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Las creencias y su relación con el estado mental del individuo

Beliefs and their relationship to the individual's mental condition

Resumen

Este texto completo es la transcripción editada y revisada de una conferencia dictada en el marco de las reuniones clínicas de la Clínica Psiquiátrica Universidad de Chile. La publicación de estas actas científicas ha sido posible gracias a una colaboración editorial entre Medwave y la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile, cuya directora es la Dra. Graciela Rojas.

Introducción

Considero que la evaluación cuidadosa del modo de creer de un individuo puede ser una valiosa fuente de información sobre su funcionamiento mental. Es importante determinar, no sólo cuán realista o ilusorio es el contenido de sus creencias, lo que podría orientar al campo de los delirios, sino también el potencial de cambio de dichas creencias cuando la persona se enfrenta a la interacción con otras ideas o percepciones.

En el diálogo con los pacientes, es frecuente encontrar que la persona está convencida de poseer el conocimiento último acerca de un determinado ámbito de su realidad interna o externa y que esta idea le da sentido a su existencia y continuidad a su historia; sin embargo, al analizar más a fondo, se comprueba que ese supuesto conocimiento se basa en creencias idiosincrásicas que no tolera poner en duda ni contrastar con otras posibles explicaciones basadas en la experiencia. Lo que determina que cada cierto tiempo el individuo antepone ese tipo de ideas a la tarea de lograr el auto-conocimiento. De este modo, personas que se integran en forma activa a un grupo religioso, político o profesional recurren con frecuencia a su doctrina para explicar sus motivaciones, en diversas áreas de su vida personal.

Todas las personas nos enfrentamos en la vida cotidiana a situaciones de incertidumbre, éstas se viven con un malestar que es necesario tolerar hasta que se encuentren elementos que confirmen alguna hipótesis que hemos pensado para explicar dicha situación. Este malestar es más intenso en las personas fanáticas de alguna teoría, cualquiera sea ella, por su tendencia a no tolerar la posibilidad de no saber o que la explicación verdadera sean ideas distintas a las suyas. En el ámbito psicoterapéutico, el modo que tiene el terapeuta de relacionarse con sus hipótesis es fundamental para desarrollar un diálogo fructífero con el paciente: si el terapeuta no tiene conciencia de que valora y adhiere intensamente a sus propias hipótesis, lo más probable es que en algún momento se paralice el intercambio y la posibilidad de obtener nuevos conocimientos acerca del paciente.

La inquietud de revisar lo que se dice sobre las creencias en la literatura psicoanalítica me surgió en el curso del trabajo psicoterapéutico con pacientes que adhieren fanáticamente a sus ideas, en lo que viene a ser una expresión clínica del fenómeno psicológico creer. El objetivo de esta revisión fue buscar una explicación teórica psicoanalítica para el hecho que algunos individuos llegan a ser fanáticos de algunas creencias. En esta presentación se describirá en forma resumida la evolución del concepto creer, desde el punto de vista de algunos de los autores psicoanalíticos que han trabajado en este tema: primero Freud, luego Melanie Klein y Wilfred Bion, seguidos por dos autores contemporáneos, Ronald Britton, británico y Darío Sor, argentino. Finalmente expondré algunas ideas personales al respecto.

Sigmund Freud: su aporte a las creencias

Entre 1895 y 1911, Freud utilizó el término creencia como una parte del ámbito de pensar, siendo equivalente a juzgar al mundo externo, es decir, al juicio de realidad; planteó que el Yo puede recurrir a satisfacer el deseo a través de pensamientos, sin producir un delirio ni una obra de arte; y postuló que cada vez que la persona piensa, también cree y, probablemente, cree lo que desea. Este proceso estaría a cargo del Yo y en las neurosis habría creencias reprimidas. Por otra parte, Freud planteó que existe un tipo de pensamiento que no se acompaña del principio de realidad y lo definió como el fantasear.

En 1927, en uno de sus trabajos más controvertidos: El porvenir de una ilusión, donde se refiere abiertamente a la religión, Freud planteó que las creencias religiosas son un tesoro de representaciones de génesis psíquica, destinadas a cumplir el deseo de sobreponerse al desamparo y desvalimiento humanos mediante la creación de la idea de un padre todopoderoso, o inteligencia superior, que guiaría a la humanidad, finalmente, hacia el Bien; y agrega que, aunque una de las funciones originales de la religión es mantener a raya la hostilidad de las personas y promover el trato amoroso entre los seres humanos, no lo logra.

En 1935 reafirmó estos planteamientos y definió a las creencias religiosas como una creación humana que “apacigua la angustia de los hombres frente a los peligros y los veleidosos azares de la vida y les asegura el buen término, derramando sobre ellos consuelo en la desdicha”. Además, planteó que a través de este tesoro de creencias religiosas los seres humanos “satisfacen el humano apetito de saber”, el cual conceptualizó como el instinto epistemofílico, que es la necesidad de las personas de adquirir conocimiento.

Klein y Bion

Melanie Klein postuló que la salud mental no es compatible con la superficialidad, entendida como aquella actitud que reniega del conflicto interior y de las dificultades externas. Para esta autora, la superficialidad es un problema mental y se debería a un Yo incapaz de tolerar el dolor de acceder a lo verdadero, sea del mundo interno o del mundo externo.

Wilfred Bion es, probablemente, el psicoanalista que más se dedicó al tema del pensar y a analizar cómo el ser humano distingue la verdad de la mentira y cómo va adquiriendo conocimiento respecto de sí mismo y del mundo externo. Este autor planteó que las exigencias de la realidad imponen al ser humano la problemática tarea de pensar sobre sí mismo y sobre el mundo en el que vive y definió un modelo del pensamiento muy complejo, en el que destaca un elemento: la función que denomina función alfa, que es aquella que transforma la experiencia emocional en pensamientos. Bion afirmó que sólo gracias a esta función es posible que la persona aprenda de lo vivido y definió, a través de su trabajo psicoanalítico en pacientes psicóticos o esquizofrénicos, lo que llamó la personalidad psicótica, que estaría presente en todos los individuos y corresponde a aquella zona de la personalidad en la que prevalece el odio a la realidad interna y externa, lo que impide que se establezcan los vínculos necesarios para llevar a cabo el proceso de transformar las emociones en pensamiento.

Bion planteó que la persona que puede conocer sus emociones y dar cabida a los pensamientos verdaderos que surgen desde ella, posee la salud mental y que la mentira es un tóxico para el ser humano: la persona que se decide por la mentira se relaciona con ésta en forma parasitaria (destructiva), de tal forma que la mentira va a producir necesariamente la destrucción o deterioro de su personalidad; o bien, el individuo establece con la mentira una relación simbiótica, en la que la mentira cumple la función de mantener a raya los pensamientos verdaderos, porque si el individuo tuviera un acceso rápido a esos pensamientos se le haría insoportable la existencia.

Ronald Britton

Ronald Britton es un psiquiatra psicoanalista contemporáneo, británico, que ha desarrollado una fenomenología del creer, muy interesante. Él plantea que las personas creen en las ideas de modo similar al que se relacionan con los objetos; así, una creencia es una idea investida con características de objeto psíquico y creer es una forma de relación objetal. Creer le da fuerza de realidad a las producciones psíquicas, tal como la percepción le da fuerza de realidad a lo material; mientras la persona no crea en una idea, no le va a dar fuerza a esa idea. Este autor plantea que las creencias tienen consecuencias porque despiertan sentimientos, influyen en las percepciones y promueven conductas. Lo complejo es que las creencias pueden ser conscientes o inconscientes, es decir, la persona muchas veces no tiene conciencia de que una determinada creencia la está llevando a actuar de un modo determinado. Britton define al creer del mismo modo en que lo hacen la filosofía y los diccionarios comunes: es dar algo por cierto, aunque la persona sepa que podría no serlo, a diferencia del conocimiento, que se refiere a aquello que está demostrado.

Este autor plantea que la sensación de seguridad depende de creer en el propio bienestar, en el de las personas amadas y en el de los objetos apreciados; si se pierde esta creencia, se pierde la sensación de seguridad. Lo interesante es que, aunque la creencia se apoya en probabilidades y no en certezas, produce el estado de seguridad que se asocia a la certidumbre y por eso los seres humanos tienden a tratar como hechos demostrados sus creencias. Sería, entonces, inherente a la condición humana la tendencia a sentirse conociendo, aunque sólo se está creyendo y para las personas es extremadamente difícil distinguir entre conocimiento y creencia. Esto ocurre a nivel individual; a nivel grupal las personas pierden aun más la capacidad de pensar y los individuos comparten ideas que se consideran como conocimiento, como si estuvieran probadas, sin que así sea.

Plantea Britton que una creencia deviene conocimiento a través de la prueba de realidad, que se obtiene a través de la percepción del mundo externo o de una correlación interna con conocimientos adquiridos previamente. Si una creencia se demuestra falsa se renuncia a ella, pero esto ocurre a través de un proceso de duelo, de la misma manera que cuando se pierde un objeto. Adquirir un nuevo conocimiento y perder una creencia supone una emancipación de creencias previas y un cambio del mundo interno. Dudar de la veracidad de una creencia sólo es posible si el individuo puede vivir la experiencia subjetiva de creer y, simultáneamente, “verse” a sí mismo adhiriendo a esa idea, “verse” en la relación que está sosteniendo con esa idea. Llegar a correlacionar la experiencia subjetiva con la autoconciencia es un logro del desarrollo.

Darío Sor

Darío Sor desarrolló inicialmente el concepto de cambio psíquico a partir de los planteamientos de Bion y publicó sobre esto un libro muy interesante, que se titula El Cambio Catastrófico. También ha hecho todo un desarrollo del concepto de fanatismo, a partir de investigaciones clínicas realizadas en Argentina. Este autor plantea que el fanatismo no es una característica constante de la mente; nadie es fanático todo el tiempo y además no existen personalidades totalmente fanáticas, de modo que, más que de fanatismo, habría que hablar de uso fanático. Así, se puede hacer uso fanático de cualquier idea, emoción, sentimiento o teoría, de tal modo que personas dotadas de mentes sensibles y privilegiadas en algunas áreas, pueden albergar ideas fanáticas en otras áreas.

Sor define la cualidad fanática como la sustracción, en esa idea, emoción o sentimiento, del potencial para combinarse con otra idea y, como consecuencia, adquirir una nueva idea. La capacidad para descubrir ideas nuevas depende de que el individuo pueda combinar las ideas que tiene con las que van apareciendo durante su vida, sea en el contacto con el mundo externo o consigo mismo.

A primera vista el fanatismo parece una pérdida, porque parece lógico pensar que si alguien que hace uso fanático de alguna idea o sentimiento va a empobrecer su vida y su personalidad, pero Sor plantea que el fanatismo es atractivo como oferta de salvación y amparo de los sentimientos de necesidad, ignorancia, impotencia y duda: el fanatismo salva al individuo de estas experiencias que son muy dolorosas, desde el punto de vista psíquico. Sor utiliza como analogía la infección por el VIH, para ilustrar el concepto que las ideas fanáticas son trasmisibles de persona a persona y que, tal como ocurre con el virus, las personas receptoras de las ideas fanáticas quedan paralizadas, en el sentido de que no las detectan como tales, no detectan que están siendo adoctrinadas.

La idea fanática o dogma se caracteriza, según este autor, por quedar aislada de la duda y de la hermandad con otras ideas; de esa manera, en el mundo interno y en la experiencia del individuo se desaloja al misterio, ya no tiene que averiguar nada, porque ya lo sabe y se impone una conclusión.

Desde el punto de vista clínico, la cualidad fanática se adquiere con extrema rapidez, a diferencia del pensamiento tolerante, que se desarrolla en forma lenta y conlleva la sensación de penuria, porque el individuo debe aceptar que hay cosas que no sabe, que es ignorante. La adquisición del fanatismo tiene como carácter distintivo la inmediatez, a diferencia de la tolerancia, cuyo logro es lento y difícil. La idea fanática calma al individuo, lo saca del estado mental de inquietud, porque la ignorancia, desde el punto de vista psicoanalítico, duele. La idea fanática calma al individuo, a diferencia de la idea nueva, que produce inquietud y dolor al pasar de un estado mental a otro, momento en que el individuo se siente solo y vacío, porque ya no se puede afirmar en los conceptos previos.

Comentarios

La palabra creer tiene varias acepciones. En los diccionarios se define como “dar por cierto una cosa que no está comprobada”, como ocurre con los dogmas religiosos o con la confianza que se tiene en una persona o cosa. El abanico de significados del término abarca desde confiar en algo intangible hasta apreciar, mediante la razón o la percepción, las cualidades de una cosa. El fenómeno creer está presente en la relación del individuo, tanto con lo concreto como con lo que imagina; la observación de los individuos, tanto aislados como en grupo, demuestra que ellos creen en todos los ámbitos de su vida y que recurren a las creencias en la relación con sí mismos y con los demás; y no sólo creen individualmente, sino también como grupo humano en distintos ámbitos: profesional, político, religioso u otro. Por lo tanto, creer es inherente a la condición humana y, en una primera mirada, parece paradójica la observación que las personas pueden perder la sensibilidad y la empatía a causa de las creencias.

Explicar las creencias en toda su magnitud es una tarea difícil, debido a la complejidad que las caracteriza; sin embargo, los postulados de los autores mencionados, aunque dejan múltiples interrogantes sin respuesta, aportan claridad en este ámbito tan misterioso del psiquismo. Según Freud, desde el momento en que el individuo comienza a pensar, también comienza a creer. En su formulación de dos principios del acaecer psíquico describió a los principios de placer y de realidad en interacción para asegurar la supervivencia humana, planteando además, como parte del funcionamiento psíquico saludable, la persistencia de la satisfacción y el deseo a través de la fantasía, fenómeno que alcanza más importancia en los artistas, que tendrían la capacidad de traer la fantasía al mundo real, al crear sus obras de arte. Freud confirma y comprende la observación clínica que pensar y creer son dos fenómenos psíquicos inseparables e inherentes a la vida. De su teoría, particularmente de lo que planteó sobre los dos principios del acaecer psíquico y sobre la religión, se puede deducir que cada vez que la persona piensa, también cree y que probablemente, cree lo que desea.

Las creencias contribuyen muchas veces al desarrollo personal y colectivo, pero tanto la historia de la humanidad como historias personales muestran, una y otra vez, cuánto pueden dificultar, deteriorar o incluso impedir el desarrollo individual y grupal. Estos hechos no alcanzaron a ser analizados por Freud lo suficiente como para integrarlos dentro de la personalidad del individuo, ni para abordarlos en el trabajo psicoterapéutico con pacientes; sólo recomendó educar a los jóvenes para la realidad en lugar de adoctrinarlos con creencias religiosas, pues consideró a éstas como un equipamiento precario para enfrentar la vida.

La experiencia clínica y los postulados teóricos descritos en esta revisión justifican concluir que existe una gradación de creencias, desde las más sanas hasta las más patológicas, según su relación con el desarrollo de la personalidad. En este ámbito, Melanie Klein planteó que el estado mental saludable no se condice con la superficialidad, aportando con esto una comprensión más detallada de cómo creer lo que no es o no creer lo que es empobrece la personalidad, porque impide el acceso a lo verdadero del mundo interno o externo. Sin embargo, la capacidad del individuo para conocer el mundo externo e interno es limitada, de modo que sería muy difícil que alguien, desde ese punto de vista de Klein, sea sano o saludable.

En los momentos que no se logra obtener el conocimiento claro y seguro de lo que está en cuestión, un camino es aceptar la ignorancia y el sufrimiento que ella produce, y el otro es dar por cierto lo que no se ha demostrado. Las personas viven la mayor parte del tiempo desconociendo en qué estado están sus seres queridos, las cosas que aman o su propio cuerpo. La existencia está plagada de incertidumbres y tal vez por ello, creer en lo que no se sabe, confiar en lo que no está demostrado, resulta indispensable para vivir en relación con otros y consigo mismos. Creer protege del dolor que provoca la incertidumbre, sin embargo creer demasiado en una idea puede impedir al individuo conocer algo nuevo y crecer como persona. Probablemente, el grado de libertad con que las personas adhieren a sus creencias determinará cuánto pueden enriquecer su vida y su personalidad con conocimientos nuevos acerca del mundo.

Existe una gradación de los modos de creer y es útil, de un punto de vista clínico, ubicar las creencias emergentes en el diálogo con un paciente en particular, ya que los planteamientos de los distintos autores revisados concuerdan en relacionar estrechamente la modalidad en que una persona cree en sus ideas, con el funcionamiento de su aparato mental. Freud señaló que la capacidad de juzgar el mundo exterior es un logro crucial en el desarrollo psicológico y que las creencias religiosas surgen por la necesidad de sobreponerse a los sentimientos de desvalimiento que surgen ante las fuerzas de la naturaleza, como consecuencia de salir del estado de omnipotencia infantil. Klein destacó como características de la salud mental el equilibrio entre la vida interior y la adaptación a la realidad objetiva, sin desviarse a la superficialidad en el conocimiento de ellas. Bion relacionó directamente la capacidad de tolerar el conocimiento de hechos nuevos con la zona más sana, o parte psicoanalítica de la personalidad, desde donde se enriquece la vida psíquica del individuo, a través de la experiencia. Britton señaló que la relación de una creencia con una idea es más o menos saludable según el grado de madurez psicológica del individuo. Para este autor, creer es una función estructurante de la mente humana, ya que la realidad psíquica, lo que el individuo reconoce como su realidad interna, son aquellas fantasías a las que les ha otorgado creencia: mientras la persona no otorgue creencia a las fantasías, éstas no pasan a constituir realidad psíquica. Darío Sor destacó la adquisición del dogma, o idea máxima, a través del uso fanático, como el más silencioso y letal veneno humano, porque provoca empobrecimiento y deterioro, tanto individual como grupal y postuló la ubicuidad del uso fanático, hipótesis interesante e inquietante, por las dificultades terapéuticas y de convivencia grupal que implica.

Los postulados de Sor y Britton contribuyen en forma importante a la comprensión de las creencias como un fenómeno psicológico: el primero destaca la destrucción del pensar creativo por el uso fanático, iluminando el oscuro campo del fanatismo; el segundo propone considerar a las creencias como objetos internos, lo que permite distinguir en el tratamiento de un paciente, el estado mental predominante en un momento dado, con las ventajas técnicas que esto implica.

Se puede deducir que cuando las creencias son puestas en conflicto, por alguna situación de vida o en el diálogo terapéutico, las más sanas serán transitorias y se mantendrán sólo hasta que se adquiera el conocimiento verdadero; si éste coincide con lo que el individuo creía previamente, conllevará un incremento de la sensación de seguridad en sí mismo y si no es así, conducirá a un trabajo de duelo y cambio en la apreciación de sí mismo y del entorno. Las creencias patológicas tienden a prolongarse en el tiempo, su permanencia es más independiente de los hechos y al individuo le resulta difícil o incluso imposible, en el caso del dogma, renunciar a ellas.

La valoración minuciosa de las creencias que sostiene un individuo, en cualquier ámbito, parece ser un modo eficaz de evaluar su estado mental. Cuando una persona rechaza los nuevos conocimientos y se aferra a sus creencias, dándoles el atributo de conocimiento, pueden estar ocurriendo fenómenos de índole diversa que valdría la pena distinguir, porque tendrían consecuencias terapéuticas diferentes:

  • Resistencia: es el intento de eludir el duelo que produce la pérdida de la creencia, para soslayar el trabajo emocional que conlleva el cambio de la realidad interna. Es la oposición más blanda al cambio y se da para tratar de eludir la angustia que éste produce.
  • Incapacidad para hacer duelo y modificar la realidad interna: esto ocurriría en individuos que no han logrado, en su desarrollo personal, integrar lo objetivo con lo subjetivo; para que esto ocurra, desde el punto de vista psicoanalítico, es necesario que se haya constituido a nivel mental la tercera posición, etapa de desarrollo mayor en la cual se logra la autorreflexión, que es la capacidad del individuo de experimentar o sentir y, simultáneamente, observarse a sí mismo y sacar conclusiones respecto a lo que está sintiendo y viviendo.
  • Uso fanático de las ideas: se está ante ideas desvitalizadas, que no pueden entrar en interacción con otras ideas y percepciones.

Lo más probable es que, en distintos momentos, en un mismo individuo se puedan apreciar cada uno de los fenómenos que explican el desarrollo y la relación con las creencias.

Es indispensable identificar estos hechos mentales, ya que necesariamente tienen consecuencias técnicas, por ejemplo, la necesidad de efectuar una inspección más acuciosa de la contra-transferencia del profesional frente al uso fanático del paciente, para evitar la emergencia del uso fanático en el propio profesional.

Durante el proceso diagnóstico, evaluar la relación de un individuo con sus creencias puede ayudar a realizar la indicación psicoterapéutica más adecuada.