Editorial

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Reduciendo los riesgos de guerra nuclear: El papel de los profesionales de la salud

Reducing the risks of nuclear war - the role of health professionals

En enero de 2023, el Consejo de Ciencia y Seguridad del Boletín de los Científicos Atómicos adelantó las manecillas del Reloj del Juicio Final a 90 segundos antes de la medianoche, reflejando el creciente riesgo de guerra nuclear.[1] En agosto de 2022, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, advirtió que el mundo se encuentra ahora en "una época de peligro nuclear no vista desde el apogeo de la Guerra Fría[2]". El peligro se ha visto acentuado por las crecientes tensiones entre muchos estados con armamento nuclear.[3] Como editores de revistas médicas y de salud de todo el mundo, hacemos un llamado a los profesionales de la salud para alertar al público y a nuestros líderes sobre este gran peligro para la salud pública y los sistemas esenciales de soporte vital del planeta, e instamos a actuar para evitarlo.

Los actuales esfuerzos de control y no proliferación de armas nucleares son insuficientes para proteger a la población mundial contra la amenaza de una guerra nuclear por diseño, error o cálculo equivocado. El Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP) compromete a cada una de las 190 naciones participantes a "celebrar negociaciones de buena fe sobre medidas eficaces relativas a la cesación de la carrera de armamentos nucleares en fecha cercana y al desarme nuclear, y sobre un tratado de desarme general y completo bajo estricto y eficaz control internacional[4]". Los avances han sido desalentadoramente lentos y la última conferencia de revisión del TNP, celebrada en 2022, concluyó sin una resolución consensuada.[5] La modernización de los arsenales nucleares podría aumentar los riesgos: por ejemplo, los misiles hipersónicos reducen el tiempo disponible para distinguir entre un ataque y una falsa alarma, lo que aumenta la probabilidad de una rápida escalada[6].

Cualquier uso de armas nucleares sería catastrófico para la humanidad. Incluso una guerra nuclear "limitada" en la que participaran sólo 250 de las 13.000 armas nucleares que hay en el mundo podría matar a 120 millones de personas y provocar una alteración climática global que llevaría a una hambruna nuclear, poniendo en peligro a 2.000 millones de personas.[7],[8] Una guerra nuclear a gran escala entre EE.UU. y Rusia podría matar a 200 millones de personas o más a corto plazo y, potencialmente, provocar un "invierno nuclear" global que podría matar a entre 5.000 y 6.000 millones de personas, amenazando la supervivencia de la humanidad. Una vez detonada un arma nuclear, la escalada hasta una guerra nuclear total podría producirse rápidamente. Por lo tanto, la prevención de cualquier uso de armas nucleares es una prioridad urgente de salud pública y también deben tomarse medidas fundamentales para abordar la raíz del problema: la abolición de las armas nucleares.

La comunidad sanitaria ha desempeñado un papel crucial en los esfuerzos por reducir el riesgo de guerra nuclear y debe seguir haciéndolo en el futuro.[9] En la década de los ochenta, los esfuerzos de los profesionales sanitarios, liderados por la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear (IPPNW), ayudaron a poner fin a la carrera armamentística de la Guerra Fría al educar a los responsables políticos y al público de ambos lados del Telón de Acero sobre las consecuencias médicas de la guerra nuclear. Esto fue reconocido cuando se concedió el Premio Nobel de la Paz de 1985 a la IPPNW[10]. (http://www.ippnw.org).

En 2007, la IPPNW lanzó la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares, que se convirtió en una campaña mundial de la sociedad civil con cientos de organizaciones asociadas. Con la adopción del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares en 2017 se creó una vía hacia la abolición nuclear, por la que la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares recibió el Premio Nobel de la Paz 2017. Las organizaciones médicas internacionales, como el Comité Internacional de la Cruz Roja, la IPPNW, la Asociación Médica Mundial, la Federación Mundial de Asociaciones de Salud Pública y el Consejo Internacional de Enfermeras, desempeñaron un papel clave en el proceso previo a las negociaciones y en las propias negociaciones, presentando las pruebas científicas sobre las catastróficas consecuencias para la salud y el medio ambiente de las armas nucleares y la guerra nuclear. Continuaron esta importante colaboración durante la Primera Reunión de los Estados Partes en el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, que actualmente cuenta con 92 signatarios, incluidos 68 Estados miembros[11].

Ahora pedimos a las asociaciones de profesionales de la salud que informen a lo largo y ancho del mundo sobre la amenaza que se cierne sobre la supervivencia humana y que se unan a la IPPNW para apoyar los esfuerzos encaminados a reducir los riesgos de guerra nuclear a corto plazo, lo que incluye tres medidas inmediatas por parte de los estados con armamento nuclear y sus aliados: en primer lugar, adoptar una política de no ser el primero en utilizar las armas nucleares[12]; en segundo lugar, retirar las armas nucleares del estado de alerta; y, en tercer lugar, instar a todos los estados implicados en conflictos actuales a que se comprometan pública e inequívocamente a no utilizar armas nucleares en dichos conflictos. Además, les pedimos que trabajen para poner fin definitivamente a la amenaza nuclear, apoyando el inicio urgente de negociaciones entre los estados con armamento nuclear para llegar a un acuerdo verificable y sujeto a plazos para eliminar sus armas nucleares de acuerdo con los compromisos del TNP, abriendo el camino para que todas las naciones se adhieran al Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares.

El peligro es grande y creciente. Los estados nuclearmente armados deben eliminar sus arsenales nucleares antes de que nos eliminen a nosotros. La comunidad sanitaria desempeñó un papel decisivo durante la Guerra Fría y, más recientemente, en el desarrollo del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares. Debemos volver a asumir este reto como una prioridad urgente, trabajando con renovada energía para reducir los riesgos de guerra nuclear y eliminar las armas nucleares.