1er Congreso Universal de las Ciencias y la Investigación

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Reproducción del miedo en infancias y juventudes.

Reproduction of fear towards childhood and youth.

Resumen

Introducción El miedo es entendido como una relación de poder y una relación política asimétricas, reconociéndolo como un constructo social que devasta los lazos culturales, levantando murallas materiales y simbólicas. A tempranas edades se internalizan patrones culturales, entre ellas el miedo que se traduce en sumisiones y el aprendizaje del androcentrismo. Hay un proceso de normalización y naturalización, por tanto, es reproducido, admitido y esperado en contextos donde las desigualdades económicas, de clase, étnicas, género perviven entre ellas, afianzando las brechas de inequidad. En el campo del estudio de las violencias la antropología nos dice mucho, entre ello que la violencia castiga desproporcionadamente a los sectores más vulnerables de la sociedad; y cuando esta no es reconocida se hace cotidiana, aceptada y legitimada, por tanto, el miedo forma parte de la circularidad de las violencias. Además, el trabajo de campo fue realizado en Instituciones de Acogimiento, pues las diversas problemáticas partieron de lo que entienden, han experimentado y experimentan los propios actores, es decir, la vida cotidiana de niñas y jóvenes mujeres en centros de acogida. Primó la perspectiva del actor, para ellas el miedo no se lo visibiliza como un problema social, puesto que los espacios por donde han transitado y transitan se han encarga de naturalizar y justificar hechos de violencia.

Objetivos Analizar las prácticas y representaciones sociales juveniles del miedo en instituciones de acogida.

Método La metodología utilizada fue cualitativa, el trabajo de campo se realizó en instituciones de acogimiento en la ciudad de Ambato, donde se empleó la técnica relato de vida, integrada a la Observación participante. La pregunta inicial es ¿por qué el trabajo cualitativo y no otro? Para las niñas y jóvenes pertenecientes a instituciones de acogida hablar del tema de la violencia a un “extraño” es imposible. Incluso, las únicas estadísticas que se disponen son los casos denunciados en la Fiscalía y aquellos datos que maneja el Ministerio del Interior, la gran mayoría de hechos de violencia no se denuncian porque se dieron en el entorno cercano de la niña o joven. Por tanto, se requirió de otros acercamientos metodológicos, de contactos cercanos, de lazos de familiaridad con los agentes sociales y sus espacios. Se sumaron una serie de estrategias para el trabajo de campo como talleres de expresión (oral, escrita, lúdica, corporal, artística) abiertos a las niñas y jóvenes que quisieran y pudieran participar. Teniendo como finalidad que no solo se sintieran cómodas con nuestra presencia, sino que, mediante el desarrollo de talleres se genere la confianza suficiente para conocer sus historias y relatos de vida, una parte fundamental para que la presente investigación se lleve a cabo.

Principales resultados La producción del miedo se hace presente mediante las enseñanzas y el aprendizaje a edades tempranas de feminidades sumisas y serviles, para este caso reproducidas por su madre, haciéndola responsable de acciones, pero sobre todo interiorizando roles de género. Los sistemas familiares reproducen códigos de diferenciación y perpetuación de las desigualdades a edad temprana. El miedo producido en mujeres jóvenes en condiciones sociales, económicas desfavorecidas es fuerte y represor. Al momento de experimentar el miedo entran en escena todo un entramado de violencias: estructural, simbólica, política, traducidos en hechos cotidianos. Además, operan muchas variables como la de género, etnia, clase, condición económica y etaria al instante de consolidarse las distintas formas de interiorización de “feminidades” sumisas. En este caso la madre la intimidaba tanto física como simbólica, reproduciendo “derechos” diferentes, obligando a las niñas y jóvenes a obedecer a su pareja (hombre) en la esfera doméstica. Desde una primera perspectiva, percibe al miedo como un sentimiento paralizante que le impide ponerse a salvo del peligro, un temor que se genera dentro del espacio doméstico. Para este caso hay una circularidad de violencias, sostenidas y fundadas en la violencia estructural (entendida como las estructuras sociales, económicas, políticas, legales, religiosas y culturales) que impiden que una persona alcance su potencial.

Conclusiones El miedo se hace presente a edades tempranas, las niñas y jóvenes participantes han experimentado durante toda su vida el miedo, traducido en un sinnúmero de violencias entrelazadas. Los miedos se construyen a través de mecanismos de dominación que se sustentan por la naturalización, por la espera a cambios en las relaciones domésticas, inclusive, el factor tiempo juega un papel preponderante porque este es manipulado por las instituciones de acogimiento para justificar su accionar. La interiorización de la espera a tempranas edades se ha convertido en un dispositivo que justifica la continuidad de las desigualdades hacia sector desfavorecidos. Además, dicha interiorización por esperar cambios de un mejor porvenir ha hecho que se agudice los círculos de violencia, convirtiéndose en una herramienta de control por parte del poder masculino. Un dato importante es la influencia ejercida por el mecanismo de la paciencia en la formación de las niñas y jóvenes; en los espacios de socialización juvenil por donde transitamos se insistía mucho en el “cultivo de la paciencia”. Las constantes repeticiones en el tiempo de este enunciado hacen que la pasividad se convierta en otro mecanismo de dominación. A esto, se une el silencia como una práctica en las relaciones cotidianas de estas jóvenes, sea el silencia en la red doméstica, padres, madres, tíos, educadores y autoridades en los centros de acogida. Por tanto, el miedo tiene un alto grado de violencia estructural que se plasma en violencias cotidiana.