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← vista completaPublicado el 1 de enero de 2002 | http://doi.org/10.5867/medwave.2002.01.1211
Adolescencia: programas de éxito en promoción y prevención
Adolescence: successful promotion and prevention programs
Resumen
Este texto completo es la transcripción editada y revisada de la conferencia dictada en el marco del XL Congreso Chileno de Pediatría, realizado en Marbella entre los días 31 de octubre al 4 de noviembre de 2000. El evento fue organizado por la Sociedad Chilena de Pediatría.
Presidente: Dra. Nereyda Concha.
Coordinador General: Dr. José Manuel Ugarte.
Coordinadora Científica: Dra. Carmen Larrañaga.
Introducción
En la presente conferencia se entregarán algunos elementos para que las personas que trabajan en adolescencia puedan tomar decisiones apropiadas. Para esto, se debe partir por definir qué es un programa.
Programa
Es un conjunto de actividades o intervenciones que tienen un continuo a lo largo del tiempo, a diferencia de un proyecto, que tiene un término y un fin en el tiempo.
Es muy importante tener claro cuándo se debe considerar que un programa tiene éxito; este es el gran problema de los programas en América Latina, ya que no se evalúa lo que se hace. Un programa tiene éxito:
- Si, en una evaluación rigurosa se demuestra que la intervención influye en la conducta que se quiere cambiar; por ejemplo, si se quiere disminuir los embarazos, se debe demostrar que la intervención disminuye los embarazos, y no que esto ocurre por aumento de conocimiento o cambios de actitudes. Se busca un resultado (outcome) en la evaluación;
- en segundo lugar, si es replicable. En América Latina ha habido muchos proyectos piloto, pero ya es hora de aumentar la escala, para que tengan un efecto real entre los jóvenes.
En cambio, un programa que no funciona es el que no disminuye la conducta e incluso, en algunos casos, la aumenta, de manera que hay que ser muy cuidadosos con esto, ya que un mal programa puede causar más daño.
Para que un programa tenga éxito, en primer lugar hay que preguntar qué funciona para solucionar cuál problema. Por ejemplo, en el caso del embarazo adolescente, primero hay que poner un marco al problema y, según este marco, se debe buscar la posible solución y evaluar cómo funciona.
Muchos en América Latina piensan que quienes trabajan en adolescencia han puesto todos sus esfuerzos en la conducta sexual, en el embarazo, en la maternidad y la paternidad; pero el problema real del embarazo es la pobreza, la discriminación y la exclusión social, de modo que todo el mundo habla de conducta sexual, cuando el problema real es que el adolescente está excluido. Esta es una posición muy fuerte en América Latina en este momento.
Una vez que se le pone el marco al problema, se procede a buscar la solución y se debe definir bien cuál es el problema para ver qué solución realmente sirve.
Muchas personas piensan que el problema del embarazo en la adolescencia es que los adolescentes tienen relaciones sexuales en forma muy precoz y que, por lo tanto, habría que posponer el inicio de la actividad sexual hasta el matrimonio y ojalá dentro de un marco familiar, para lo cual habría que enseñar que es inmoral o poco apropiado tener relaciones prematrimoniales. Esta es la base del movimiento que preconiza la abstinencia, según el cual la solución del problema está en los programas de abstinencia, que buscan retardar el debut sexual.
Otro grupo de expertos piensa que el problema no es que los adolescentes tengan actividad sexual sino que no se protegen, y las jóvenes tienen embarazos no deseados, siendo solteras; por lo tanto, la solución sería implementar programas de abstinencia más acceso a los métodos anticonceptivos y educación en sexualidad.
Otros piensan que, cuando las adolescentes se embarazan, la crianza tiene consecuencias negativas para ellas en el futuro, es decir, si el embarazo llega a término; según eso, no sólo debe haber programas de abstinencia, educación sexual y métodos anticonceptivos, sino que además se debe tener acceso al aborto. Así, por ejemplo, en Cuba, la adolescente que se embaraza va a regulación menstrual y su embarazo no tiene consecuencias sociales.
Otros opinan que el embarazo adolescente tiene que ver no sólo con la sexualidad, sino también con el acceso al trabajo, la educación y la pobreza; luego, hay que tener programas de desarrollo juvenil, acceso laboral, reinserción, educación, etc.
Al observar los programas de evaluación se puede ver que algunos evalúan sólo abstinencia o sólo embarazo precoz, y por lo tanto el problema es que no nos estamos acercando a la solución, porque ésta depende de cómo se defina el problema.
Las lecciones aprendidas en los Estados Unidos, Europa y Canadá permiten responder tres preguntas: qué es lo que funciona, qué es lo que no funciona y qué es lo que funciona en algunas conductas específicas que han sido evaluadas en condiciones rigurosas.
En escala individual, en el adolescente
A este nivel funcionan las intervenciones tempranas, por lo que los pediatras tienen un papel fundamental. Está demostrado que las intervenciones en el período preescolar que continúan a lo largo de la vida tienen impacto, en la adolescencia, en la mayoría de las conductas, como el caso de una escuela preescolar de Michigan que, después de 27 años de seguimiento, demuestra que los adolescentes que recibieron intervención en la edad preescolar exhiben menos conductas de riesgo, ganan más que los otros, tienen más casas, es decir, tienen un mejor desarrollo.
Si se quiere trabajar sobre la violencia, no se puede comenzar en la adolescencia. En este momento, se sabe que la ventana de oportunidades para la conducta agresiva está entre los tres y los cinco años, por lo que los programas de adolescencia, en su mayoría, no deberían comenzar en la adolescencia sino mucho antes.
Es muy importante saber cuál es la ventana de oportunidades para intervenir. No se deben hacer programas cuando las conductas ya están instaladas, como ha quedado demostrado muy claramente en las conductas alimentarias.
Otra cosa que funciona es la atención individualizada; no sirve lo masivo con los adolescentes. Esto queda muy claro cuando en una escuela se da una charla o intervención, después de la cual se debe dejar un espacio para la atención individual, para resolver dudas y establecer un contacto personal. Los programas que tienen éxito son los que dan atención individual y continua; no sirve entrar y salir de la vida de los adolescentes. Como recomendación están los programas de mentores y tutores: el Big Brothers en los Estados Unidos, el proyecto Alternativas en Honduras y el proyecto de Trinidad y Tobago, que se preocupan del adolescente en forma personal.
Otro factor de éxito de los programas es que se adapten al grado efectivo de desarrollo del adolescente y no al grado que uno cree que tiene. En una experiencia realizada en el Caribe, con un programa de promotores de salud para la abstinencia sexual, los promotores intervenían en niños de 15 años. Cuando los promotores venían a trabajar con los niños de 15 años, los compañeros se reían, porque en el Caribe más de 50% de los niños inician su actividad sexual, en promedio, a los 12 años, es decir que los promotores estaban trabajando con adolescentes que ya tenían actividad sexual y cuyo nivel de desarrollo era diferente de lo que los promotores creían. Luego, se deben adecuar los programas al momento del desarrollo en que se encuentra el adolescente.
El cuarto elemento de éxito en las evaluaciones es el potenciamiento. Si se les pregunta a los gerentes de América Latina si su programa tiene potenciamiento juvenil, dicen que sí, porque el concepto es que el joven participe en nivel 4 de la escala de Hart, que mide participación juvenil entre 0 y 7, y en que 0 significa sin participación y 7, la participación máxima. Si se quiere tener éxito hay que enfrentar el desafío de lograr el potenciamiento y la participación de los jóvenes en nivel 7 o 10, según otras escalas, en el cual hay participación real. La mayoría de nuestros programas, en América Latina, llegan solamente a un nivel en el cual el adolescente hace como que participa, pero no toma ninguna decisión, en general.
El papel de la familia es fundamental; es obvio que la participación de los padres sirve. Los proyectos de mayor éxito en niños de riesgo son los que logran que los padres participen; pero la experiencia demuestra que esto es muy difícil, porque, precisamente, los padres de los niños de más riesgo son los que menos participan. Los programas que han tenido éxito son innovadores en este aspecto, pues ofrecen a los padres actividades que los alientan a participar y que tienen que ver con sus necesidades. Es necesario aprender a ser creativos e identificar las necesidades de los padres o comunidades para lograr su asistencia.
Los programas intergeneracionales están de gran moda en los países de América Central; en ellos, los adultos mayores, los profesores jubilados, participan en los programas juveniles. En una experiencia preciosa, en Costa Rica, por una cierta remuneración, los profesores jubilados hicieron clases a los niños con problemas de aprendizaje o escolares, lo que tuvo muy buena evaluación, en términos de disminuir la deserción escolar. La experiencia intergeneracional es muy importante y se debe aplicar en las comunidades. En países como Chile, Brasil y Argentina, que ya pasaron la transición, hay que tener personas jubiladas que colaboren en los programas de jóvenes. Este es un recurso que no se está aprovechando.
En escala escolar ¿qué sirve en programas evaluados?
Todos los programas dirigidos a mejorar el logro escolar tienen éxitos, porque para hacer prevención y promoción se deben desarrollar las actividades cognitivas de los adolescentes. Es muy difícil que un adolescente que no sepa leer ni escribir trabaje en un programa de prevención de drogas; las aptitudes cognitivas son el elemento básico de un logro educacional muy importante.
En un proyecto realizado en Seattle, que fue financiado por Bill Gates, se intervenía en forma precoz desde el preescolar hasta al adolescente de 18 años, con intervenciones destinadas a mejorar el logro escolar, clases pequeñas de capacitación de las profesoras, capacitación de los padres, logro académico. Este programa logró disminuir el embarazo, el alcoholismo, la drogadicción y la delincuencia, y además fue eficaz en función de los costos, ya que costó 3000 dólares por niño y permitió un ahorro de 6000 dólares a la ciudad de Seattle; se justificó la intervención con el argumento de que se gastan 3000 dólares por niño y se logra disminuir las conductas descritas.
Otra cosa importante, a nivel escolar, es que los directores deben ser apropiados y comprometidos. Debiera haber una fuerte competencia para ser director, si ser director influye en los resultados que se obtienen. El director de la escuela es muy importante en los programas basados en las escuelas, no los programas que las escuelas ponen en práctica. En Chile, por ejemplo, las escuelas abiertas de verano son un muy buen ejemplo de que los programas basados en las escuelas tienen éxito.
Los facilitadores externos de apoyo son fundamentales. Para hacer con éxito programas de prevención y promoción en las escuelas, es preciso dejar de pensar que los profesores van a implementar los proyectos; si se piensa así, se les debe dar tiempo, capacitarlos y ponerles facilitadores externos. Los programas evaluados demuestran que si se quiere hacer inserción curricular y programas de educación en las escuelas, se debe tener facilitadores externos de apoyo. No basta con enviarle al profesor un manual y un CD para que ponga en marcha el programa; simplemente; así no funciona.
Las habilidades para la vida
Esto tiene relación con el desarrollo de competencia social. La intervención aislada no sirve, pues se ha demostrado que los programas de éxito son los que entregan aptitudes para la vida en forma continua y permanente, desarrollan en los adolescentes la capacidad de negociación y de tomar decisiones, y les enseñan cómo resistir a los pares.
Se ha demostrado que todo lo que es orientación es útil, especialmente en la conducta de riesgo. La orientación en grupo sirve para los niños con intento de suicidio y los adolescentes que consumen drogas y tabaco.
Servicios comunitarios
Debemos desarrollar nuestras comunidades y hacer que los adolescentes sientan que pertenecen a esas comunidades, lo que se consigue con el voluntariado de los servicios comunitarios. En una experiencia en Haití, donde hubo una epidemia de sarampión, la OPS, que tenía como meta terminar con el sarampión en el año 2000, envió a Haití a todos los expertos en vacunas. Se hizo un programa que se llamó “Adolescentes vacunados y vacunando”, y fueron los propios adolescentes los que terminaron con la epidemia de sarampión. Lo que se hizo fue capacitar y enseñar casa por casa, vacunarlos primero a ellos mismos y después los propios adolescentes dirigieron la campaña. Los haitianos sintieron que hacían un servicio, que entregaban algo a su propia comunidad, lo que les dio un sentido de pertenencia.
Hay que recurrir a los programas de voluntariado, las visitas a los ancianos, el trabajo con los niños escolares de la comuna, porque han tenido mucho éxito y es importante considerarlos.
Los programas comunitarios deben situarse donde los adolescentes viven, trabajan y se recrean, es decir, en las casas, en las iglesias, en los clubes, en las organizaciones juveniles, etc. Tienen que ser participativos y se deben realizar con metodología apropiada. En América Latina aún se utiliza la técnica de estar 45 minutos con los adolescentes en una charla; todavía se dice, pero no se hace.
Los programas deben ser sensibles a la cultura. Esto es muy claro en países como Guatemala o Chile, donde ha resultado la participación de la policía en el ámbito comunitario. No conozco experiencias en América Latina, sólo en los Estados Unidos, Canadá y Europa, donde los policías se van a vivir a las comunidades difíciles y se integran a los equipos que trabajan con los adolescentes en riesgo.
Hay un programa en que se capacita a los policías solamente para no agredir a los adolescentes, porque la imagen de la policías que tienen los adolescentes es muy negativa; por ejemplo, en comunas como Peñalolen no hay espacios libres, de modo que los jóvenes se paran en las esquinas y se exponen a que los policías piensen que están consumiendo drogas y los lleven presos. Por lo tanto, hay toda una labor que hacer con la policía y habría que pensar cómo intervenir.
Los programas de éxito deben ofrecer seguridad a sus participantes; para que los padres dejen que los niños asistan a los programas de prevención y promoción, éstos se deben realizar en lugares seguros, lo que en América Latina resulta muy complicado. En una encuesta realizada en 11 países del Caribe, 25% de los adolescentes llevaban armas al colegio; en Costa Rica 13% de los adolescentes hacían lo mismo. Las armas eran cortaplumas, palos, etc. Esto demuestra lo grave que es el tema de la violencia en los adolescentes; llevan armas al colegio, toman parte en peleas y tienen una agresividad muy grande. Si se quiere que los programas tengan éxito, deben ser seguros, pero en Chile, en algunas comunidades, esto es difícil de lograr.
Los programas de inserción laboral dan buenos resultados. En Chile está de moda la microempresa de inserción juvenil. La experiencia del Banco Interamericano de Desarrollo con la OEA, que tiene microempresas en Trinidad y Tobago, ha resultado satisfactoria.
Programas intersectoriales de multicomponentes
Estos programas trabajan todos los aspectos simultáneamente, como, por ejemplo, un proyecto que se ha realizado en Río de Janeiro; han demostrado que tienen éxito en la mayoría de las conductas, pero el problema está en replicarlos. Si un proyecto tiene todos los componentes, cómo se hace para replicarlo, de dónde se sacan los recursos, considerando que los programas de éxito, por ejemplo los programas de los niños de la calle, que les dan comida y residencia, tienen como requisito ser intensivos y de largo plazo. Un programa nunca debe tener menos de tres años para decir si tiene éxito o no; el plazo que se está dando para definir el éxito de un programa es de 3 a 5 años.
Intervenciones útiles a nivel político
Hemos aprendido que la legislación sobre el tabaco y el alcohol tiene éxito; sin embargo, en Chile hay mucha propaganda del tabaco y aún no se legisla al respecto. También se sabe que sirve poner impuestos al tabaco y al alcohol, y limitar la propaganda, como se ha demostrado en Canadá, Estados Unidos y Europa.
El control de los medios de comunicación y de Internet es importante. La legislación para el control de Internet es un elemento clave, pero no hay una comisión del congreso para estudiar la forma de limitar el acceso a Internet y a la pornografía, a la cual pueden acceder con mucha facilidad hasta los niños de seis años. Los pediatras cumplen un papel importante en lograr que se legisle sobre esto.
A nivel educacional se deben desarrollar políticas para mejorar este aspecto; de hecho, el ministerio está trabajando en esto.
Un tema que está muy en boga es la familia, la pobreza y el potenciamiento, que viene de la línea europea. ¿Cómo se logra potenciar a las familias con hijos adolescentes? Todos los estudios demuestran la importancia de la familia en el desarrollo del adolescente; no sirven los padres ni las madres ausentes, quiéranlo o no las mujeres trabajadoras, y es importante legislar sobre esta materia. La línea actual va en pos del potenciamiento, no sólo de las personas sino también de las familias, para que éstas cumplan bien su papel con los adolescentes.
¿Qué tipo de programa es el mejor?
No está claro si se debe trabajar con la prevención de una conducta como el alcoholismo, la drogadicción o el embarazo, si hay que trabajar en el desarrollo de habilidades para la vida, que sirven para todo: embarazo, alcohol, drogas, etc., o si se debe trabajar en proyectos de desarrollo juvenil que abarquen la inserción laboral, la prevención de la deserción escolar, la capacitación para el empleo o la educación.
Los programas de éxito tienen uno o varios componentes y en nuestro país no se puede decir cuál es mejor, porque no se sabe. Esto es lo que hay que investigar, realizar y evaluar. Por ahora no se sabe qué sirve más para prevenir el embarazo, si los programas de desarrollo juvenil, los programas integrales o los programas que trabajan más directamente con la conducta sexual.
¿Se debe trabajar con todos los adolescentes o sólo con los de riesgo?
Tampoco hay una respuesta para esto. Hay dos posturas que plantean que se debe trabajar por el desarrollo de todos los adolescentes, mediante los programas llamados “programas universales”, pero el problema está en que no siempre se puede hacer con equidad. En América Latina, la desigualdad es un problema serio, que obliga a concentrar los pocos recursos disponibles en los que tienen menos. No se puede pensar en que los recursos se repartirán a todos, porque no puede ser así. Pienso que los programas se deben ir canalizando hacia los adolescentes de más riesgo, pero es una postura personal; no todos los expertos están de acuerdo.
Otro elemento importante es que hay que dejar de lado los “proyectos piloto”. El desafío de los diez años próximos es lograr determinar lo que sirve y aplicarlo en forma generalizada. Hay que entrar a las escuelas para verificar que se entregue una educación interdisciplinaria de verdad; de lo contrario va a continuar sin éxito la tarea de formar apropiadamente a los adolescentes.
El problema fundamental es la rotación de personal en los programas de adolescentes, lo que impide lograr los objetivos y mantener metas a largo plazo. Un alcalde otorga los recursos financieros, pero cuando termina su período se acaba el programa y ni siquiera ha alcanzado a rodar.
Replicación de los programas
Si no se replican los programas de adolescencia, no tiene sentido desarrollarlos; sin embargo, es necesario, en primer lugar, tener evidencias de que lo que se va a hacer efectivamente sirve y esto significa que hay que evaluar, aunque no es forzoso evaluar todo lo que se hace; se pueden elegir dos proyectos y luego aumentar la escala.
En segundo lugar, se necesitan líderes carismáticos, de manera que se debe formar personas en adolescencia.
Por último, es necesario actuar a nivel político, para lo cual se debe formar en el congreso una comisión de juventud, como las que ya existen en la mayoría de los países de América Latina, que aclare qué es lo que sirve y se preocupe de que esté en escala adecuada y que tenga el financiamiento. República Dominicana es un ejemplo de esto, porque se hizo la labor política.
Los políticos son personas corrientes, no son expertos en esto y por lo tanto darán financiamiento a los programas que ellos quieran intervenir. Por ejemplo, en este momento en Chile, el tema más importante en adolescencia y juventud es el de la violencia, luego no es probable que se entregue financiamiento, por ejemplo, para un programa de sexualidad. Hay que buscar el apoyo político para un tema importante de la agenda política.
La expositora pregunta al público si hay programas de éxito en Chile; el público da algunas respuestas y menciona un programa. La expositora pregunta por qué ese programa no se replicó a nivel nacional y le responden que fue por falta de recursos y de apoyo político.
Esto es para reforzar la idea de que se han diseñado muchos manuales -tantos que se podría llenar esta sala con todos los que hay- y de que hay manuales para todo, pero lo que ellos recomiendan no lo ejecutan, no van a lo esencial para la replicación. No basta con que la profesora lea el manual, sino que se le debe hacer capacitación y no basta con hacerla una vez sino que debe ser permanente.
Los que se replican generalmente son los que tienen apoyo de fundaciones, los que hacen marketing y aparecen en los medios de comunicación, y habitualmente tienen una universidad que los ayuda en la evaluación, lo que determina que tengan evidencia de éxito.
El proyecto basado en “decir que no” no resulta, porque tiene un concepto teórico errado. Los adolescentes en desarrollo tienen que tomar sus propias decisiones y ordenarles que digan “No” va en contra de su desarrollo. Lo trágico es que en América Latina se está implementando el proyecto alerta, cuando está demostrado que no sirve.
El segundo proyecto que no funciona es el DARE (Drug Abuse Resistance Education), que es internacional y que interviene en adolescentes a nivel de las escuelas primarias. Es un negocio de 5 mil millones de dólares, en el cual se lleva un policía a los colegios para enseñarles a los niños preadolescentes que no deben usar drogas. Se ha demostrado que este proyecto no tiene ningún efecto, no sirve, los niños no consumen menos drogas ni logran más habilidades sociales, pero a los niños les encanta, porque pueden ver y tocar a un policía como el de las películas. Este es un ejemplo de cómo se trabaja a nivel intuitivo, ya que un proyecto que no soporta ningún análisis no sólo se ejecuta, sino que aumenta la escala y los países de América Latina lo compran. Las personas que han evaluado el DARE han recibido amenazas de muerte, porque hay mucho dinero de por medio.
¿Qué no sirve en la prevención del embarazo?
Hay un proyecto que se llama “Educación ahora, los bebés después”. Es un currículum para que las adolescentes posterguen el inicio de las relaciones sexuales. En la evaluación se ve que el proyecto no retrasa el inicio de las relaciones sexuales en las adolescentes; tampoco las adelanta, pero no tiene ningún efecto.
El proyecto RESPECT, que se exporta desde los Estados Unidos, les da educación sexual y clínica de métodos anticonceptivos. El resultado: no disminuye el embarazo adolescente y no se usan más métodos anticonceptivos.
En este momento se está terminando la evaluación de algunos programas que están trabajando en postergar las relaciones sexuales y mantener abstinencia, además de métodos anticonceptivos y servicios, y parecería que habría algún impacto, pero aún no está lista la evaluación final.
En delincuencia, los programas de resolución de conflictos aislados no funcionan. En los Estados Unidos, la mayoría de los estados está implementando programas de resolución de conflictos, pero se sabe que al hacer resolución de conflictos en las escuelas no disminuye la violencia. Incluso hay un proyecto evaluado que demostró que este tipo de intervención aumenta la agresividad en los alumnos. Los políticos dicen que hay que hacer algo y se quedan felices con estos programas, aunque se sabe que no sirven.
Con respecto a programas de deserción escolar, no hay programas en América Latina que hayan tenido éxito; más bien son los programas de logro los que han tenido éxito.
Programas de autoestima
Aquí está se trata de un negocio de 10 mil millones de dólares. Cuando se pregunta qué es lo que les falta a los adolescentes que consumen droga, la respuesta es autoestima; esto es lo que piensa el público en general y por eso es que estos programas tienen tanto apoyo, pero los programas de autoestima evaluados no han tenido impacto en las conductas que se quieren prevenir, como el consumo de alcohol o de drogas, o el embarazo. La intervención aislada no sirve.
Los programas integrales, destinados a varios objetivos y no concentrados en el embarazo adolescente, no tuvieron éxito. Parece que en algunos temas es preciso concentrarse, no ser tan amplios. Los programas de padres, en niños de muy alto riesgo, tampoco funcionaron, pues mientras más alto riesgo hay, menos se interesan los padres.
Un tema que también está de moda en América Latina es la promoción de pares. Lo que se hace es capacitar a algunas personas que luego irán a las comunidades y educarán a sus pares. Estos programas tienen efecto en el adolescente que se capacitó, pero no logran modificar las conductas de los pares, excepto en aquellos programas en que los pares tienen supervisión adulta permanente y mantenida; luego no hay que creer en esos programas.
Lo que no funciona
Con respecto a lo que NO funciona, hablaremos de algunos programas concretos, como los que trabajan el embarazo adolescente.
En un estudio de 30 proyectos evaluados, que apareció en Public Health, se demostró que los seis programas de abstinencia evaluados con el retraso del inicio sexual no tuvieron éxito. Hay dos proyectos, que se están desarrollando en Michigan y en el Sur de los Estados Unidos, que podrían tener éxito, pero hasta el momento no se ha demostrado que retarden el debut sexual de los adolescentes.
Por otra parte, los programas de educación sexual que incluyen abstinencia y uso de métodos anticonceptivos han tenido resultados contradictorios: en la mitad de los casos han resultado eficaces y en la otra mitad se ha demostrado que no sirven para nada. En esto influyen todas las variables de los programas, como el liderazgo, la duración, el tipo de intervención y el tipo de adolescente que se interviene; no es lo mismo trabajar con adolescentes de clase alta que trabajar con adolescentes de menos recursos. Si se trabaja con adolescentes que corren más riesgo, es evidente que el programa tiene más probabilidades de fracasar que si se trabaja con adolescentes más protegidos.
Hay programas de multicomponentes y desarrollo juvenil, que es lo mismo, en Nueva York, que según la evaluación lograron disminuir el embarazo, pero no todos los programas de multicomponentes han tenido éxito: la mitad sí y la mitad no. Hay que buscar la respuesta en la investigación.
En un estudio que evaluó 30 proyectos de éxito para ver lo que servía y qué no servía en la prevención del embarazo, se concluyó que los programas de éxito tenían las características siguientes:
- Se concentraban en una o dos conductas: postergar el inicio de las relaciones sexuales, más uso de métodos anticonceptivos, o uso del condón en el caso de infección por HIV.
- Tenían una metodología adecuada al desarrollo. No es lo mismo un niño de 8, 12 ó 15 años.
- Se basaban en un modelo teórico, el modelo de acción razonada. Los proyectos que fracasan son más intuitivos, como el DARE, que no tiene modelo teórico, y a pesar de eso se replica.
- Duraban lo suficiente, ya que una vez que se inician los programas se debe asegurar que permanezcan en el tiempo.
- La información era verdadera y personalizada, y se entregaba mediante actividades como los juegos de imitación, en que el adolescente se planteaba que la situación también le podía ocurrir a él, con lo cual la interiorizaba y personalizaba. Se les daba la oportunidad de practicar, no solamente se les hablaba, sino que se les ponía en la situación para que practicaran cómo resistir la presión de los pares, cómo ir a comprar un condón, cómo se colocaba y cómo se retiraba, de modo de ir integrándolo todo.
- Lo más importante, seleccionaban a profesores que tenían fe en el programa. Quien desee hacer un programa en las escuelas, debe buscar profesores que realmente crean en esto.
¿Qué no sirve en violencia?
No sirven las técnicas del miedo, las que tampoco sirven para impedir el consumo de alcohol y drogas. Por ejemplo, mostrar un cerebro comido por los ratones no sirve; llevar a los jóvenes delincuentes a las cárceles para decirles lo que les va a pasar si siguen portándose mal, no sirve; en los Estados Unidos, el programa de abstinencia usa una película que es una ruleta rusa y la moraleja es que si tienes relaciones sexuales puedes dispararte una pistola en la cabeza, pero los niños la encuentran cómica.
No sirve la segregación. Los colegios no deben expulsar a los adolescentes, porque esto es políticamente incorrecto. No se puede segregar a los buenos y a los malos, a los mejores y a los peores, sino que éstos deben integrarse; la segregación no sirve contra la violencia.
Las intervenciones cortas tampoco sirven. Proponer ocho sesiones de resolución de conflictos, no sirve.
Identificar a los previolentos tampoco es útil. Hay una teoría que se traduce en programas que hacen selección de riesgo para identificar agresivos y no agresivos, y para distinguir entre los que se van intervenir y los que no. Esto tampoco sirve; identifica a los previolentos, los interviene, pero al final no sirve. En los colegios se cree que si se retira la manzana podrida las demás no se pudren, pero esto es falso; hay que tener cuidado con las decisiones que se toman en el tema de la violencia.
En los Estados Unidos se hizo un adiestramiento para evitar que los adolescentes manejaran armas y para que, en el caso de que las manejaran, lo hicieran con conocimiento y sin peligro, pero esto tampoco sirvió.
Mejorar la autoestima es de dudosa utilidad, porque es lo que les sobra a los delincuentes juveniles, de modo que hay que tener cuidado al planificar las intervenciones.
Para terminar, una reflexión de una adolescente de 12 años. En la perspectiva adolescente, mientras nosotros planificamos programas, proyecto de curriculum etc, ella piensa: “qué ropa usar y dónde comprarla, cómo besar y cómo parar, cómo arreglarme mejor el pelo, cómo llenar mi suéter nuevo, qué decir cuando lo veo, qué hacer para impresionarlo, cómo comportarme, cómo ser, cómo llegar a ser alguien, adónde ir, en quién confiar. Estas son las cosas que debo averiguar, pero me paso el día en la escuela aprendiendo gramática y matemáticas.”