gubernamental que reconoce la necesidad de avanzar en nuevos enfoques para la atención, el cuidado y la inclusión del colectivo de mayores en el escenario cubano actual.

La sociedad cubana enfrenta el reto asociado a la necesidad estratégica de conservar los logros alcanzados; preservar la posición ventajosa que el país tiene -en materia de salud- con relación al resto de los países subdesarrollados de la región y la oportunidad, porque indiscutiblemente los elevados niveles de desarrollo social permiten potenciar las garantías de desarrollo que aún disponemos[18].

Cuba se encuentra en un proceso de actualización y conceptualización de su modelo económico y social de desarrollo[19]. Ello es imprescindible y posible a partir de las fortalezas y potencialidades del país, preservando y consolidando las conquistas sociales alcanzadas. Es crucial estimular iniciativas locales, la creatividad, el conocimiento del potencial humano formado y la interrelación entre diversos campos de creación científica y cultural.

Transitar hacia una economía basada en el conocimiento a partir de las oportunidades que posee Cuba, o sea, diversificar las ramas de la economía donde el conocimiento es el principal recurso. El sector de la biotecnología y la industria farmacéutica constituyen dos ejemplos que consolidan el desarrollo endógeno de la isla. En Cuba, el conocimiento es un recurso resultante de los sistemas de instrucción y educación para todos los ciudadanos y que como un bien común debemos potenciar y enriquecer.

El reconocimiento del envejecimiento demográfico como una singularidad de la sociedad cubana actual requiere estimular las investigaciones multidisciplinares sobre el tema y perfeccionar los mecanismos para la aplicabilidad de los resultados en la toma de decisiones por los organismos, entidades e instituciones en tanto es uno de los asuntos prioritarios de la vida de la sociedad cubana.

Un reto pendiente en el modelo de desarrollo del Estado cubano, lo constituye el hecho de que el país demanda el diseño e implementación de una Política Integral de Envejecimiento que agrupe las múltiples acciones que hoy se ejecutan desde diversos ministerios, organismos e instituciones, y que a su vez incorpore nuevos enfoques y servicios de atención.

En términos generales, podríamos decir una política que garantice al estado cubano:

  • Consolidar y ampliar los servicios de atención al colectivo de mayores que permitan la cobertura de sus necesidades básicas y a la vez dar respuesta a las necesidades sociales emergentes (educacionales, participación e integración social, ocio, entornos amigables).
  • Diversificar la formación de profesionales con conocimientos específicos sobre personas mayores para contribuir a disminuir la prevalencia de enfoques parcializados en la atención salubrista, los cuidados médicos y la mirada asistencialista. Lo que contribuiría a mantener y fomentar las habilidades y experiencias de las personas mayores como seres con autonomía propia[20].
  • Instituir programas de formación continuada para profesionales de la salud y los servicios sociales con miras a aplicar un enfoque integrado de la salud, el bienestar y la atención de las personas de edad, así como de los aspectos sociales y psicológicos del envejecimiento.
  • Apoyar y estimular acciones de voluntariado que favorezcan la participación de personas, que sintiéndose con ganas de colaborar puedan hacerlo, incluido el colectivo de mayores, escenario ideal para las relaciones intergeneracionales.
  • Insertar en los programas educacionales en todos los niveles de enseñanza, temas sobre la vejez y el envejecimiento para la convivencia respetuosa con las personas mayores, para preparar desde las edades tempranas el proceso de envejecimiento activo y, para desmontar mitos y estereotipos asociados a este colectivo etario.
  • Adecuar viviendas, medios de transporte y ciudades para las personas mayores. Es una exigencia retadora para el Estado cubano con una economía de escasos recursos. No obstante, se deben mejorar las condiciones de vivienda y habitabilidad de las personas mayores, adaptando los espacios a sus necesidades, además de la prestación de servicios de apoyo a éstas y a sus familias, según el grado de autonomía que conserven.
  • Ampliar el marco normativo con relación a los derechos de las personas mayores identificándolos como sujeto de derecho, sensibilizando a la ciudadanía al respecto.
  • Renovar la cobertura y calidad de los servicios estatales de atención y difusión de información relacionada con personas mayores. Lo que comprende el acercamiento de los distintos servicios del Estado a las personas, evitando largos tramos de desplazamiento para dar respuesta a sus necesidades. Además, de permitir la difusión de información de los servicios y beneficios que se entregan a las personas mayores.
  • Priorizar y diversificar las investigaciones en temas relacionados con el envejecimiento y la vejez. Promover en el país la investigación multidisciplinaria de un tema que en Cuba se ha convertido también en una preocupación pública. En correspondencia con Lage Dávila “tenemos que estimular de forma activa y programada, la circulación del conocimiento dentro de la sociedad y la recombinación entre diferentes campos de la creación científica y cultural”[14].
  • Desarrollar el marco jurídico y regulatorio que permita la evaluación y optimización de la contribución de la política al bienestar subjetivo de las personas mayores.

Consideraciones finales

El envejecimiento demográfico en Cuba se ha constituido en un tema de agenda pública. En el modelo de desarrollo social que actualiza el Estado cubano se reconoce la necesidad de implementación -de manera gradual- de una política para atender los elevados niveles de envejecimiento, que a su vez garantice los logros alcanzados en materia de protección a las personas mayores. Al mismo tiempo debe, diversificar los servicios para este grupo etario y posibilitar la optimización de los ya existentes.

Cuba, país con elevados niveles de envejecimiento demográfico y en condiciones económicas subdesarrolladas, tendrá que delimitar en su modelo de desarrollo la calidad de vida que prevé garantizar para sus mayores en el futuro inmediato, en correspondencia con las características propias y reales que su contexto condiciona. El Estado tendrá que reajustar y/o diseñar nuevas políticas de protección social al colectivo de mayores, atemperadas a las singularidades de este grupo etario. Para ello sería atinado considerar:

  • La gran heterogeneidad que distingue a este colectivo etario: expresada en las múltiples situaciones de independencia funcional y autonomía, de apoyos familiares, nivel socioeconómico y educacional, zona de residencia (rural o urbana) y biografía personal.
  • Los entornos sociales: la movilidad espacial de las personas ancianas se ve afectada por factores personales y también ambientales, la oferta de servicios debe potenciar el nivel comunitario, lo que fomentaría la responsabilidad de las comunidades con sus personas mayores y acercaría los servicios a sus lugares de convivencia.
  • Servicios adaptados a las diversas condiciones y etapas de la vejez: para la atención de salud, los cuidados (transitorios y/o de larga duración e incluso los cuidados al final de la vida), para la inclusión e interacción social y el esparcimiento.

El incorporar a los procesos de desarrollo en el país al creciente número de personas mayores que integran su escenario gerontológico, indudablemente es una oportunidad y un complejo desafío, que requerirá el concurso del Estado, las familias y el propio colectivo de mayores.

Notas

Roles de autoría
AMRM: fundamentación, investigación, preparación del manuscrito (redacción del borrador original), revisiones y ediciones, administración del proyecto. MJYG: fundamentación, investigación, presentación de datos, preparación del manuscrito (redacción del borrador original), revisiones y ediciones.

Financiamiento
Las autoras declaran que no hubo fuentes de financiación externas.

Declaración de intereses
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